lunes Ť 30 Ť abril Ť 2001

Víctor M. Quintana S.

Que me perdone Raymond Chandler

El atentado contra el gobernador de Chihuahua, Patricio Martínez, ha suscitado en las últimas dos semanas conductas de autores de novelas policiacas en el propio gobernador, su partido y en la dirigencia estatal de Acción Nacional.

En las novelas clásicas del género, como las de Raymond Chandler, sólo el autor, omnisciente, dispone de toda la información del caso desde el principio. Se la dosifica al lector, para que el libro no se le caiga de las manos. Cuando hacia el final de la novela la información se ha completado, todos los episodios cobran un nuevo sentido, "caen todos los veintes" para el total placer intelectual y estético del lector.

Esta relación exasperante y maravillosa de las novelas policiacas pareciera que quiere reproducirse por parte de los actores-autores del gobierno y del principal partido de oposición en Chihuahua.

De regreso del hospital de Phoenix, Patricio salta a la palestra y arremete duro contra Vicente Fox y su gobierno. Se queja públicamente de la desatención y la falta de interés del Presidente por el atentado que casi lo llevó a la tumba. Cambia abruptamente la pitcheada, como se dice por acá, y lanza la hipótesis que lo convertiría en víctima de un complot del narcotráfico, enmendándole la plana a su secretario de Gobierno y a su procurador, que desde el primer día defendieron con todo la hipótesis de que la agresora Victoria Loya Montejano actuó sola.

El PAN responde con su propia novela. El diputado Cruz Pérez Cuéllar, dirigente estatal del blanquiazul, sube a la tribuna del Congreso del estado para atacar a su gobernador y defender a su Presidente. Y aventura una grave acusación: "el atentado contra el gobernador pudo suceder o por el combate al crimen organizado y al narcotráfico o porque sus funcionarios o él mismo están metidos en el narcotráfico". ƑBlofea o sólo desgrana las cuentas del collar informativo que le han de pasar sus correligionarios del gabinete foxista de seguridad?

Así, se trazan con nitidez los dos bandos: el gobernador y el PRI en una esquina y Acción Nacional en la otra, teniendo como seconds seguramente a algunos funcionarios federales. La oposición se torna irreductible, a la velocidad de un desplegado de prensa por día. No obstante la polarización, hay una asombrosa coincidencia en las estrategias de narrativa policiaca que desarrollan los dos bandos.

Ambos tratan de sacar el máximo provecho del escenario electoral que se vive en Chihuahua. Los tiempos de comicios son muy propicios para fabricar mártires y hasta vírgenes. Manejan también la misma estrategia de dosificación informativa: ni tanta información que revele todo lo que saben, ni tan poca que no logre demostrarse la perfidia del adversario. También comparten la estrategia de ocultamiento informativo: sustraen a la opinión pública datos claves: Patricio sobre el curso de la investigación y los hallazgos de su procurador; Acción Nacional sobre las razones de la evidente frialdad de Fox y los datos que tiene la Procuraduría General de la República (PGR).

Coinciden, finalmente, en el propósito último: dosificar la información al ciudadano-lector, no para que llegue al final de la trama y entienda el derecho y el revés de ésta, sino para que se sume a la descalificación sumaria del adversario y emita la sola conducta que a ambos les interesa: el voto a su favor el primero de julio.

Corrijo la comparación. En los buenos autores policiacos no hay una estrategia interesada, convenenciera hacia el lector: se le hace sufrir para luego brindarle la información completa que le permitirá reconstruir al final el bello edificio de la trama. Hoy, en Chihuahua, las cosas no son así. Ni el gobernador informa qué fue de la investigación de la Procuraduría del estado ni por qué no es válida la hipótesis de la agresora solitaria ni por qué no se ha pedido a la PGR que atraiga el caso. Ni Acción Nacional informa por qué se da, si no el desinterés, por lo menos sí la frialdad del apasionado Vicente Fox con respecto al atentado ni en qué basa sus alusiones a la posible vinculación del gobierno de Chihuahua y, más en concreto, del director de Gobernación, con el crimen organizado.

Que me perdone Raymond Chandler por haber comparado con su espléndida narrativa lo que se ventila ahora en Chihuahua. Aquí no se busca cautivar la razón del lector, sino simplemente jugar a los buenos y malos para ver quién saca mayor provecho electoral.