miercoles Ť 2 Ť mayo Ť 2001
Carlos Martínez García
Tequio laico
Los pueblos indios de México desde siempre han sabido combinar sus tradiciones con las propuestas, muchas veces impuestas, que les han llegado de fuera. Hoy sus formas de organización, gobierno, rituales y cultura son una intrincada red en la que se entretejen herencias precolombinas, costumbres implantadas por la Conquista y la Colonia, restos de los regímenes liberal y posrevolucionario junto con las innovaciones que han adoptado a lo largo del siglo XX. Asimilar, reinventar sus tradiciones, negociando cognoscitivamente con otras culturas ha sido su mejor forma de resistir los embates exógenos que por siglos han amenazado la viabilidad de los pueblos indios de México.
El tequio es un trabajo colectivo que se presta en beneficio de la población, que sigue vigente en las zonas preponderantemente indígenas del país. Como muchas otras tradiciones indias, los orígenes del tequio se remontan a las primeras décadas de la dominación española. De acuerdo con Luis Cabrera (sobrino del combativo Daniel Cabrera, quien fuera director del periódico antiporfirista El Hijo del Ahuizote, y donde el joven Luis inició su larga carrera de periodista crítico) en su poco valorado Diccionario de aztequismos, el tequio era un tributo que se pagaba en forma de faena o trabajo. Se usó por extensión al indio sujeto al pago de ese tributo. En las minas se usaba para describir la porción de mineral que el barretero debía entregar al amo como partida de su trabajo. Etimológicamente proviene de tequiotl, ejercicio de trabajo, o el trabajo mismo; derivado de tequitl, trabajo, faena o tributo. Francisco J. Santamaría (Diccionario de mejicanismos) coincide con Cabrera y agrega que el tequio "pesaba sobre los indios, esclavizados por los españoles, y a favor de estos mismos". Finalmente, en este brevísimo recorrido histórico etimológico del término, "el tequio era traer tablas de cedro y hacer los muebles que necesitara la iglesia" católica (Diccionario del español usual en México, El Colegio de México, 1996).
Conozco la polémica entre antropólogos sobre el génesis y desarrollo del tequio, para unos su procedencia es prehispánica y para otros estaríamos ante una institución producto de la dominación colonial. Aquí sólo nos referimos al tequio realmente existente en los pueblos indios contemporáneos, y cómo está siendo cuestionado por otros indígenas en lo que tiene de vinculación con realizar tareas forzosas en las que está en juego una identidad religiosa distinta a la tradicional. Los indios evangélicos, testigos de Jehová, y mormones, entre otros, no se niegan a participar en trabajos colectivos que sean a favor del poblado. Pero sí lo hacen cuando la faena comunitaria tiene un componente católico, como en los casos de fiestas religiosas o cooperaciones para ceremonias de eminente religiosidad católica. Al negarse a dar su fuerza laboral o recursos económicos en estas ocasiones las autoridades del poblado los coaccionan, multan, encarcelan y finalmente expulsan. Los autores de estas acciones argumentan que no se trata de un problema de intolerancia religiosa, sino de una cuestión económica. Nada más que están juzgando el problema por su manifestación última (no aportar trabajo y dinero), sin reparar en la causa de esa negativa: una convicción religiosa --no creencia en los símbolos católico romanos, mediados por la cosmovisión india-- que se manifiesta en una postura económica.
En grupos en los que la identidad religiosa es el centro que controla y da sentido a las manifestaciones culturales, políticas y económicas, es un error pretender que vayan contra sus principios religiosos diciéndoles que pueden creer lo que quieran, pero están obligados a cooperar para una festividad que tradicionalmente se concibe como natural o religiosamente neutra. No es así, y cuando se le mira desde fuera de la identidad religiosa tradicional, como es el caso de los indígenas no católicos, toda su composición religiosa católica aparece con nitidez. Por esto creo que la negativa laboral/económica de los disidentes tiene su explicación en la nueva identidad religiosa y que pasar por alto esta realidad es una simplificación en la que necesariamente los heterodoxos salen perjudicados. Ya antes dijimos que los indios que han dejado la religiosidad tradicional sí quieren trabajar colectivamente y cooperar a favor de sus pueblos, manteniendo una objeción de conciencia en faenas como las ya descritas. Ante la creciente diversidad religiosa en las zonas indígenas de la nación, cabe negociar la realización de trabajos benéficos para todos y todas independientemente de su credo. En estas condiciones hay que reinventar un nuevo tequio, el tequio laico.
En varias poblaciones indígenas de México han llegado a establecer nuevos pactos comunitarios, en los que se exime de ciertos trabajos y cooperaciones a los que profesan otra religión distinta a la católica. De común acuerdo han decidido desarrollar faenas alternativas en las que armonizan el interés del pueblo por dotarse de mejores condiciones y el respeto a las nuevas convicciones religiosas de un sector. Este tipo de experiencias muestran que hay nuevos horizontes construidos para la diversidad religiosa en los pueblos indios. Bien harían los caciques de Ixmiquilpan, Hidalgo, que flagrantemente están violando los derechos humanos de la comunidad evangélica, en comprender que su reducido entendimiento de los usos y costumbres no debe imponerse a un grupo que en ejercicio de su libertad de conciencia optó por otra identidad.