LUNES Ť 30 Ť ABRIL Ť 2001
TUMBANDO CAÑA
Ernesto Márquez
La música afrocaribeña
MUCHOS LECTORES ME han solicitado que escriba "más a menudo", en esta columna sobre géneros músicales de nuestra América negra, ya que "son tantos los comentarios supinos de gente desinformada" que a diario se escuchan y leen que "sin tener un conocimiento pleno alimentan, ya no la desinformación sino la deformación de lo que se sabía y se tenía por cierto".
"HOY EN DIA -escribe Ramiro Eliseo, de Coyoacán- escuchamos de todo. Tenemos acceso a toda la música. Pe- ro la cuestión está en saber identificar lo que escuchamos".
EN ESE SENTIDO, diremos que de las múltiples formas musicales surgidas en América, cuyos componentes fundamentales son de indudable origen africano, se localizan tres grandes regiones geográficas y culturales bastante bien definidas y diferenciadas: el Caribe, Brasil y Estados Unidos. La más compleja es, sin duda, la del Caribe, y hablar de su cultura o su contracorriente en tan corto espacio no es tan simple como parece. Hay que pensar primero qué fue lo que las originó, en qué contexto se desarrollaron y las variantes surgi- das en el proceso de su desarrollo.
PONGAMOS POR EJEMPLO a Cuba, gran polo hegemónico en la creación musical caribeña, y allí nos encontramos con grandes complejos musicales como el del son del cual se registran más de quince variantes: changüi, son montuno, sucu-sucu, regina, bachata, guaracha, pregón, afro-son, guaguancó-son, bolero-son, songo, upa-upa (šuf!)..., además del complejo de la rumba (yambú, guaguancó, tahona, columbia), del danzón (del que se desprende el danzonete, el cha cha chá y el mambo) o el de de la canción en que se contempla la habanera, trova, guajira, criolla, bolero, bolero-filin y nueva trova.
ESO, INSISTO, TAN sólo en el caso de Cuba, pero tenemos también el de Puerto Rico, Dominicana, Haití, Jamaica, Trinidad y Tobago... y la parte continental caribeña que incluye Centroamérica, Colombia, Venezuela, Perú, Argentina, Uruguay, Brasil, México, el sur de los Estados Unidos y... en fin, que la tarea no es nada fácil. Así que les pediré un poco de paciencia ya que poco a poco, y de manera intercalada con otras notas, iremos desahogando cada uno de esos temas.
A MANERA DE introducción para empezar a hablar de la música afroantillana, (esa que se conoce como tropical en nuestro país) hay que empezar por analizarla con rigurosos cuidado y en el contexto global en que se ha desarrollado. Mal se le pueden señalar valores sin tomar en cuenta los marcos históricos y la interacción de la comunidad que la produce y disfruta, porque al olvidarnos de éstos le estamos negando su verdadera importancia y trascendencia.
POR LO TANTO, atender el estudio del folclor afroamericano nos obliga a partir desde el momento en que fue gestado. Es decir, a partir de la presencia del elemento africano en el continente nuestro.
COMO ES SABIDO este hecho fue consecuencia directa de la trata esclavista que comenzó en el siglo XVI y que tuvo como principales receptores las colonias europeas que requerían la mano de obra esclava que a todas luces era más barata y resistente a las infames condiciones laborales.
LAS SUCESIVAS OLEDAS de esclavos africanos provenían en su mayor parte de Africa occidental, de las naciones más cercanas a la costa, aunque los hubo incluso de regiones tan apartadas como Mozambique.
SEGUN LOS HISTORIADORES, las principales culturas oeste-africanas llegadas al Nuevo Mundo, que ejercieron mayor influncia fueron, basicamente: en Brasil, la cultura Yoruba (Nigeria), la bantú (Congo, Angola), la ewe-fon (Dahomey) y la malinga o mandinga del Sudán occidental (Malí, Senegal); en Cuba predominaron la yoruba junto a la bantú y la carabalí (Nigeria), con influencias menores dahomeyanas llegadas de Haití; en el propio Haití fueron los ewe-fon de Dahomey con algunas influencias sudanesas y de los fanti-achanti de la Costa de Oro (Ghana, Alto Volta). En Estados Unidos se disputaron la primacía las culturas dahomeyana y fanti-achanti, así como la bantú; en las Guayanas, Jamaica, las islas Bahama, la cultura fanti-achanti se mezcló con elementos ewe, yoruba y otros; en la Sudamérica de habla española fueron las bantú, carabalí y mandinga.
EL HECHO DE que millones de esclavos traídos a América pertenecieran a pueblos que hablaban distintas lenguas propició una especie de Babel panafricánica, cuyo único vínculo idiomático lo establecieron sus cultos religiosos y la música y danzas que constituían el centro de estos rituales.
SIN EMBARGO, ESTE vínculo sufrió demora ya que los valores adjudicados a un dios variaban de una nación a otra. En esa circunstancia los negros africanos tuvieron que unificar criterios para evitar hacer más compleja una situación que ya de por sí lo era.
LA MEMORIA COLECTIVA y la necesidad de un paliativo espiritual les hizo re-crear en las nuevas tierras los ritos a unos dioses lejanos que, por carencia de imagen, fueron suplantados o sincretizados por santos católicos como lo ejemplica la santería cubana, el vudú haitiano y la macumba y candomble en Brasil.
DE LAS PRACTICAS religiosas se empezó a desprender un caudal de músicas y danzas que se fueron enriqueciendo en la medida que los negros africanos interrelacionaron con los nativos indígenas y la cultura dominante de orígen europeo. Lo que explica que tanto en el Caribe insular como en gran parte de la zona continental de América se registre una enorme variedad de géneros musicales que para muchos resulta insólita e incomprensible.
EXPRESIONES MUSICALES QUE corresponden a una peculiar concepción del mundo que las hizo posible y que desde su nacimiento, por la determinación de sus características particulares han influido en todos los desarrollos musicales contemporáneos.
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