sabado Ť 12 Ť mayo Ť 2001

Miguel Concha

Nuevas vías de negociación

No son pocas las voces autorizadas de personas y organizaciones que han coincidido en señalar las graves deficiencias de las reformas constitucionales aprobadas por el Congreso en materia de derechos y cultura indígenas. Son escasas en cambio, y con dudosa anterioridad, las que se han pronunciado a favor.

Entre las primeras, las voces del historiador Miguel León Portilla y del filósofo Luis Villoro no pueden pasar desapercibidas. Ambos tienen una trayectoria y un reconocimiento por su trabajo sobre temas indígenas, que otorga a sus argumentos una legitimidad que no alcanzaron ni todos los senadores ni la mayoría de los diputados.

El primero, luego de señalar incoherencias de las que "hasta un niño de primaria se percataría", concluye que el dictamen "debe ser revisado". El segundo, al mostrar el verdadero fondo de la controversia, afirma que desde siempre "los criollos y mestizos de la sociedad hemos juzgado a los indios según nuestras categorías y valores; por eso les concedemos el lugar que nosotros determinamos según nuestra concepción del Estado-nación". "ƑPara qué escucharlos entonces? -se pregunta- ƑPara qué cambiar una estructura de poder donde nosotros estamos seguros y ellos pueden ser asistidos por nosotros?"

Antes que ellos, la clara y cada vez más potente voz de los indios, lo mismo desde fuera que desde dentro del gobierno, ha sido unánime: un šno! rotundo a una ley indígena que, como lo dijeron los purépechas, demuestra una "visión colonialista, racista, discriminadora, conservadora y retrógrada". Con diferencias de matiz, en ello ha coincidido todo el espectro de las organizaciones indias legítimamente representadas en el CNI, hasta funcionarios gubernamentales como Xóchitl Gálvez y Marcos Matías, pasando por la ANIPA y el mismo ex diputado priísta Ku Herrera.

El 7 de mayo más de 150 organizaciones civiles, encabezadas por el Congreso Nacional Indígena, dieron a conocer en el Sindicato Mexicano de Electricistas propuestas y programas de acción escalonados, para oponerse, ahora que se inicia la consulta en las legislaturas estatales, a la que sin hipérboles bien podríamos llamar ley "anticocopa" o "anti-San Andrés".

Entre otras, la organización Paz con Democracia contribuyó a la revisión crítica y la reflexión colectiva sobre los objetivos y estrategias de las luchas nacionales a favor de las reivindicaciones indígenas y de los cambios democráticos que exigen las grandes mayorías de México. En su documento expresa que el dictamen aprobado "no responde ni de lejos a las expectativas de los pueblos indios de México", y afirma su voluntad de sumarse a las "plurales, múltiples y diversas organizaciones de la sociedad civil, para concertar nuestras acciones con los movimientos sociales y las corrientes democráticas de los partidos políticos que en México y en todo el mundo van en ascenso, alcanzando más altos niveles de participación y movilización general". Y concluye que "los ciudadanos indígenas y no indígenas deben conocer, rescatar y poner en práctica derechos humanos inalienables de personas y pueblos por vías pacíficas y mediante el consenso de las comunidades", y que es tiempo "de plantearnos, más allá de las estrategias de negociación jurídica, nuevas vías para la negociación económica y política a favor de los intereses legales y legítimos de los pueblos indios de México".

Lo que ha ocurrido con la decisión tan desafortunada del Congreso, tendrá seguramente secuelas y consecuencias de la mayor trascendencia para el futuro del país. Por encima de las maniobras partidistas y de los avatares políticos del momento, Ƒa quién le toca ahora volver a actuar, decidir, dar los siguientes pasos? ƑEn qué cancha está otra vez la jugada? Mientras para algunos, como el senador Enrique Jackson, "el tema de la reforma indígena es ya un asunto cerrado", para millones de mexicanos, indios y no indios, la verdadera lucha contra el racismo, la discriminación, la exclusión y la intolerancia, que emergen como las causas del voto del Congreso, está apenas por comenzar. La lucha contra el racismo esclavista provocó en Estados Unidos una guerra civil el siglo XIX. ƑQué podría provocar en este siglo de la globalidad el racismo genocida?