CONTINGENCIA ECONOMICA
El recorte al gasto público anunciado ayer por el
gobierno federal es, en la lógica de los economistas, un programa
de contingencia ante la combinación de dos factores desfavorables
en el entorno externo: la desaceleración de la economía de
Estados Unidos y la caída en los precios del petróleo.
El primer factor afecta directamente los ingresos por
exportaciones, mientras que la caída en el precio del petróleo
reduce las perspectivas de ingresos fiscales. Si a esto sumamos un panorama
adverso a la propuesta de reforma hacendaria, que permite prever una recaudación
menor a la estimada, el gobierno, por lo tanto, se ha visto obligado a
modificar sus cuentas y proyecciones económicas.
Esta misma lógica es la que se aplicó en
1998 cuando el gobierno de Ernesto Zedillo redujo el gasto público
en tres ocasiones debido a la caída del precio internacional del
petróleo y los coletazos de la crisis en Asia.
Tras notificar los recortes -- que serán mensuales--,
se anunciaron, como en 1998, líneas de crédito vía
el Fondo Monetario Internacional, porque a nadie en el entorno internacional
le conviene una crisis en la economía mexicana. A Zedillo le obsesionaba
no incrementar el déficit fiscal, variable que ahora obsesiona a
los economistas de Fox, quienes después del recorte, insisten que
será de poco más de medio punto del PIB. La realidad, y así
lo advirtió el Banco de México --aunque Hacienda decía
otra cosa--, es que ni la economía va a crecer 4.5 por ciento en
el año ni el déficit fiscal será de 0.65 por ciento.
La respuesta rápida de los economistas del gobierno
de Vicente Fox pretende ser tan efectiva --hasta pareciera que la historia
se repite-- como la de los recientes gobiernos priístas, aunque
el Presidente los acuse de abandonar a 40 millones de mexicanos en la pobreza
y la marginación, y de haber endeudado al país de manera
irresponsable.
Recordemos que tan sólo la deuda del Instituto
Bancario de Protección al Ahorro, respaldada entonces por el PAN
y el PRI en la Cámara de Diputados, representa el 12.6 por ciento
del Producto Intero Bruto.
Pero, al margen de las similitudes entre el actual gobierno
y sus predecesores en las maneras de "fortalecer la economía" ante
el escenario mundial --principalmente EU--, es necesario resaltar el impacto
social de los recortes al gasto público, que se verán reflejados
en el incremento en la tasa de desempleo y el consecuente empobrecimiento.
Esta primera reacción de ajuste económico
del gobierno foxista, más allá de sorprendernos por tratarse
de un hecho más que contradice las promesas y postulados de campaña,
pareciera revelar que su equipo aprendió bien las recetas de los
últimos gobiernos para enfrentar los altibajos de la economía.
Aceptar que el derecho a la vida digna de millones de
personas depende del comportamiento de las economías del resto del
mundo, es equivalente a aceptar vivir en la incertidumbre; a navegar sin
rumbo. Los factores externos influyen --no hay discusión al respecto--,
pero es cuestionable la decisión de dar continuidad a un proyecto
económico cuyos resultados han sido --así lo dijo ayer el
Presidente-- "catastróficos" para la sociedad. ¿Acaso no
hay otras opciones, o es que no han escuchado las voces de otros economistas
comprometidos con la justicia social?
La economía mexicana se encuentra en un periodo
de desaceleración y el futuro, si bien no es oscuro por ahora, para
nada luce brillante a la luz del optimismo de Fox. De nueva cuenta parece
no haber claridad en la descripción de los contenidos y planteamientos.
Es indispensable que el gobierno brinde una explicación convincente,
porque no terminamos de entender cómo con recortes al gasto público
y generación de desempleo se pretenden edificar las bases sólidas
y reales de un programa económico que beneficie a todos los mexicanos.
Así lo justificaron los gobiernos anteriores y los resultados están
a la vista.
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