SABADO Ť 28 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Juan Arturo Brennan

Superestrella

Tres motivos, tres, me llevaron a ver la puesta en escena de Jesucristo Superestrella que actualmente produce OCESA. El primero, un auténtico y duradero gusto por la formidable música de Andrew Lloyd Webber. El segundo, un interés aún vigente por los temas centrales del texto de Tim Rice, es decir, la Pasión como política, el destino manifiesto como plan de campaña, el libre albedrío como espejismo, Jesús el Cristo como hombre. El tercero, una nostalgia preparatoriana cabalmente asumida. Si bien la impresión general de esta puesta en escena es buena, también da lugar a algunas consideraciones y reservas. La más importante de ellas, creo, es el asunto del texto y su traducción. Si se ponen óperas de Puccini en italiano y de Bizet en francés, Ƒpor qué no respetar el inglés de Lloyd Webber y utilizar el ya probado y efectivo método del supertitulaje? La muy mexicana costumbre de nunca poner un musical o una ópera rock en su idioma original es harto sospechosa, y habría que acabar con ella un día de estos, más temprano que tarde.

De esto se desprende que la traducción de Alvaro Cerviño es irregular; junto con algunos aciertos innegables, hay lagunas que se hacen más notables porque ocurren en los puntos más importantes, divertidos o controvertidos del texto de Rice. Así, se pierden algunos juegos de palabras, referencias culturales y anacronismos intencionales que son lo más rico del texto original. Sin ir más lejos: la explosiva y retórica cuestión central, Jesus Christ, Superstar, do you think you're who they say you are?, se convierte en la inofensiva Oh, Jesús, Oh Jesús, tu sacrificio nos dio más luz. Por cierto, cuestiono la validez de añadir al final de la obra una repetición (teatralmente efectiva, es cierto) de este coro, anulando el efecto dramático de la pieza instrumental Juan 19:41 con que la obra realmente concluye. La versión musical de esta puesta en escena, arreglada por el propio compositor, prescinde del complemento orquestal de la versión original, y todo queda en teclados, batería, guitarras, bajo y percusiones. El resultado es bueno, pero hay momentos en que se extrañan los cornos, las trompetas, las cuerdas y otros instrumentos acústicos, que en la actualidad parecen ser, inexplicablemente, mal vistos en el teatro. La buena noticia es que el grupo de ejecutantes es encabezado por una primera guitarra eléctrica de muy buen nivel, que desde los primeros compases de la obertura le recuerda al respetable que el asunto es rock, y no otra cosa.

Y ya que se habla de rock, es menester mencionar que no todos los cantantes se acordaron que JCS es, precisamente, una ópera rock, y no una secuencia de baladas soft. Erik Rubín sí se acordó, y logró un Judas creíble y con algunos momentos apropiadamente atormentados. Otro que en buena hora también se acordó fue Juan Navarro, y sobre todo en su última intervención, le dio a su Poncio Pilatos una dimensión sonora áspera y desgarrada, como lo manda la tradición. El resto del reparto, ni fu ni fa. Desde el punto de vista teatral, parecía que se trataba de dos obras distintas. El primer acto, plano, estático e inmóvil. En el segundo, el escenógrafo y el director de escena parecieron despertar, y propusieron una acción más dinámica y variada, con algunos momentos plásticos realmente interesantes.

La coreografía sufrió de la misma ambivalencia: cuando la danza se mantuvo fiel al espíritu camp de algunas de las producciones originales, ocurrieron cosas interesantes; pero cuando parecía copiada de algún videoclip del grupo Magneto, había que salir huyendo (o bailando). Aquí cabe anotar, por cierto, que al margen de sus mayores o menores habilidades histriónicas y musicales, todos los miembros del reparto parecen troquelados con el modelito de actor/actriz de telenovela clase ''B" de Televisa. Y ello, necesariamente, le imparte un generalizado y homogéneo tono light al asunto.

A la salida del teatro y de regreso a casa, una manía digna del diván psiquiátrico me hizo ponerme a imaginar repartos alternativos para JCS. A mitad del camino, aluciné una puesta en escena con Alex Lora como Judas, Fher como Jesús y Julieta Venegas como María Magdalena. Esta demencial idea me proporcionó media hora de sonoras carcajadas.