miercoles Ť 2 Ť mayo Ť 2001
José Steinsleger
Libre comercio y trabajo infantil
Para el capital depredador, la explotación laboral de las niñas y los niños tiene innumerables ventajas: se inserta en las actividades informales donde se refugian gran número de pequeños y en situaciones que las estadísticas oficiales callan u olvidan. El trabajo infantil ha existido siempre, pero entre el de ayer y hoy han cambiado las circunstancias y afecta en forma injusta a millones de niños latinomericanos.
La Organizacón Internacional del Trabajo (OIT) no se opone al trabajo infantil, entendido como un valor y una reivindicación social, cultural y moral. Por ejemplo, existen casos determinados, como la producción agrícola y artesanal tradicional, donde los niños realizan sus labores bajo la supervisión de sus padres.
Sin embargo, no es ese tipo de trabajo el que le preocupa a la OIT. En América Latina y el Caribe 30 millones de niños han dejado de concurrir a la escuela para colaborar con el gasto familiar. En este sentido, el juego de un niño indígena que a los cuatro o cinco años maneja un palo como un machete y simula que corta hierba, a los once o doce años maneja un machete de verdad pues para entonces ya debe ocuparse de labores agrícolas.
Y millones de ellos se ven obligados a trabajar durante jornadas continuas en condiciones de explotación y perjudiciales para su salud y desarrollo físico y mental, privados de oportunidades de recibir enseñanza y formación profesional o cuando deben trabajar en condiciones serviles.
A mediados de 1989, la OIT calculaba en 52 millones el número de niños trabajadores en el mundo y la ONU en 145 millones, según el tipo de trabajo. Para la OIT, 7 por ciento de los menores de 15 años trabajan mientras que en algunos países asiáticos la fuerza laboral infantil representa 11 por ciento del total y en Africa 17 por ciento.
La mayor parte de los 100 millones de niños del mundo que empezaron a trabajar en 1990 (población entre cinco y 14 años) estaban escasamente dotados en términos de salud, educación y formación profesional para acceder a un empleo productivo y bien remunerado que pudiera contribuir a mejorar el bienestar familiar.
En la pasada cumbre de Quebec, cuando 31 presidentes del continente apoyaron el proyecto de Estados Unidos para hacer en su backyard un Area de Libre Comercio de las Américas --ALCA-- ("el mayor escándalo ético posible en el campo económico", según el Consejo Mundial de Iglesias), fue omitida toda alusión al vínculo existente entre procesos de globalización económica y trabajo infantil. En caso contrario, hubiesen tenido que abordar la regulación de las relaciones de trabajo, nudo central de este proceso.
Y es que ante la competencia de mercados entre bloques económicos, la inversión en el ejército de niños latinoamericanos que trabajan (30 millones en 1995) promete ser uno de los aspectos más rentables del ALCA, ya que se trata de empleos informales que permiten violaciones en todos los sentidos: salud, educación, seguridad, capacitación, salario digno.
ƑQué es la explotación infantil? En Teatro del oprimido, el dramaturgo Augusto Boal narra el caso de un niño peruano que respondió con la foto de un clavo en la pared, símbolo que para él representaba el símbolo más perfecto de la explotación. Pocos le entendieron, pero los demás niños boleadores estaban perfectamente de acuerdo y conformes en que la foto expresaba lo que sentían frente a la explotación.
Como todas las mañanas y todas las noches, aquellos niños no podían estar acarreando, de la casa al trabajo, sus cajas y demás pertrechos de su profesión. Debían alquilar un clavo en la pared del negocio a un hombre que les cobraba por noche y por clavo.
Obligados a trabajar en tales condiciones, estos niños deben llevar una vida adulta prematura, condenados a un presente y a un porvenir que ni siquiera saben si es o será más cruel, pues se trata del único que conocen.