MARTES Ť 8 Ť MAYO Ť 2001

Ť Amalia Porrúa Ruiz

Las pasiones de Hacienda

Aunque parezca imposible y soplen otros vientos por la Secretaría de Hacienda, hace 45 años esa dependencia se preocupaba por ampliar el círculo de lectores, romper con la pequeña aristocracia del intelecto que empezaba a integrarse y transmitir a un mayor número de mexicanos el gusto por la lectura y el amor al libro.

Raúl Noriega, entonces oficial mayor, emprendió la reorganización de la biblioteca y la publicación de un boletín bibliográfico bajo el cuidado y dirección de Manuel Sierra y la coordinación de don Jesús Castañón Rodríguez. Fueron colaboradores, de don Antonio de la Torre, don Moisés González Navarro, Manuel Carrera Stampa, Andrés Henestrosa y el licenciado Molina Enríquez, entre otros.

El eje del proyecto sería el acervo de la Biblioteca de Historia de Hacienda, un valioso conjunto de 250 mil volúmenes dedicados, principalmente, a la historia económica de México.

Alrededor del boletín se organizaron cafés literarios y tertulias con la intención de ampliar el número de lectores, abaratar el precio de los libros, actualizar las bibliotecas. La de Hacienda, que a partir de entonces se llamó Miguel Lerdo de Tejada, intentaba sembrar el gusto por la lectura.

''Comprar un libro -rezaba uno de sus editoriales- tiene siempre un sentido de aventura. No importa cuál sea el tema de la obra, es dar la mano a un desconocido que nos va a acompañar, no sabemos si será por algunas horas o durante toda la vida. Es como principiar un gran amor. El dinero que se entrega por él, se da con gusto, con ése que da la esperanza.''

En el boletín se publicó El Philobiblion, ''excelente tratado sobre el amor a los libros", escrito por el obispo de Durham, Ricardo de Bury, en 1333.

Enemigo de las dificultades políticas, De Bury se refugió en su biblioteca, donde escribió El Bibliophilon.

Como prelado católico Bury denuncia: ''Ahora los asnos perezosos se resguardan con caparazones destinados a los corceles; los búhos cegados dominan a los nidos de águilas y el cruel milano se posa sobre la misma rama que el gavilán.

''El libre Baco es honrado y se acuesta de noche sobre su vientre mientras el libro es despreciado y arrojado lejos. En fin, como, si el pueblo actual engañado por la repetición múltiple de un mismo son, al ver el dios libre de los bebedores preferido a los libros de los padres, se entrega hoy a vaciar botellas, en vez de reproducir manuscritos. Recordar -decía Bury- que sin el estudio de los libros las religiones pudieran caducar y sin ellos ninguna luz podría salir para iluminar el mundo.

''El libro, anhelado tesoro de la sabiduría y de las ciencias, a la cual todos los hombres aspirar por instinto natural, sobrepasa infinitamente todas las riquezas de la tierra. Tras él las piedras preciosas pierden su valor, la plata no es más que cieno y el oro fino arena. En él, el valor de la sabiduría no se debilita con el tiempo, su virtud siempre verde, disipa de los malos humores a quienes están agobiados.

''Por ti gobiernan los reyes y los legisladores decretan leyes justas. Aquellos que gracias a ti se quitan la rudeza primitiva, puliendo su lenguaje y espíritu y arrancan las espinas de sus vicios, alcanzan la cumbre de los honores y se convierten en los padres de la patria. Sin ti amado libro, habrían tornado sus armas contra la azada y el arado, o serían como el hijo pródigo que apacentaba sus puercos.

''En los libros, veo a los muertos como vivos, en los libros preveo el futuro, en los libros las cosas de la guerra se arreglan; de los libros surgen los derechos de la paz (...)

''ƑQuién entonces no pudiera apreciar el tesoro infinito de los libros, gracias al cual los escritores y eruditos engrandecen el dominio de la antigüedad y de los tiempos modernos? (...)

''La palabra penetra, en el palacio de la inteligencia, para engendrar la eterna verdad del pensamiento. Por ello, los libros son los maestros más fieles, enseñan sin gritos ni férulas, además, no conocen la burla.

''Oh, libros, que poseéis la libertad, que sólo hacéis gozar a otros, que dais a todos aquellos que os piden, que liberáis a los que os han jurado un culto fiel. Vosotros que sois el alimento celestial de la inteligencia. Encantan con su armonía las almas de los que languidecen y aquellos que os escuchan jamás se turban. Son la moderación y la regla de las costumbres y quien os sirve, no peca más. Por ello vosotros habréis de gobernar el mundo y sólo así será el paraíso de Dios.''

De este manuscrito existe una copia del siglo XV, en el Museo Británico, y otra en la Harlliana, con el mismo título. La edición que publicó el boletín fue impresa en Francia, en 1939, con traducción de Manuel Sierra. Ojalá que el espíritu del boletín de Hacienda ronde todavía por esa secretaría y logre que se respete la tradición bibliófila de sus fundadores.