JUEVES Ť 3 Ť MAYO Ť 2001
La guerra de las galaxias, nuevamente de moda con George W. Bush
El regreso de los halcones
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington, 2 de mayo. La guerra de las galaxias está nuevamente de moda con el presidente George W. Bush y su gabinete alertando a los estadunidenses de que las amenazas contra el país provienen de enemigos "de la libertad" que podrían decidir atacar con misiles a la nación que "detestan", por lo que es hora de invertir miles de millones de dólares preparando las guerras del futuro.
Mientras tanto, memorias incómodas de las guerras del pasado despertaron recientemente las pesadillas que tanto se intentan evitar en este país. Es el caso del ex senador y posible aspirante presidencial demócrata Bob Kerrey, héroe condecorado de la guerra de Vietnam, fue nota nacional al revelarse que la batalla por la que obtuvo la Medalla de Bronce fue, en realidad, una masacre de 20 civiles desarmados. Y más: hay otras memorias incómodas de posibles violaciones del código militar y de derechos humanos en Corea y la guerra del Golfo Pérsico.
Sin embargo, como indica el columnista Pete Hamill, las presas de estas pesadillas fueron gente que por lo menos estuvo en esas guerras y que, en el caso de Kerrey, regresaron para oponerse a las mismas.
Los políticos que preparan las guerras del futuro, los que ofrecen discursos como si hubieran sido grandes guerreros, presentándose orgullosamente como halcones para enfrentar con valentía a los enemigos de la democracia estadunidense, son los mismos que hicieron todo para evitar la pesadilla personal de una guerra.
Cuando era secretario de Defensa, el actual vicepresidente Dick Cheney visitó la zona de combate de la guerra del Golfo. Allí escribió un mensaje en una bomba que se arrojaría contra Irak: "A Saddam, con afecto. Dick Cheney".
Nadie sabe a quién mató esa bomba ni si eran niños, civiles o soldados. Pero esta gran expresión de machismo escondió el hecho de que Cheney consiguió cinco aplazamientos para realizar su servicio militar obligatorio durante la guerra de Vietnam, con lo cual evitó participar en ese conflicto, cuenta el columnista Michael Daly, del Daily News.
El reconocido periodista Pete Hamill, en su columna en el mismo rotativo, escribió que Cheney no fue una excepción entre el elenco de los encargados de promover las guerras de Estados Unidos. La lista de los encargados de "la defensa" de la democracia, pero que jamás participaron personalmente en las batallas, incluye al ex presidente Bill Clinton y a su sucesor, George W. Bush (quien hizo su servicio con la Guardia Nacional en Texas, para evitar Vietnam).
El senador y ex candidato a la vicepresidencia Joseph Lieberman obtuvo dos aplazamientos de su servicio militar, uno por ser estudiante, el otro por ser padre. El líder de la bancada demócrata del Congreso, Richard Gephardt, también optó por la Guardia Nacional para evitar los campos de sangre de Vietnam, igual que el ex senador y candidato presidencial Bill Bradley.
Pero aún más reveladores son los políticos republicanos de "línea dura" en asuntos militares, que aunque tenían más o menos la misma edad de Kerrey, evitaron ir a Vietnam. Entre estos: Newt Gingrich, hijo de militar, no fue a Vietnam; tampoco el senador Phil Gramm ni el ahora procurador general conservador, John Ashcroft, quien usó aplazamientos para no cumplir con su obligado servicio militar. En esos años cumplir el servicio significaba la buena posibilidad de ser enviado a Vietnam.
Cheney, después de obtener cinco aplazamientos, comentó que "tenía otras prioridades". Tampoco fueron Trent Lott, el ahora líder del Senado, ni los líderes de la Cámara, Tom DeLay, Dick Armey y Dennis Hastert.
Ellos son los que están promoviendo presupuestos militares sin precedentes, quienes deciden dónde enviar armas al mundo, dónde bombardear y cuánto (casi todos los días en Irak, por ejemplo). Son los que declaran las guerras, los que envían a jóvenes a campos de batalla "por intereses de seguridad nacional" y para "defender la democracia y nuestros valores".
Para ellos no hay pesadillas personales. Las evitaron para que otros tuvieran el placer de tenerlas el resto de sus vidas. Los que no conocen la guerra en carne propia están encargados ahora de decidir las guerras del futuro, o sea, la pesadilla de todos los demás.