martes Ť 8 Ť mayo Ť 2001

José Blanco

Oposición enfermiza

Frente al desempeño de la economía mexicana han cobrado carta de naturalización extrañas maneras en un sector visible de los observadores y opinadores de los medios: las dificultades económicas son ahora motivo de celebración; a la par, se hallan a la permanente caza de los signos que permitan afirmar con vehemencia no exenta de giros histéricos que "las cosas están mal".

El móvil de estas conductas es claro: en primer lugar, quienes creen poseer la verdad absoluta sobre la conducción económica y, puesto que se hallan al margen de toda posibilidad de decisión ninguna, se colocan en la posición enfermiza de pugnar por hacer creer que las cosas están mal por definición, por originarse en una "política neoliberal"; en segundo lugar, quienes se ubican en una oposición política sistemática a ultranza: las cosas deben salirle mal al gobierno o al Presidente; es el único modo de entenderse como oposición. Puesto que padecemos una injusticia y una desigualdad ancestrales y profundas, siempre será posible vestir esa clase de oposición con las banderas de la justicia social: esas realidades serían, por definición, resultado de la "política oficial".

El drama es que tales posiciones abarcan también a sectores significativos de los partidos políticos y de las bancadas legislativas. En conjunto conforman un grupo trágico porque realmente sus posiciones desdeñan lo que ocurra a la sociedad, especialmente a los más necesitados.

Estas posiciones expresan deseos intensos de que la reforma fiscal termine en un fracaso, porque sería el fracaso "de Fox". Son las mismas posiciones que celebran, no tan soto voce, los signos de desaceleración de la economía o que el gobierno deba realizar un ajuste a su política de gasto, porque también es leído como un golpe contra el Ejecutivo.

La economía capitalista no puede vivir sino creciendo y el crecimiento capitalista es por naturaleza fluctuante. Los equilibrios inestables son su forma de ser. Existen fluctuaciones que operan en el largo plazo, y otras que lo hacen en plazos cortos, combinadamente. Denunciar el tramo de contracción del ciclo económico del corto o del largo plazos (no así, por supuesto, el tramo expansivo) equivale a denunciar los huracanes que anualmente se originan en el mar Caribe.

El equilibrio inestable se origina principalmente en dos condiciones de actuación del sistema: 1) en su operación descentralizada, lo cual implica que son millones y millones de personas las que toman decisiones que afectan en diversos grados al conjunto. Por ejemplo, cada persona decide día tras día y hora tras hora, si ahorra o no, si consume o no, y cuánto y qué cosas consume según sus circunstancias. El ahorro de todos financia la inversión del sistema, y ello debe ocurrir pese a las decisiones que cada cual tome sobre su propio ahorro. Cuando la descentralización tiene ese alcance, el resultado económico general es la resultante de millones de vectores, muchos de ellos contradictorios entre sí. En otros términos, la resultante concreta no se la propone ni puede proponérsela nadie.

2) El conocimiento sobre el acontecer económico por parte del gobierno y sus posibilidades de incidencia son limitados. El conocimiento siempre es sobre lo que existe, sobre hechos consumados. Distintos asuntos de la economía exigen mayores o menores plazos para ser suficientemente conocidos. Aun contando con tales plazos, diversos enfoques teóricos en economía arrojan resultados de conocimiento distintos. El punto medular es que la política económica opera siempre post festum. Más precisamente, opera sobre tendencias conocidas, no sobre hechos consumados. Pero además, sus posibilidades de incidencia aun sobre tendencias bien conocidas, son limitadas. En todo caso son eso: incidencia, no dirección absoluta.

Durante el siglo XX el progresivo conocimiento de la economía capitalista permitió ir afinando enfoques para el desarrollo de políticas anticíclicas. Si las tendencias son bien entendidas políticas así suavizan el ciclo, pero no pueden eliminarlo. Un entendimiento defectuoso de las tendencias puede llevar a acentuar el ciclo (ello ocurrió muchas veces en la historia). El debate, entonces, está allí, en el entendimiento correcto de las tendencias y en las mejores dosis de éstas o aquellas políticas para suavizar el ciclo.

En el caso de una economía subdesarrollada, en cierto sentido las cosas son más complejas. Debe establecer una política anticíclica --a veces ligada al ciclo de la economía desarrollada, como hoy en México--, y debe, además, impulsar políticas de desarrollo. El debate es más difícil. Las posturas se multiplican. Por ejemplo, es de los neoclásicos la posición según la cual la mejor política de desarrollo es ninguna política de desarrollo.

Un debate político sobre la economía requiere partir de esas bases elementales.