SABADO Ť 28 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Esa novela me impuso una disciplina férrea y demandante, asevera

Albedrío tiene como premisa el deseo que se modifica con las experiencias vividas: Sada

Ť Los escritores vamos perdiendo la guerra contra los libros rápidos, advierte

CESAR GÜEMES

Durante quince años la novela Albedrío, de Daniel Sada, durmió injustamente el sueño de los justos. Luego de que la publicara la empresa Lega y que no fuera distribuida, sin embargo, alcanzó a generarle a su autor una red de lectores firme entre quienes se contaron en ese entonces Juan Rulfo y Alvaro Mutis. Luego de casi tres lustros de que Albedrío apareciera, desapareciendo, hoy entra al fin en circulación bajo el sello de Tusquets.

-Parece que Albedrío fuera un libro de fundación dentro de tu obra: te consolida ante ciertos lectores, te ubica como un autor de prosa octosilábica y te vuelve autor de largo aliento.

-Es la novela que quiero más. En ese tiempo trabajaba de burócrata de las nueve de la mañana a las nueve de la noche. Tuve que inventarme un horario de madrugada para hacer esta novela. Descubrí que me servían más dos horas en la mañana que cuatro en la noche. Funcionaba, así que sada_daniel2me hice un estilo de vida monacal, ver a los amigos, ir al cine y al teatro se volvieron sólo actividades de fin de semana. De lunes a jueves iba del trabajo a mi casa, a dormir temprano para levantarme a trabajar en Albedrío. De esa forma pasaron tres años.

-Cómo, ¿pese al método disciplinado te implicó ese tiempo?

-Pues sí, y a veces me detenía. Para entonces contaba con dos libros anteriores y aún era un tanto disperso. Fue Albedrío la que me metió en una disciplina muy férrea y muy demandante. Me obligué a hacerla. Por eso la quiero tanto. El caso es que me fui de la ciudad de México, perdí el contacto con los editores y finalmente el director de Lega me invitó a publicarla, lo hizo pero la obra no circuló, fue un secreto a voces. No pasó nada con ella, salvo que la leyeron amigos y personas como Alvaro Mutis y Juan Rulfo, que había alcanzado a ver los inicios de la obra. El cuadro crítico que me generó esta novela es vasto pero realmente no tuvo difusión, un solo ejemplar iba cambiando de manos.

Definir el temperamento del narrador

-El manejo de los octosílabos en Albedrío, ¿era un problema técnico o ya los manejabas con fluidez?

-Si tuviera que esforzarme demasiado no escribiría bajo la métrica, tengo el oído muy acostumbrado y trabajo más por acentuación que por silabeo.

-¿Esos tres años de labor fueron de escritura o incluyen la creación del proyecto?

-Generalmente cuando me pongo a escribir tengo la historia resuelta de principio a fin, es en el proceso de escritura cuando cambian elementos o modifico la estructura del libro. Lo que más valoro es el punto de vista, después la estructura y finalmente el tema. Si está afinada la voz del narrador o si no me convence, vuelvo a escribir y a armar. Para mí el narrador es un personaje, tiene sus propios puntos de vista con sus fobias y afectos; si no defino cuál es el temperamento del narrador, aunque tenga la historia bien concebida, no me atrevo a continuar. Esas modificaciones a veces retardan mis libros, desde luego. Voy digiriendo con lentitud los escritos, rehago muchos capítulos, si no me convence el camino que tomé, retrocedo, en fin, nunca estoy del todo seguro de lo que sale sino hasta el final.

-¿De dónde viene tu apego por el modo de vida de los húngaros de entonces, seres errantes?

-Mi vida ha sido así, he habitado en muchos sitios. Nací en Mexicali, me fui a Coahuila, luego en Ciudad Victoria y Ciudad Mante, Tamaulipas, posteriormente de nuevo a Coahuila, más tarde el Distrito Federal y enseguida París, de ahí a Los Mochis, Culiacán, Zacatecas, Torreón, San Miguel de Allende y de nuevo la ciudad de México. Así que mi vida, sin que yo lo quiera, se ha visto impulsada por el deseo de huir. A veces quiero arraigarme en un lugar y resulta que no puedo, hay algo que me empuja a cambiar de estancia. Esta novela refleja esa condición itinerante. Claro, de niño me interesaban mucho los húngaros, precisamente porque no tenían un arraigo y porque incluso consideraban de mala suerte quedarse en un solo lugar. De modo que la novela tiene como premisa el deseo, si buscara un sinónimo para Albedrío sería deseo, un deseo que continuamente se modifica con las experiencias que se viven. Por otra parte, los personajes hablan a partir de sus experiencias, y su conocimiento de la vida es sólo a partir de ese sistema. Claro que las vivencias se modifican. Entonces tampoco hay pragmatismo o ideas fijas en su mente, sino que todo está sujeto a constantes y a veces flagrantes modificaciones.

-¿Se escribe igual en cualquier parte, no requieres de un espacio singular en tu casa?

-Desde luego que uno quisiera siempre las condiciones ideales para escribir, en tiempo y espacio, pero no ha sido mi caso. He escrito a 45 grados de temperatura lo mismo que a 10 bajo cero. En Torreón viví en el cuarto de servicio de una casa y ahí escribí Registro de causantes. Ahora tengo mejores condiciones, pero nunca han sido las ideales. Quisiera tener un estudio maravilloso, presumible, pero no lo tengo.

La combustión de la sangre

-Quizá no serías el mismo autor.

-A lo mejor sería otro tipo de escritor, es verdad. Mi trabajo se ha dado así, cambiante. Albedrío la escribí en condiciones muy estrechas, habitaba en un departamento exageradamente pequeño. El paisaje interior, sin embargo, no sentí que se me modificara.

-¿Después de Albedrío te quedó como recompensa extra la forma de trabajo disciplinada?

-Sí, soy muy trabajador. Pongo en mis novelas toda la carne al asador. Como diría López Velarde, no puedo publicar algo que no salga de la combustión de la sangre. Si diera a conocer todo lo que he escrito, tendría al menos veinte libros circulando. En el proceso de escritura he destruido al menos cinco novelas y dos libros de cuento. Entonces diría que soy muy exigente conmigo mismo, a grado tal que si la crítica me agrede, no lo siento tanto porque la autocrítica ha sido ya más radical y decisiva. El caso es que con todo y la disciplina no soy un escritor que produzca una novela por año, ni me interesa. No sé si le voy a ganar la guerra a los editores, pero sí sé que todos los escritores estamos perdiéndola contra los libros rápidos que se digieren a la velocidad de un refresco y una papas.