Ť El PRD no surgió como un grupo, sino como expresión de un movimiento popular
Ni monopolismo de izquierda, ni partidos dentro del partido, advierte Pablo Gómez
Ť En el discurso por el 12 aniversario, reivindica a Cárdenas como la figura inspiradora
Ť Andrés Manuel López Obrador, Jesús Ortega y Rosario Robles, las notorias ausencias
JUAN ANTONIO ZUÑIGA M.
Eternizada en granito como una sirena de dos colas posada sobre una calavera, la última de las tres hijas del conde Santiago de Calimaya dejó de cantar unas horas su plegaria a la Virgen y, después de 260 años, escuchó atónita en el patio central de su casa: "En este partido --y hoy en su aniversario hay que recordarlo porque deberíamos estar orgullosos-- no se le calla la boca a nadie, y todos tienen la misma libertad de expresión para decir lo que piensan. Y yo creo que ningún otro partido puede decir lo mismo".
Bajo los escudos de armas de cuatro familias descendientes del conquistador Hernán Cortés --los Castilla, los Altamirano, los Velasco y los Mendoza--, el aplauso atronador al planteamiento de Pablo Gómez Alvarez, otorgado por unos 300 invitados al 12 aniversario del Partido de la Revolución Democrática, obligó a la convidada de piedra a mirar al orador.
"¿Partido?, ¿Revolución?, ¿democracia? ¿libertad de expresión?", se preguntó la noble joven que yace bajo las lápidas de una fuente erigida en su memoria por un amigo del sirviente que fue su amante, aunque por órdenes de su padre, quien la mandó asesinar al saber que estaba embarazada.
Palabras inexistentes a mediados del siglo XVIII, cuando el amor trágico tocó su vientre, mientras los condes de Calimaya mantenían limpia y reluciente una sala especial en el piso superior de esta casona, sin que decayera en ellos la esperanza de que algún día sus majestades, los reyes de España, visitaran la colonia. En contraesquina, sobre el pasillo, hay una capilla erigida en honor a la Virgen María.
Historia entre muros de piedra
Los reyes nunca visitaron la Nueva España. La construcción sobrevivió a los siglos, el nombre de la hija sacrificada ha quedado en el olvido, su historia como leyenda pasa de voz en voz, y ante la fuente donde su angelical rostro mira con devoción hacia una capilla mientras sus pequeñas manos tocan una guitarra de granítica madera, Pablo Gómez Alvarez actualizó, para sus correligionarios perredistas, la importancia de la historia.
Tal vez por la serenidad que impone esta edificación, el tono del orador fue suave aunque firme. Los presentes escucharon en silencio: "Al conmemorar un aniversario más de la fundación del PRD, tenemos que remontarnos a los momentos en los cuales se tomó la decisión de crear un partido. Se había producido el movimiento popular opositor más importante en lo que se llamó la historia institucional del país".
A diferencia de experiencias anteriores, en que el líder más destacado depuso su posición política e incluso huyó del país, recordó, "en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas evitó deponer su posición, se mantuvo dentro de México y convocó a la construcción de un nuevo partido político a todas las fuerzas que habían participado en el movimiento popular y democrático de oposición".
De ese pasado reciente, Pablo Gómez recuperó la identidad perredista: "Nosotros somos la respuesta al viejo sistema, al partido de Estado, a la antidemocracia convertida en sistema. Nosotros somos la respuesta a las aspiraciones que durante decenios, y a través de numerosos movimientos democráticos, se fueron gestando en el alma del pueblo mexicano".
Como el artesano que delineó la imagen de la tercera hija del conde Santiago de Calimaya, Gómez Alvarez cinceló sin discurso escrito lo que el perredismo pareció extraviar a partir de las fallidas elecciones internas de marzo de 1999. "No somos un partido artificial, no surgimos como un grupo. Surgimos como la expresión de ese movimiento popular democrático que, aun cuando se ha convertido en una parte del partido, sigue existiendo. Somos eso: su expresión."
Hasta Javier Martínez, el celoso guardián de la fuente que sirve de lápida a la frustrada amante y madre, abandonó por un momento su vigilancia para escuchar.
"Pero si somos en verdad la expresión de ese movimiento popular, quiere decir que tenemos un futuro porque ya tenemos un pasado, y también hemos tenido nuestros mártires por centenares, gente que perdió la vida y que no debe irse al olvido, que debe ser siempre recordada por nosotros. Porque también a ellos nos debemos y ellos dieron lo más que se puede dar a favor de una causa democrática y popular."
Dirigente estudiantil en 1968, preso político por el mismo motivo, integrante del antiguo Partido Comunista Mexicano, maestro de historia económica en la Facultad de Economía de la UNAM, fundador del Partido Socialista Unificado de México y del Partido Mexicano Socialista, varias veces diputado federal y ex presidente de la directiva nacional del PRD, Pablo Gómez Alvarez ha cosechado de su experiencia la enseñanza de "no confundir la política con los enredos" y valorar para su partido la sentencia de su camarada guatemalteco Luis Cardoza y Aragón: "El presente es un pasado con futuro".
Así, delimitó "la más complicada situación y el más grande reto" enfrentados por el PRD en los años posteriores a su fundación, aquel 5 de mayo de 1989: "Hacer un partido democrático en un país sin tradición democrática, donde la tradición no democrática permea a todos los organismos de la sociedad".
De ahí pasó a una autocrítica mesurada: "No hemos nacido impermeabilizados, porque eso no se puede. Nacimos en el medio en el que nacimos, y luchamos contra las tradiciones y contra las malas prácticas y la mala ideología que queremos superar".
Continuó: "Esa lucha es la más difícil porque no se trata de un combate alrededor de un proyecto, de una iniciativa, de un cambio, de una respuesta a una línea de desarrollo económico. No, se trata de algo que está permeando todo el tiempo a la sociedad. A veces nuestro debate en el PRD no se entiende y creo que en esencia nunca se ha entendido, porque no es nuestro país un país donde los debates políticos se den en los partidos en la forma en que se dan en el nuestro".
Luego desprendió una segunda característica del perredismo: "Si observamos la situación de América Latina, que son los países más parecidos al nuestro, observamos que México es la nación en la que las izquierdas se convencieron de que había que renunciar a muchas cosas a favor de la unidad, que la unidad era parte fundamental de las claves para desarrollar una fuerza democrática y popular capaz de ser de masas, capaz de ser de millones. Cuando se convocó a la constitución del PRD no se llamó sólo a los grupos de izquierda, se llamó a las fuerzas democráticas y populares que existían a lo largo y ancho del territorio nacional, muchas de las cuales nunca se habían organizado en un partido político".
Recuento de presencias
A esta casona, que hoy alberga al Museo de la Ciudad de México, acudieron casi todas las figuras del PRD: Cuauhtémoc Cárdenas y sus leales camaradas de campañas: Ildefonso Aguilar y Carlos Mandujano; Ifigenia Martínez, maestra de brillantes y hoy denostados economistas; el CEU histórico: Martí Batres, hoy coordinador de la diputación perredista en el Congreso de la Unión; Carlos Imaz, presidente del PRD del Distrito Federal, e Imanol Ordorika, activo integrante del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
También Amalia García, activa feminista inspirada en la modalidad izquierdista de Europa y presidenta de la directiva nacional de su partido; Jesús Zambrano, ex guerrillero y autocrítico sin concesiones, secretario general perredista; Lorena Villavicencio, incansable litigante electoral; Armando Quintero y su barroca militancia; René Bejarano, controvertido dirigente de masas en la capital; Agustín Guerrero, miembro del PMT de Heberto Castillo y hoy secretario general del PRD capitalino; Dolores Padierna, militante de truenos y combates, y titular de la demarcación Cuauhtémoc de la ciudad de México; César Buenrostro, Israel de la Cruz, y muchos más.
En cambio fueron notorias las ausencias de Jesús Ortega, coordinador de la fracción perredista en el Senado de la República; de Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno de la ciudad de México, y de Rosario Robles, su predecesora en ese cargo.
Mientras, Pablo Gómez tocó un aspecto medular de la contienda interna: el de quienes confunden la política con los enredos. "Los peligros de la sectarización no están superados --enfatizó-- y tenemos dos fuertes corrientes de sectarización. Una es la que considera al PRD como el único partido de izquierda, lo cual es completamente falso. Pero pensarlo así, o peor aún, no decirlo pero actuar de esa manera es muy peligroso, porque hace que el grado de unidad en las fuerzas democráticas y populares de México en un partido político, en el PRD, se desvirtúe y se convierta en una fuerza con pretensión monopólica.
"El PRD --añadió-- no tiene pretensión monopólica ni aspira a ser el partido único de las izquierdas de México, porque eso sería tanto como negar a otros la capacidad de hacer lo que nosotros mismos hemos sido capaces de hacer. Sería una contradicción irresoluble."
El otro conducto del peligro de la sectarización, precisó, es la tendencia a crear "partidos dentro del partido, oposición de la oposición, instrumentos de intereses menores y secundarios", en vez de "contribuir a un perfil de un partido en el cual cualquiera puede agruparse, hacer uso de su libertad de asociación, de expresión, de manifestación, y en forma simultánea ver al PRD como un partido que tiene grandes obligaciones para con su pueblo, su nación, su República y su Estado".
Obligaciones --remató-- "que no las puede tomar un solo grupo del partido".
Estado social y democrático de derecho
Amalia García siguió en el orden de los oradores con un planteamiento central. Sostuvo que "la idea fuerza" para reagrupar a los perredistas deberá ser "trabajar por un estado democrático y social de derecho".
De la sirena de dos colas posada sobre una calavera en la fuente que resguarda los restos de la tercera hija del conde Santiago de Calimaya pareció escurrir un poco de agua, cuando Agustín Guerrero pidió un minuto de aplausos en homenaje a los más de 600 perredistas caídos en la construcción de su partido.
Y desde su eterno aposento la joven tal vez reflexionó en que, de haber nacido en esta época, seguramente su padre no la habría mandado matar, pero quién sabe si le hubiera permitido leer Aura, de Carlos Fuentes.