JUEVES Ť 3 Ť MAYO Ť 2001
Orlando Delgado
ƑDe quién es la culpa?
El programa de reformas económicas, basadas en el Consenso de Washington, ha sido aplicado en prácticamente todo el mundo, gracias al impulso decidido de dos organismos financieros internacionales: el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Este programa se funda en una filosofía de libre mercado derechista, el neoliberalismo, que se aprovechó de requerimientos reales de modernización para desarrollar mercados sin la menor regulación, lo que en todos los países ha provocado rupturas del tejido social y una polarización en los ingresos que amenaza la cohesión y viabilidad de las sociedades en que se implantan.
La regularidad con la que se han presentado estos efectos perversos de la liberalización de los mercados demuestra que el problema está en el modelo mismo; por supuesto, en la aplicación que los diferentes gobiernos hacen del recetario neoliberal se han cometido errores descomunales, provocados por dogmatismos exacerbados, fenómenos de corrupción, prepotencia y soberbia. Nadie duda que, por ejemplo, en el proceso de liberalización del mercado bancario en México, iniciado con la modificación de toda la legislación financiera vigente y continuado con la privatización de los 18 bancos comerciales, la corrupción marcó el destino del proceso; pero tampoco es posible dudar que, aun sin corrupción, los bancos hubieran enfrentado una severa crisis provocada por una "euforia crediticia", llevada a cabo sin el menor control, violando descaradamente las "sanas prácticas bancarias". Los bancos enfrentaron ciertamente una crisis de concepción y una crisis de gestión, agravada por una instrumentación corrupta y descuidada del programa de liberalización.
El BM, a través de su presidente, James Wolfensohn, defendió en la reunión conjunta con el FMI los programas de modernización neoliberal impulsados en México y señaló que el organismo multilateral no es responsable de la pobreza, sino que ésta se debe a "los gobiernos pasados y a los problemas inherentemente mexicanos". El mismo Wolfensohn, que en diferentes foros expresó reconocimientos a los gobiernos priístas de Salinas y Zedillo por su conducción de la economía y su ejemplo internacional, ahora advierte que estos problemas "inherentemente mexicanos" están en "cómo se gobernaba el país en términos de la distribución demográfica y en términos de los pueblos indígenas, así como en términos de los sectores del país fuera de las zonas industriales principales" (La Jornada, 28/4/01, p. 22).
Pese a estas afirmaciones reveladoras agregó que "México no ha sido un fracaso, ha avanzado bastante bien" y los programas impulsados por el BM han sido útiles. El tema de fondo, por supuesto, no es si algún sector particular se ha beneficiado y mejorado su desempeño, sino el impacto social de la implantación de estas políticas que, sin la menor duda, ha provocado que porciones significativas de la población se hayan empobrecido críticamente en niveles que no tienen comparación en la historia del país. De modo que pensar que se ha avanzado bien es inaceptable, como reconoce el propio Wolfensohn, al decir que él no gobierna México y lo afirma categóricamente el hecho de que el número absoluto de mexicanos que vive en pobreza aumentó 38 por ciento en la década pasada, elevándose su participación en el total nacional 82 por ciento.
Esta apreciación de un desempeño económico desastroso fue ratificada por el electorado que decidió terminar con 71 años de priísmo y, particularmente, con los 18 años de priísmo neoliberal. Fox ganó las elecciones, pero el BM y el FMI saben bien que el proyecto neoliberal no ha cambiado y por eso lo premian con una línea de crédito contingente a la cual sólo tienen acceso los países que han impulsado "políticas sanas" y que hacen las cosas conforme se espera en esas instituciones; el secretario de Hacienda se vanagloria de que esta línea de crédito es un reconocimiento a las buenas prácticas económicas.
Los reclamos de los trabajadores frente al Presidente en el Zócalo son expresión de nuevos tiempos, pero también un reconocimiento, ciertamente diferente al del BM y el FMI: las políticas neoliberales no se aceptarán ni en materia fiscal ni en relación con la industria eléctrica. Los culpables de la enorme pobreza extrema son sus impulsores externos y sus operadores internos, antes priístas, hoy foxistas.