MARTES Ť 8 Ť MAYO Ť 2001

Ť Ugo Pipitone

El resistible ascenso de Berlusconi

Berlusconi no gusta a nadie, salvo a una Italia que siente (a veces con razón) tener el Estado en contra en lugar que a favor, una Italia cargada de miedo frente a la inmigración extracomunitaria, deseosa de gerencialismo en lugar de política, llena de admiración hacia el empresario más rico del país. Un empresario que supo enriquecerse gracias a la política y que se ha convertido en una especie de ángel exterminador de políticos (de izquierda). El empresario que supo nadar con mayor éxito en el lodo de la corrupción política italiana se convierte hoy en una especie de reserva moral a los ojos de millones de electores.

ƑQué le pasa a Italia? Se tiene la impresión de que después del alud de espíritu cívico agraviado y de buenos sentimientos, el péndulo del país haya cumplido toda su trayectoria: desde la indignación civil (mani pulite) hasta un desenfrenado hedonismo individualista, del cual Berlusconi es máximo símbolo. Una especie de Cosimo de Medici en versión televisiva. Frente a eso, muchos millones de italianos no parecen molestarse por los procesos que penden sobre la cabeza de su candidato y que van desde falsificación de balance de empresas, evasión fiscal, corrupción de jueces, etcétera. Una de dos: o los italianos ya no creen en su propio sistema judiciario o, en realidad, poco les importa que Berlusconi sea culpable o inocente. Es el líder en un momento de desconcierto colectivo. El hombre de la providencia que sabrá aumentar las pensiones, sembrar Italia de gigantescas obras públicas, detener el flujo de inmigrantes y... reducir los impuestos. Houdini era un mutilado de guerra.

Alrededor de Berlusconi se ha creado una coalición de fuerzas que van del pequeño empresario del norte a grandes empresas que piden a gritos menos impuestos y más flexibilidad laboral. Coalición que engloba desde el vecino que ve la delincuencia crecer sin respuestas efectivas por parte del Estado, hasta el ciudadano de baja formación que suple su capacidad de entendimiento con sólidos prejuicios sobre inmigrantes, burocracia y política. Dan ganas de releer el 18 Brumario: la composición de las fuerzas que apoyaban la entronización de Luis Bonaparte no tuvo que ser muy distinta. Si entonces (en Francia) la amalgama fue el deseo de una autoridad indiscutible que diera libertad a grandes especuladores y pequeños bodegueros, ahora lo que tiene junta a la multitud berlusconiana es la cruzada contra impuestos, inmigrantes y sindicatos. He ahí los demonios que Berlusconi promete al país exorcizar.

Tan circense es todo este espectáculo que incluso a los conservadores europeos la figura del magnate televisivo italiano les resulta poco digerible. Una gran revista conservadora inglesa (The Economist) acaba de dedicar su cover story al personaje. Y en una ejemplar pieza de periodismo demuestra cómo Berlusconi no se encuentra en condiciones (ni judiciales ni morales) para gobernar a ningún país y, menos aún, a una de las grandes economías industriales del mundo. Y para no dejar dudas, concluye así: "La elección de Berlusconi como primer ministro sería un día oscuro para la democracia italiana y para el imperio de la ley". Amén.

Frente a esto, y para romper todos los límites de la sensatez (obviamente no es el caso de hablar de decencia), los partidarios de Berlusconi claman la injerencia extranjera. Reconozcamos que no es fácil ver The Economist como longa manus del comunismo. Y para colmo de la humillación de una tradición empresarial de otra dignidad respecto a los canales televisivos, Giovanni Agnelli, el patriarca de la FIAT, critica a la prensa foránea, otorgando una bendición de última hora a Berlusconi. Sigue el carnaval prelectoral, con sus fuegos de artificios y sus sorpresas.

Si Berlusconi fuera elegido el 13 de mayo, Italia sería gobernada por un indagado por varios delitos que convertiría (como ya hace) sus líos legales en temas de contienda política nacional. Con el efecto que es lícito imaginar en términos de legitimación de la magistratura. Para no hablar de un país gobernado por un individuo que controlaría prácticamente toda la televisión italiana, el grupo editorial más importante del país y gran parte del mercado publicitario. Y Agnelli se queja de que en el exterior se trate a Italia como república bananera. ƑEn qué país vive el senador Agnelli?