MIERCOLES Ť 2 Ť MAYO Ť 2001

Ť Con una sonrisa forzada, el mandatario escuchó consignas, abucheos y gritos irónicos

Ante Fox, un reclamo marcó la celebración del Día del Trabajo: ''šMéxico sí, IVA no!''

Ť Sonora silbatina al dirigente del CT, Leonardo Rodríguez Alcaine, en el Museo de Antropología

ROSA ELVIRA VARGAS

En discursos, en consignas, con abucheos y gritos irónicos Vicente Fox recibió ayer, en pleno rostro, el rechazo absoluto a su iniciativa de reforma fiscal. Su exitosa sonrisa quedó en una mal disimulada mueca ante un movimiento obrero que lo recibió con una exclamación unánime: ''šMéxico sí, IVA no!''. Y no le dieron tregua. Se lo dijeron en todos los tonos. En el acto conmemorativo del Día del Trabajo, donde el gobierno fue el anfitrión, no se oyó nada distinto -quizá sólo matices- de lo que en la calle los trabajadores repitieron hasta enronquecer: no al IVA en medicinas y alimentos; no a la política laboral y económica de este régimen.

Ayer, en el Museo de Antropología y ante la contundencia del reproche, el Presidente perdió el dominio escénico y esto lo llevó a caer en un lapsus que los trabajadores -quienes aun en medio de su arenga no perdían el hilo del discurso- le cobraron caro, cuando dijo que el objetivo es lograr un país ''en el que cada vez haya más... menos pobres''.

Sólo eso faltaba a esas alturas para que aquello acabara de descomponerse. De inmediato, el sector de la Unión Nacional de Trabajadores le lanzó un abucheo gigantesco.

''šSe lo acabaron!'', resumió uno de los líderes. Pero no quedaría ahí. Cuando todavía no terminaba Fox de despedirse de los dirigentes gremiales y suponía superado el trance de ser increpado por largo rato y sin consideración alguna, y se preparaba a usar su largo tranco para dejar el recinto, marcha_trabajo1escuchó la última: ''šSalario mínimo al Presidente, pa' que vea lo que se siente!''.

Era esa consigna, como muchas otras traídas de la más vieja lírica marchista y algunas de nuevo cuño, las que los telefonistas se encargaron de poner en boca de muchos en la ceremonia oficial: ''šFox, escucha, contra el IVA es la lucha!''. Y una más que se volvía ritmo y parodia foxiana: ''ƑCuándo rechazamos la reforma? šHoy! ƑCuándo rechazamos la reforma? šHoy, hoy, hoy!''.

A decir de quienes lo conocen y han cubierto su meteórica carrera política, el mandatario nunca había recibido tal dureza de trato en un acto multitudinario. Nunca le había ido tan mal, pues. Y enumeraban que ni como gobernador, como candidato o ya como Presidente había sido depositario de tantas y tan claras muestras de mordacidad.

Así, cuando trataba de enumerar los logros económicos de su temprana gestión con cifras sobre inversiones, creación de empleos o baja de precios, surgía una voz clarita que señalaba: ''šNo sé qué vamos a hacer con tanto dinero!''.

Y cuando, párrafos adelante, buscaba convencer de que su proyecto de nueva hacienda pública redistributiva ''no le costará a los que menos tienen, no le costará a los trabajadores'', la frase todavía estaba inconclusa cuando se oía entre el sillerío: ''šAjá!''. Y de nuevo el abucheo colectivo acompañado por la frase ''šIVA no!''.

En algún momento, Fox Quesada quiso recuperar su capacidad de improvisación desde el atril. Un pequeño grupo de mineros, ubicado en el área del Congreso del Trabajo, se lanzó con su propio y particular reclamo exigiendo la toma de nota paramarcha-trabajo1a su frustrado dirigente, Napoleón Gómez Urrutia, a quien desde el sexenio pasado la Secretaría del Trabajo le retiene el reconocimiento. Al escucharlos, el mandatario se inclinó hacia su derecha buscando ubicar a los autores de la demanda, pero no pasó de ahí.

Esta vez, además del coro de rechazo a sus políticas e iniciativas hubo dos solistas en el micrófono y en la misma sintonía. El líder del sindicato del Seguro Social, Fernando Rocha Larráinzar, primer orador, nada más para abrir boca le dijo a Fox que el cambio que ofreció con el nuevo gobierno no es tal, a juzgar lo hasta ahora visto; le dijo que en el ámbito laboral hay un distanciamiento con los compromisos que planteó como bandera de su campaña, y que la mejor manera de redistribuir la riqueza no es enviando cheques por correo.

El Presidente y los cariacontecidos miembros de su gabinete, como el artífice de la iniciativa fiscal, Francisco Gil Díaz; los buscadores de un infructuoso acuerdo de caballeros para esta ocasión, Santiago Creel y Carlos Abascal; el secretario de Educación, Reyes Tamez; el contralor Francisco Barrio, y los directores del IMSS y del ISSSTE, Santiago Levy y Benjamín González Roaro, respectivamente, apenas parpadeaban. Miraban fijamente hacia el auditorio, sobre todo al sector de la UNT, que sólo guardó silencio cuando habló Fernando Rocha para, acto seguido, lanzarse también sin compasión contra el segundo orador y símbolo de lo que para ellos es el charrismo sindical: Leonardo Rodríguez Alcaine.

Cuando tocó el turno al presidente del Congreso del Trabajo y líder de la CTM, por el antecedente de lo que había dicho en la Plaza de la Constitución se sabía que esta vez había depuesto su inveterada práctica de adulación al jefe del Ejecutivo. En efecto, también traía lo suyo, si bien no pudo evitar el mohín de decirle a Fox que ''mucho le hubiésemos agradecido su presencia'' en el acto de los trabajadores en el Zócalo, pues de ese modo se hubiese ratificado, apuntó, la ''tradición de solidaridad'' entre el gobierno y la clase trabajadora.

Y así le fue. El mal tino de abrir de esa manera su mensaje, más lo que ya de muina le traen desde hace mucho los miembros de la UNT, hizo que el discurso del veterano dirigente naufragara y que a casi nadie le quedara claro lo que contenía. ''šCállate!'', fue lo menos que le dijeron. Del área donde se ubicaban tranviarios, trabajadores de la UNAM, obreros de la Volkswagen y empleados del Metro surgían ruidosos: ''ƑCuándo despertaste, cuñado?''.

Pilotos y telefonistas intentaban frente a esto poner algo de orden, pero cuando Rodríguez Alcaine se equivocaba en la lectura arremetían de nuevo: ''šPero no te muerdas la lengua!'', le decían o le replicaban con sonoros e incrédulos ''šƑQué?!''. Y para despedirlo hacia su lugar se mofaron con el ya clásico y burlón: ''šQuiere llorar, quiere llorar!''.

A la distancia, quién sabe si en efecto La Güera querría derramar alguna lagrimilla. Sin embargo, luego de recibir las palmadas más bien conmiserativas que le dieron en la espalda Fox y el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, el líder proyectaba una imagen de desolación y tristeza. Como si de pronto en su onomástico número 82, que fue precisamente ayer, todos los años se le hubieran venido encima.

Otro reclamo también surgió ayer: Fuera Carlos Abascal de la Secretaría del Trabajo. ''šCórrelo, córrelo!'', le gritaban a Fox Quesada, cuando ya también los trabajadores de la UNT habían coreado en la propia cara del Presidente de la República, del funcionario y demás invitados: ''šMujeres a la oficina, Abascal a la cocina!'' y ''š Las mujeres al trabajo, Abascal se va al carajo!''

En la marcha de los trabajadores, la repulsa al funcionario tuvo también decenas de expresiones. Las intervenciones que recientemente han puesto al titular del Trabajo ante el juicio de la opinión pública, fueron las mismas que ayer se utilizaron para caracterizarlo como un gigantesco monigote con aureola en forma de signo nazi, un libro entre las manos y retratos de mujeres lapidadas. A sus pies, la caricatura llevaba un pequeño muñeco, un foxito, al que acompañaba una leyenda: ''Virgen de Guadalupe, hazme gringo, por favor''.

Para el jefe del Ejecutivo, los trabajadores de la sección 33 del sindicato de la Sedeso tuvieron ocurrencias más escatológicas y lo reprodujeron en una gigantesca efigie, sentado en un inodoro, abajo los pantalones -con los colores de la bandera de Estados Unidos- y tres leyendas alusivas: ''A la mierda tu plan Puebla Panamá'', ''Josefina, haznos viudos de tí'' y ''Te cagaste con el IVA''.

Fue así el primer Día del Trabajo para un gobierno surgido de la oposición que se ofreció distinto y justiciero, pero que apenas a cinco meses de ejercicio debió enfrentar el rotundo rechazo de la clase obrera a la reforma fiscal.

Ahí, los antagonistas de antaño mostraron que pueden, sin el control gubernamental, competir en ingenio, en creatividad y en mantas. Bastaba pasearse entre el contingente del CT, que ocupó a primera hora la Plaza de la Constitución, para encontrarse con una pancarta elaborada por la CTM que decía: ''Los trabajadores de México exigimos la renuncia de Fox por no cumplir las promesas que hizo en campaña''.

Más adelante, trabajadores de la llamada banca de desarrollo a su modo hacían acto de contrición y en sus mantas anotaban: ''Convencidos con mentiras votamos por Fox''.

Réquiem por el sindicalismo oficial

En los hechos, ayer se acabó el sindicalismo oficial. El Congreso del Trabajo y la Unión Nacional de Trabajadores expresaron en el Zócalo lo mismo que -con un tono quizá menos incendiario- repetirían más tarde ante el propio Vicente Fox. Los primeros apenas rompieron la disciplina y el buen comportamiento en ambos escenarios. De ahí en fuera, en el Museo de Antropología se mantuvieron impertérritos y ni siquiera hicieron el menor intento por defender a su líder Leonardo Rodríguez Alcaine.

Sin embargo, en la Plaza de la Constitución hubo alguna oportunidad para el desquite y el cobro de viejos pendientes, porque cuando tocó el turno de hablar al líder de los burócratas, Joel Ayala, de entre los contingentes de servidores públicos sonó fuerte el abucheo y los gritos de ''švendido, vendido!''.

Entonces, y sin que a nadie le resultara casual, los trabajadores ferrocarrileros, los que siempre han ocupado primera fila y los que rodean y protegen de quién sabe qué a Víctor Flores, su dirigente, activan sus atronadoras matracas y, de ese modo, los gritos de la disidencia contra Joel Ayala Almeida se pierden.

Cualquiera diría que para qué limpian la plancha de concreto, si de todas maneras se volverá a ensuciar. Pero en cuanto se van los trabajadores del CT, aparece el ejército anaranjado de empleados de Limpia y, en menos de una hora -tiempo justo en el que se se inicia el arribo de los contingentes de la UNT-, el Zócalo queda limpio.

Comienza entonces la segunda fase de la parada obrera, la del sindicalismo independiente que no depone su eterno divisionismo, aunque lo guíen las mismas consignas.

El Frente Sindical Mexicano, que agrupa sobre todo a los trabajadores del SME y del SITUAM, ocupa su templete en el ala sur de la Plaza de la Constitución, mientras que enfrente y sin detenerse desfilan los sindicatos de la UNT. Aquello se vuelve entonces una guerra. Sí, una guerra de bocinas.

Y fueron cientos de miles los que ayer, bajo una u otra sigla, llegaron al Zócalo. En la retaguardia, pasado el mediodía, apenas inician su paso frente a la Alameda las organizaciones civiles, los grupos pro zapatistas, los de Asamblea de Barrios, los del Cleta. Todos. Pero encabezando a éstos el Congreso Nacional Indígena.

Juan Chávez, purépecha, resume este día complejo: ''La respuesta que deben dar al pueblo es que reflexionen los que se equivocaron''.

Y es que ayer, primero de mayo, miles así se los demostraron.