MARTES Ť 8 Ť MAYO Ť 2001
Ť Teresa del Conde
Wols /I
El Museo de Arte Moderno presenta desde el jueves 26 del pasado abril la tan esperada exposición de Wolfgang Schulze (Berlín, 27 de mayo de 1913-Champigny, 1 de septiembre de 1951). Desde 1937 adoptó el seudónimo de Wols, como se le conoce. Desarrolló actividad fotográfica vinculada con el surrealismo, pero jamás se asimiló a los grupos bretonianos ni a ningún otro grupo. No le interesó la notoriedad, ni buscó insertarse en contexto artístico alguno, cuando lo hizo, fue por invitación.
El lote de fotografías integrado a la exposición basta para considerarlo como a uno de los más singulares fotógrafos del siglo XX y sería importante que las investigaciones acerca de ese rubro de su producción se incrementaran, ya que se sabe que hay cientos de negativos suyos que jamás se imprimieron. Ninguna de las tomas exhibidas ostenta fecha, porque él no acostumbraba a fechar cosa alguna, no obstante, sería posible ubicarlas de manera aproximativa teniendo en cuenta que su auge en este aspecto alcanzó punto cúspide cuando fue designado fotógrafo oficial en el Pabellón de la Elegancia de la Exposición Mundial de París (1937).
En esa ciudad empezó a trabajar como fotógrafo desde 1932. Lo hizo, se supone, para concentrarse en algo y obtener algún dinero, porque de hecho poseía talentos múltiples. Son bien conocidos sus aforismos y sus escritos, fue violinista notable y alcanzó a dar conciertos. Se interesó por la botánica, la zoología, la biología y la geología -cosa bien perceptible en muchas de sus obras- en fin, parecía tener talento para múltiples actividades. Los hechos de su vida lo llevaron a dibujar, utilizando la acuarela, a grabar y después de un tiempo fue persuadido a pintar al óleo, etapa que se inició durante el invierno de 1946-47, prosiguiendo después.
Hubiera sido muy conveniente contar siquiera con un par de obras así realizadas, pero démonos de santos con tener la posibilidad de admirar fotografías, acuarelas y grabados, gracias a la interacción del Institut für Auslands (el IFA), las siempre bienvenidas acciones del Instituto Goethe y el Museo de Arte Moderno.
Cada una de las pequeñas piezas, algunas apenas de unos cuantos centímetros, exhibidas en la Sala Antonieta Rivas Mercado, es un prodigio de precisión, fuere que hayan sido realizadas (no se sabe) antes de su reclusión en un campo de concentración por 14 meses a partir de 1939, o bien que hayan alcanzado cresta en cuanto a número y calidad precisamente en esa etapa, durante la cual pudo sobrevivir psíquicamente gracias a esta actividad dibujística, que había practicado con anterioridad en Barcelona, pero aquellos trabajos anteriores se perdieron.
Probablemente la exposición más completa que se le ha dedicado en tiempos recientes fue la exhibida en la Galería Karsten-Greve de Colonia, que tuve la fortuna de visitar en 1998 a invitación de la Embajada de Alemania en México, a través de Internationen. No fue entonces que vi por primera vez obra de este artista, hay trabajos suyos en los principales museos del mundo y siempre sorprenden por la extrema sensibilidad y perfección que revelan dentro de una tendencia que sí es posible, en cierto grado, vincular al llamado ''automatismo psíquico'' (cosa que no existe tal y como se enuncia). El lo encauzó a la meditación, a las visiones internas y a lo que observaba como un destino triste de la condición humana y de la naturaleza en general. Puede ser que represente el reverso de la medalla del humor, con frecuencia alegre e incluso infantil, del que hizo gala otro maestro de la línea. Paul Klee, con quien Wols comparte ciertos rasgos, situados desde el ángulo ''expresivo'' en el polo opuesto. A mí me parece que Mark Tobey y Cy Twombly comparten ciertas características con Wols.
Desde mi punto de vista el que ha estudiado con mayor profundidad a este artista es Werner Haftman, quien lo considera el introductor del ''gestualismo'' europeo en su estudio Masters of Gestural Abstraction (1971) analogandolo en cierta medida a Jackson Pollock. Aunque hay algunas similitudes entre ellos (sobre todo el alcoholismo), creo que las diferencias son mayores que aquello que los une. Pollock trabajaba con todo el cuerpo sus extraordinarias ''coreografías pictóricas'', y Wols tuvo como dimensión -en acuarelas, grabados y dibujos- una hoja de papel pequeña sobre la que ejercía total control con la mano, la muñeca, el pulso y los ojos. Incluso cuando pintó al óleo, lo hizo en telas de dimensiones discretas (creo ninguna sobrepasa un metro por el lado mayor). Para mí es un misterio encontrar esa precisión, esa fluidez, ese manejo que se antoja ''perfecto'' al distribuir sus elementos, cuando que todo el día tomaba traguitos de ron, aunque se dice que sin llegar a emborracharse, no obstante tal proclividad lo llevaría a la muerte, que ocurrió por infección alimenticia y por bajas defensas hepáticas, debido a que para el fin de sus días consumía dos litros de ron diarios y casi no comía.
Todavía no existe una buena monografía de Wols, pese a los notables esfuerzos de Haftman, de Umbro Apollonio, Allain Juffroy y ahora del correcto pero un poco contenido texto de Ewald Tathke que traducido al castellano acompaña el impecable catálogo adquirible en el propio museo. El autor termina su ensayo con una aseveración a todas luces certera: ''Es grande la tentación de constatar la falta de forma en sus últimas obras. Pero tal definición pasaría por alto la esencia de su arte. Wols mantiene siempre un gran control artístico''. Tiene razón, no puede ser etiquetado dentro de aquello que se denomina l'informel.