SABADO Ť 12 Ť MAYO Ť 2001

Ť Juan Arturo Brennan

Un nuevo académico

Hace unos días, la Academia de Artes cumplió con una formalidad y puso sello de legitimidad a un hecho consumado hace ya algún tiempo: el merecido ingreso de Joaquín Gutiérrez Heras, uno de nuestros mayores y mejores compositores, como nuevo miembro de ese cuerpo colegiado. Como es costumbre en tales casos, el nuevo académico tuvo que leer un discurso, cosa que evidentemente le es ajena y poco grata. Sin embargo, Gutiérrez Heras resolvió el trámite con elegancia, sencillez y brevedad y, en el repaso de su propio siglo XX, dejó claros algunos de los parámetros fundamentales de su pensamiento musical.

De entrada, Gutiérrez Heras enfatizó una saludable actitud general hacia la música, declarando abiertamente su interés por las obras y no por las teorías. Destacó también (cosa fundamental para comprender su música) la importancia que para él tiene la interfase entre el cine y la música; no tenemos en México un compositor más cinéfilo que Gutiérrez Heras, cosa que se refleja puntualmente no sólo en su sabrosa conversación sobre películas y cineastas, sino también en sus singulares partituras fílmicas. Hombre de intereses amplios y diversos, reconoció a Carlos Chávez como importante motor y promotor musical, y al mismo tiempo declaró (una vez más, por si hacía falta) sus lazos profundos con la música medieval y renacentista, así como la iluminación que para él significó el descubrimiento (siempre saludable) de la obra de Monteverdi.

Después de repasar con claridad y sin excesos algunos de los pilares de la transformación musical del siglo XX (serialismo, aleatorismo, etcétera) el compositor procedió a ponerle al término ''vanguardia" unas comillas así de grandes, haciendo gala no sólo de una gran lucidez al respecto, sino también del saludable sentido del humor que le es consustancial. Siempre crítico de lo barato y lo chabacano, aprovechó su texto para arremeter con severidad más que justificada contra la manipulación comercial de la que es víctima la música, y que es sin duda uno de los obstáculos más grandes para la adecuada difusión de la misma que vale la pena difundir y conocer. Como sólida conclusión de su discurso, Joaquín Gutiérrez Heras hizo una sencilla pero contundente defensa del estudio, de la preparación académica y de la tradición como cimiento indispensable de todo lo nuevo.

Como suele ocurrir en estos casos, el discurso de ingreso de Gutiérrez Heras a la Academia de Artes requirió una respuesta, que estuvo a cargo de otro importante compositor mexicano de hoy, Federico Ibarra. En su respuesta, Ibarra enfatizó la importancia de Gutiérrez Heras (análoga a la de Manuel Enríquez) en lo que se refiere a una línea de pensamiento musical diverso y alternativo al nacionalismo. Habló de la obra de su colega como muy consistente, muy personal y ajena a las vanguardias. Ibarra señaló algunos puntos de contacto (no necesariamente estéticos, sino de conducta creativa) entre Gutiérrez Heras, Leos Janacek y Witold Lutoslawski.

La conclusión de la respuesta de Ibarra fue, en sus propios términos, como un espejo de lo dicho por Gutiérrez Heras al final de su propio texto: se refirió a él como un compositor cabalmente contemporáneo, cuya música está anclada con firmeza en la tradición.

No recuerdo qué filósofo oriental afirmó que un acorde vale más que mil palabras, y la académica ceremonia lo confirmó al incluir en su programa un mini-concierto con dos de las mejores obras camerísticas de Gutiérrez Heras: su Cuarteto de cuerdas y su Quinteto para clarinete y cuerdas, a cargo de Luis Humberto Ramos y el Cuarteto Latinoamericano.

Partituras que comparten numerosos gestos, ambientes y recursos, estas obras poseen cualidades que son claramente detectables a todo lo largo del catálogo de Gutiérrez Heras. En el caso del Cuarteto, por ejemplo, una visión sintética, compacta pero completa, del diseño estructural. En el caso del Quinteto, un trabajo tímbrico y dinámico que tiende más a la fusión que al contraste. En ambas obras, una engañosa economía de medios bajo la cual hay una encomiable solidez conceptual, y una claridad de lenguaje que por momentos puede llevar al oyente a percibir un aparente oximorón: una austera expresividad, una expresiva austeridad.

La Academia de Artes se ha enriquecido, sin duda, con el ingreso del ahora Doctor y Académico Quinos. Enhorabuena.