La
Jornada Semanal, 13 de mayo del 2001
Una antología que cumple con estas premisas y más es La generación del cordero; antología de la poesía actual en las Islas Británicas, elaborada por Carlos López Beltrán y Pedro Serrano. Colección tumultuosa de poesía en la que sobresale un trabajo de responsabilidad y cuidado en las traducciones (o traslaciones como ellos les llamaron), en la selección de autores y piezas poéticas, en la observación de la trayectoria de los poetas elegidos para tal amalgama, en la discusión que los llevó diferencias y coincidencias de juicio y sobre todo en la convivencia paciente que significa montarse en una empresa como ésta que ha publicado Trilce Ediciones y que llega hasta nuestras manos como un mapa de orientación para descubrir un cofre más de la poesía de las Islas Británicas. Y podemos advertir la viveza con la que la propia antología fue planeada: ...pero nuestro interés no ha sido pedagógico, sino vital. No es la historia de la literatura lo que estamos trabajando, sino la experiencia actual de la poesía, dicen sus autores en el puntual prólogo. Y quizás con esta inclinación quede claro que no siendo un proyecto de y para la academia, puede ser más útil y tener mayores alcances para los profesores de literatura universal, por ejemplo, porque es justamente lo que a las clases de literatura les hace falta: vitalidad. Por otro lado, bien claro está que no es para lectores de habla española un paraje desconocido esta región de la lengua inglesa; por el contrario, en la creación poética de nuestro idioma y en nuestra tradición hay influencias profundas y bien consolidadas que llegaron desde las voces de los poetas claves de aquel paradero del mundo; recuérdese que Alfonso Reyes fue un profundo conocedor de la literatura inglesa, su traductor y crítico entrañable, así como las generaciones posteriores de poetas como los Contemporáneos (Novo, Owen y Villaurrutia, entre otros) y más tarde el infaltable Octavio Paz, quien además cultivó amistades valiosas con poetas fundamentales. Y ahora resultará más interesante dada la generación de poetas que en esta antología se recoge la mirada hacia esa influencia que los propios británicos han tenido en sus predecesores. Quiero hablar de manera llana como un lector y como una persona que escribe versos y se encuentra inscrito (por edad, obviamente) en la generación de estos veintinueve poetas que testifican su territorialidad, su momento histórico y sus pasiones, que hablan también de las nuestras. Poetas en los que la madurez comienza a soltar amarras y a posesionarse con mayores ánimos de una voz personal después de haber pasado los exámenes del oficio serio de la escritura. Pues un poeta después de los treinta años comienza la etapa creativa que define su voz. Sin duda estos poetas quiérase o no son herederos de una cultura poética sólida y ancestral en la que figuran nombres que van desde John Keats, William Blake, John Milton, Oscar Wilde, hasta poetas como W.H. Auden, Eliot, Dylan Thomas, etcétera, que desemboca en Seamus Heaney, Ted Hughes, James Fenton, Philiph Larkin y Paul Muldoon, entre otros muchos. Poetas señuelos en las últimas décadas, no sólo para los británicos, sino para los que de este lado del mar hemos acercado la oreja al poderoso caracol de sus poesías. Respecto a la hechura de esta pieza editorial, que ya podemos inscribir entre las primeras que han de ser necesarias para el estudio y la discusión de la poesía de aquellas tierras, quiero resaltar una personal apreciación. Puedo descubrir que sus autores han trabajado no sólo con las herramientas de la fría erudición o con los empañados lentes del investigador, sino con elementos tan vitales que logran mostrar un compromiso con los autores y obras recopiladas, que rebasa la curiosidad científica por la historia y el estudio de la poesía. Otra ventaja que puedo encontrar en esta antología es que los antologadores pertenecen a la misma generación de los poetas antologados en La generación del cordero, y creo, en conciencia, que este hecho significa en gran medida que la conversación mantenida con esta poesía es más cercana y, en consecuencia, más íntima. Un diálogo entre amigos a los que nos ha tocado vivir este neoliberal fin de siglo. Y en lo que se refiere a la poesía de estos autores de lengua inglesa, se puede decir en lo general que predominan las resonancias originadas por los mismos males y bienes que en este país también nos hacen escribir, lo cual hace más fácil el acceso a las más de novecientas páginas del libro. Poetas con una sola patria (su lengua y su tiempo) son estos británicos. Poetas con un sentido de patria a la manera en que Paz lo quería: su patria es la lengua y su único camino el canto que testifica su paso por este mar de la poesía. Con algunos antecedentes de lectura de poetas como Robert Crawford, Paul Muldoon y Philiph Larkin, he recorrido este mapa territorial donde encuentro piezas construidas con el fino cincel de un oficio que ya no está en promesa, sino que son voces de las que, podemos ya estar seguros, no han de fallar. Aquí vale la pena señalar que casi todos los poetas seleccionados poseen, por decirlo así, una tarifa en su trayectoria; algunos se han hecho merecedores a premios de prestigio en Inglaterra, otros han publicado en casas editoras importantes y, de una gran mayoría, su obra ha sido recomendada por la Poetry Book Society. Diversos en el abordaje de los temas y en la forma de escritura, pero uniformados en cantar por desencanto y con la mirada hacia un futuro de incertidumbres y esperanzas escasas, son algunas de las pocas coincidencias que en estos poetas pueden hallarse. Desánimo por la vida y el mundo, preocupación por lo social, el amor, la religión, las herencias culturales e históricas, son también sus constantes, sin dejar de parecernos un tanto extrañas, quizás por la manera de tratar tales asuntos. Es una simple extrañeza de lo familiar, digamos, un acto conocido que no deja de sorprender y arrojar una visión novedosa del mundo y sus cosas. ¿Y qué es la poesía, entonces, sino esa manera de extrañarse con lo que se sabe conocido, pero nuevo? ¿Qué es la poesía sino, en alta medida, un par de ojos extrañados ante el mundo antiguo y nuevo a un tiempo? Llama la atención el título del libro (La generación del cordero), que de pronto parecería un ardid simbólico para representar un grupo que crece durante cierta época de tal o cual manera apodado. Sin embargo, en una conversación con los traductores ellos me refirieron que se trata de una manera coloquial de darle nombre a un grupo de amigos que se reunían en un bar llamado El Cordero. Ese bar (en sus dimensiones de carácter) representa a este grupo de poetas que aún están recorriendo una etapa de su vida creativa. Así de sencillo fue, así tan llano y con razón, porque cuántos lugares en nuestro país nos podrían simbolizar. Recuerdo el Bar Niza en México, La Ópera, El Café París, El Negresco, El Madoka (en Guadalajara), La Parroquia (en Jalapa y en Morelia), El Café Catedral, El Café del Olmo, el desaparecido Café y Arte, Las patitas del Wili, la extinta Tienda de Royer (en Morelia) etcétera, que sin duda podrían señalarse como marquesina para algunas generaciones de poetas y escritores que han vivido momentos de lucidez bajo su sombra. Hijos de su tiempo, adelantados a su año, testigos, voces de la tribu, geógrafos de su cultura, estos veintinueve poetas que recoge la antología La generación del cordero mucho tienen que ver con las mismas inclinaciones en lo que a registros se refiere, con los poetas en Latinoamérica, y en México en particular. Voces en concreción, como las de nuestro Alberto Blanco, exuberancias discretas como las que aquí se dan en alguna parte de la obra de David Huerta o, en otro sentido, en Efraín Bartolomé. Intimismos como los que bajan por la poesía de Vicente Quirarte o Víctor Manuel Cárdenas y altisonancias como las que suele encender en sus páginas Ricardo Castillo, sólo por poner algunos ejemplos que muestran semejanzas, y con las que no quiero más que señalar coincidencias y encuentros entre poetas que comparten una edad ante un mundo en donde la poesía, cada vez más, se vuelve artículo de segundas intenciones, panorama totalitario contra la lectura de poesía y el no reconocimiento del arte de hacer versos, pero sobre todo, un contexto de crisis humana, de la que también y con agudeza dan cuenta los poetas de esta generación del cordero. Sin más, esta antología viene
a ocupar un lugar importante en lo que a información de la poesía
reciente en las Islas Británicas se refiere. Un libro de consulta
que ingresará a la lista de los imprescindibles para quienes suelen
abonar su lectura con estas herramientas que son ser las antologías
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