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México, D.F. jueves 10 de mayo de 2001 
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Editorial
 
SEÑALES CONFUSAS 

Macintosh HD;É;SOL CORNISA 1 La circunstancia económica actual ha dado lugar a discursos divergentes y acaso contradictorios por parte del gobierno federal. Así sea por una diferencia de énfasis, la fórmula empleada antier por el secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, en el sentido de que "en México la economía está cayendo (al igual que) en todas partes del mundo" no parece coincidir con la expresión emitida ayer por el presidente Vicente Fox acerca de una economía nacional que, a diferencia de la estadunidense, estaría "más fuerte que nunca". 

Es cierto que disonancias como la señalada han sido frecuentes en otros temas entre el actual equipo de gobierno. El ejemplo más contrastado hasta ahora ha sido, sin duda, el reciente incidente verbal suscitado entre los titulares de Relaciones Exteriores de nuestro país y de Cuba, tras el cual la vocera presidencial, Martha Sahagún, desautorizó al canciller Jorge G. Castañeda, a quien el presidente Fox reivindicó menos de 24 horas más tarde. La escasa coordinación declarativa ha sido notoria, también, en meses anteriores, en torno del conflicto chiapaneco, entre el comisionado Luis H. Alvarez y diversos funcionarios. 

Tales discrepancias, ciertamente impensables durante las presidencias priístas, no tienen por qué ser siempre, ni necesariamente, negativas, y algunas de ellas podrían tomarse, incluso, como expresión de nuevos estilos, menos unánimes y verticalistas, en el ejercicio del poder público. 

Sin embargo, cuando se trata de asuntos económicos, la falta de coordinación entre los funcionarios federales de primer nivel resulta preocupante y peligrosa, por cuanto los entornos financieros --nacionales e internacionales-- requieren de un discurso gubernamental consistente, coherente y claro que genere un clima de confianza. 

En este sentido, a las contradicciones --así sean sólo de forma-- ha de agregarse la emisión de frases ambiguas y poco esclarecedoras. El presidente Fox dijo, por ejemplo, que la actual desaceleración no puede compararse con la crisis de 1994. Tal aseveración, con todo lo que pueda tener de tranquilizador, no permite hacerse una idea precisa del tamaño ni de las consecuencias de los problemas económicos actuales, una incertidumbre que genera zozobra entre la sociedad y que debe ser plenamente esclarecida. 

Más allá del lugar común, según el cual la forma es fondo en el ámbito de la política, es claro que, en la economía hay escenarios en los cuales la forma puede ser catástrofe, como ocurrió a fines de 1994. A la luz de ese recuerdo doloroso y trágico, sería pertinente que los actuales gobernantes actuaran y se expresaran con mayor coordinación y precisión en estas materias. 
 

 

 

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