Lunes en la Ciencia, 7 de mayo del 2001
Inhibición emocional y problemas de salud Benjamín Domínguez Trejo y Yolanda Olvera López A nivel internacional, los especialistas en la salud humana reconocen que la inhibición emocional tiene consecuencias que pueden contribuir a elevar las alteraciones fisiológicas, sociales, cognitivas y conductuales. Lo anterior es atribuible a un tipo de interacción particular entre el individuo y su ambiente. En esta situación cada etapa de la vida está caracterizada por un número y tipo de adversidades o estresores ante los cuales todos reaccionamos: algunos se activan para escapar o luchar con ellos y otros actúan como si nada ocurriera. La inhibición emocional trae consigo el riesgo de una mayor "vulnerabilidad al estrés" y asimismo de trastornos de la salud; por ejemplo la hipertensión, la diabetes y otros. En este sentido, no importa la cantidad de estresores a que está expuesta una persona, sino cómo responde en un escenario particular ante ellos. Hasta donde sabemos un porcentaje elevado del estilo de respuesta de cada persona depende del aprendizaje; es decir, la persona adquiere gradualmente esta característica como ocurre con nuestros hábitos. Las percepciones dolorosas, los recuerdos traumáticos, los secretos amenazadores que están escondidos para el propio yo y que se bloquean desde la conciencia, pueden convertirse en la base para desarrollar malestar psicológico y somático. Se ha determinado que, al menos 50 por ciento de los pacientes que acuden al médico general no muestran alguna enfermedad orgánica identificable. Los pacientes que somatizan, que sufren por alteraciones en su cuerpo, no están dispuestos o no recuerdan sucesos traumáticos como para reportarlos; por lo que, recurren prolongadamente a la inhibición de tipo emocional. Los resultados clínicos de los últimos 15 años muestran que estos pacientes, mediante el bloqueo de sus emociones "negativas", sufren de las repercusiones de una mala regulación del sistema nervioso autónomo; así como, también de el riesgo de padecer trastornos neuroendocrinos e inmunológicos. Las quejas más frecuentes por trastornos somatoformes crónicos son: cefaleas funcionales vasculares, dolor muscular, de pecho, sin ninguna causa orgánica detectable. Con este tipo de pacientes Greenberg y Stone (1992) encontraron beneficios recurriendo a ejercicios de revelación escrita; es decir, personas que escribieron sobre sucesos traumáticos que habían mantenido en secreto para sí mismos por periodos incluso de años. Durante la evocación de estos recuerdos traumáticos parece disminuir la actividad en el área cerebral de Broca (área de mayor participación en la conversación de la experiencia subjetiva en el habla). Asimismo, hay un incremento de activación del hemisferio derecho, que es donde se ha ubicado el procesamiento más intenso de las emociones y las imágenes visuales. Las mediciones de la vulnerabilidad de la tasa cardiaca (presión arterial, frecuencia cardiaca/min y de temperatura periférica), presentan cambios muy rápidos hacia los valores normales en pacientes con dolor crónico después de "revelar" verbalmente sus emociones negativas, paralelo a un reporte de alivio o desaparición del dolor, en especial de los componentes afectivos (agrado-desagrado) en comparación con los componentes sensoriales (intensidad/incapacidad), como lo ha documentado ampliamente el Dr. James W. Pennebaker de la Universidad de Texas. En este sentido, la inhibición de la afectividad negativa por periodos prolongados está asociada con una mayor sintomatología, visitas médicas, cronificación de enfermedades y sufrimiento; y en el otro extremo la "revelación" emocional escrita o hablada puede contribuir de manera no-invasiva a disminuir las visitas médicas, el sufrimiento junto con un mayor reporte de bienestar, autocontrol y competencia inmunológica. El sentido común ha reconocido que la verbalización de un recuerdo emocional puede transformarlo y hacer manejable su importante carga emocional. Paralelamente los antiguos mayas incorporaron en sus prácticas de salud "el cuenta penas", hoy día una artesanía que de acuerdo con la leyenda permite que después de confiar una pena a un personaje representado por un rudimentario muñequito, la persona se sienta aliviada emocionalmente y de acuerdo con nuestras evaluaciones inmunológicas más cerca de los valores de normalidad, en cuanto a sus defensas biológicas (Domínguez y Vázquez, 2000). Los autores son, respectivamente, profesor en la Facultad de Psicología de la UNAM y maestra en la ESIME Culhuacán, del IPN |