MARTES Ť 8 Ť MAYO Ť 2001

Ť Primera parte, libro del prosista chileno publicado por Aguilar

A Donoso le pareció que mi mundo era muy feliz para ser escritor, dice Alberto Fuguet

Ť Durante mi aprendizaje con Skármeta tuve una mirada de igual a igual, asevera

Ť ''Thom Jones me enseñó que la suerte llega a cada persona en momentos distintos''

CESAR GÜEMES

Alberto Fuguet aprendió a escribir como un destino manifiesto de la mano de José Donoso, Antonio Skármeta y Thom Jones. Producto de sus primeros años en las letras y el periodismo es su nuevo libro, Primera parte, publicado por Aguilar, que hoy comentarán Mario Bellatín e Ignacio Padilla, a las 19:30 horas, en la librería Gandhi de Miguel Angel de Quevedo.

De su primera estancia en el taller de Donoso, dice Fuguet: ''Lo hice para sentirme tomado en cuenta; valorado cuando no tenía ningún valor y que alguien me hiciera saber aprobado. Además, antes de saber lo que era el boom, podía tener cercanía con sus integrantes, alberto fuguet 3como en la época de Pinochet, cuando la cultura era poco apoyada".

-¿Qué edad tenías entonces?

-La primera vez que estuve en su taller fue a los 21 y me expulsó.

-Cuenta eso.

-No congeniamos. Me consideró inculto. Donoso era más totalitario entonces, y yo también. Se sentía muy importante, no tenía dudas; yo, con la arrogancia natural en los jóvenes, tampoco las tenía. La pelea fue por Dostoyevski, porque yo no lo había leído y él me cuestiono que si así quería ser escritor. A eso respondí con la pregunta de si él había leído a Bukowski, y no. ¿Entonces cómo puede seguir escribiendo?, le dije. Bueno, después de decirme que era un maleducado salí de ahí. Aunque siento que el verdadero motivo de mi salida fue que no nos entendimos en mis primeros trabajos. Nos encargó contar la infancia y yo narré la mía en un suburbio de California, muy al estilo de Spielberg. Y no me creyó. Dijo que de un mundo así no salía un escritor. Eso me pareció muy fuerte. Era real que me había criado viendo películas y asistiendo a los malls. A Donoso le pareció que yo era muy feliz para ser escritor.

-¿Te pidió que te fueras?

-Me dijo que era un pendejo. Me fui.

Los años de Mala onda

-¿Cómo y por qué regresaste?

-Porque era Donoso y le encontré la razón. No puse mi talento en duda sino mi mundo. Parecía que uno debía escribir la gran novela, sobre el país entero, y mi interés era contar la historia del joven al que le roban la bicicleta. En la época vi algunas películas que me cambiaron la vida, La ley de la calle, por ejemplo, sobre personas jóvenes en un mundo similar al que conocía, relativamente marginal. Fue cuando empecé a escribir cuentos con asiduidad y a ganar premios. Entonces Donoso me llamó para preguntarme si seguía igual de necio y si quería volver. Claro, regresé. Hice una novela, Mala onda. Dije que escribía una novela histórica. Claro, era histórica pero sólo por diez años, me remitía a 1980 y estábamos en 1989. Para mí eso era la historia, diez años eran un tercio de mi vida.

-¿Cómo es el encuentro con Skármeta?

-Debido a los concursos me llamó también para trabajar en su taller. Fue la única manera en que pude conocer a un escritor, porque mi familia no tenía relación con la literatura ni yo la tuve en la escuela.

-¿Qué te faltaba por aprender?

-No era escritor todavía. Skármeta llegaba del exilio con plata alemana y el Instituto Goethe creó con él al frente un taller muy serio. Hubo un gran concurso para participar y de los 20 que entramos sólo yo no competí. En cuanto al aprendizaje, me sentí como si hubiera tratado con el  abuelo literario y luego con el papá. A Antonio ya podía responderle de una manera más cercana y tender lazos más firmes. Además, lo había leído mucho y me parecía que era alguien muy próximo a mis aspiraciones. Obtuve de él cariño, buena onda, una mirada de igual a igual. Yo empezaba a escribir para ganar premios y no me iba mal. En el taller de Donoso yo era el más joven, mientras en el de Antonio era el mayor pese a la juventud de todos. Les mostré lo que llevaba de Mala onda y me fue mal. No les gustó. Eran personas con mucho dolor a cuestas, mucho prejuicio. Quedé muy impactado.

El ejemplo de Jorge Edwards

-¿Cómo lo superaste?

-Cinco minutos después de la tormenta, Skármeta dijo que estaban profundamente equivocados, que en la novela había una voz clara. Cuatro días después recibí una llamada de la editorial para publicar Mala onda. Nadie sabía que la estaba escribiendo, salvo Donoso y Skármeta. El caso es que Antonio les contó de la obra y querían sacar el libro. No creo que alguna editorial se hubiera interesado fácilmente en mi trabajo si no hubiera sido por Skármeta.

-Entiendo que en la Universidad de Iowa trabajaste con Thom Jones, alguien muy distinto de los dos anteriores.

-Así es, un escritor proletario. Yo tenía dos libros y él sólo uno. Estuvo 20 años trabajando en el área de limpieza de un colegio y al final salió adelante. Era un escritor que lo mismo publicaba en el New Yorker, trabajaba para la Universidad de Iowa y seguía siendo el tipo que limpiaba los pisos. De él aprendí que a cada uno le puede tocar la suerte en momentos muy distintos. El tardó mucho en ser aceptado, no fue mi caso pero advertí que lo importante era no creerse los triunfos. Casi todos los escritores con que me he topado han sido generosos conmigo. Por eso me llevo bien con Jorge Edwards, por ejemplo. Hace poco hice una película, En un lugar de la noche, la que casi nadie vio. Pero Edwards llegó al estreno y pagó su boleto. Así se aprende. Al menos en mi caso.