LUNES Ť 7 Ť MAYO Ť 2001

Memoria de toreros gitanos

Lumbrera Chico

En un pueblo de Europa central, todos los miembros de la comunidad judía inventan una estratagema para escapar de las tropas nazis que avanzan por la región. Deciden comprar unos destartalados vagones de ferrocarril y un cacharro de locomotora que, mediante un ingenioso trabajo colectivo, convierten en un comboy idéntico a los muchos que en aquella época usaban las tropas de Adolfo Hitler para transportar a campos de concentración a sus declarados enemigos de raza.

Pero en vez de dirigirse a los temibles mataderos de Dachau o de Auswichts, los fugitivos se encaminan a la Unión Soviética de donde, ingenuamente, pensaban continuar a Palestina, ignorando que el antisemitismo de Stalin era similar al del Tercer Reich. Eludiendo mil y un peligros -la asechanza de las milicias antifascistas, por ejemplo, y desde luego los esquema de control de los alemanes-, los viajeros parecen a punto de lograr su sueño, cuando son interceptados por una columna de tropas nazis cuyos integrantes resultan ser una tribu de gitanos que tuvo la misma ocurrencia que los judíos.

Con música de Goran Bregovic, el genial compositor gitano que acompañó a Emir Kusturica, El tren de la vida, la cinta del romano Raduf Mihaileanu -que se exhibe actualmente en cuatro cines capitlinos-, fue uno de los temas que ayer entretuvo a un grupo de aficionados en el entre acto de las dos novilladas de triunfadores que pusieron fin a la primera etapa de la feria nacional del novillero Telmex 2001 en La Florecita.

Y ya que de gitanos trataba la charla -aunque nótese, la película aludida era sobre judíos-, no faltaron los viejos memoriosos que se acordaron al instante de los dos grandes, pero de verdad grandes toreros gitanos que fascinaron al público de México a finales de la década de los 20: Joaquín Rodríguez, Cagancho; y Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana, quien al término de la temporada mayor de 1929-1930, obtuvo el trofeo de la Oreja de Oro con un torazo llamado Como Tú de la ganadería de San Mateo.

Era tan honda y contagiosa la personalidad de estos dos artistas, que durante sus giras por Europa, donde los conoció antes de que ellos vinieran a México, el maestro Rodolfo Gaona adoptó un modo de hablar agitanado que, 20 años después le copiaría el maestro Lorenzo Garza, tan solitario hoy en día, en su pobre estatua junto a la Macroplaza de Monterrey, imponiendo una moda poco favorecida que a mediados de la segunda mitad del siglo XX fue imitada por Rafael Gil, Rafaelillo.

Puestos a revisar el breve inventario de los toreros gitanos o agitanados que han actuado en nuestros suelos, los sabios entonces trajeron a colación la pálida memoria de otros gitanos ibéricos, estos de aliento menor, como David Luvillano y Joaquín Cortés, pero la polémica estalló cuando rodó sobre la mesa el nombre de Rafael de Paula, amado por unos, desdeñado por otros, que tanto se asemeja en opinión de los eclécticos, a la imagen de Miguel Hidalgo en los billetes de 20 pesos.

[email protected]