SABADO Ť 28 Ť ABRIL Ť 2001

SPUTNIK

Fiesta de teatro

Juan Pablo Duch

Moscu, 27 de abril. Dentro de la muy variada y rica en expresiones vida cultural de Rusia, el teatro ocupa un sitio muy singular. Sin temor a exagerar, para los rusos sentirse parte de "un grupo de gente en principio desigual, pero capaz de conmoverse por algo que conmueve, de llorar o reír al mismo tiempo", decía Nikolai Gogol al describir el impacto de la representación escénica en el espectador, es algo que no se puede reducir a una simple afición y, para muchos, realmente muchos, llega a convertirse en una auténtica necesidad.

Transmitida de generación en generación, con mayor o menor grado de dificultad por los estremecimientos políticos o los cataclismos económicos de cada periodo histórico, pervive aquí esta necesidad de ir al teatro, como quien va a un templo por convicción y decisión ajena a toda inercia dominical.

Las salas invariablemente llenas, de he-cho cualquier día de la semana y en el re-cinto de cualquier compañía de arte dramático, confirman que el teatro en Rusia no es prescindible, mientras sigan existiendo personas que se resisten a perder su identidad, para bien de este país y del futuro que se merece.

Esperanzador resulta el hecho de que el fenómeno de la afluencia de público se mantenga contra viento y marea, a pesar de que los ingresos económicos de la mayoría han sufrido una merma considerable en los últimos años y de que, por otro lado, para los teatros locales cada vez es más complicado obtener recursos para financiar su actividad.

En este contexto, y para disfrute de su conocedor público, Moscú está afrontando el reto de traer a 150 compañías de 49 países, que se presentarán aquí a partir de esta semana y durante poco más de dos meses, como parte de la tercera edición de la Olimpiada de Teatro (la primera fue en Delfos, Grecia, y la segunda en Shizuoka, Japón), que impulsa la Confederación In-ternacional de Asociaciones Teatrales y en cuyo comité organizador figuran, entre otros, la española Nuria Espert y el brasileño Antunes Filho.

Correspondió inaugurar este magno evento, y no podría ser de otra manera por su reconocido prestigio en el mundo entero, al Piccolo Teatro di Milano con una puesta en escena que ha hecho historia desde su estreno a fines de los 40, Arlecchino, servitore de due padroni (Arlequín, servidor de dos señores), de Carlo Goldoni, en la última versión del desaparecido Giorgio Strehler, tal vez el más grande di-rector de teatro de la segunda mitad del siglo pasado.

El lema de este festival, Teatro para la gente, es el título de unos de los libros del maestro italiano Strehler, fallecido en 1997, y cuya labor en la misma compañía milanesa continúa Luca Ronconi. Bajo la dirección de éste, el Piccolo ofrecerá I due gemelli veneziani (Los gemelos veneci teatro_copia anos), también de Goldoni.

Imposible reproducir, en esta columna, el programa completo del festival, que incluye 85 presentaciones de elencos profesionales y 46 a cargo de grupos de estudiantes de arte dramático, así como conferencias, mesas redondas y clases, impartidas por fi-guras de estatura universal como Peter Brook, Robert Wilson, Peter Stein y Christhoper Marthaler, entre muchos otros.

Pero para dar una idea del esfuerzo que esto significa, así como de la relevancia de sus participantes, conviene mencionar al-gunas obras que se podrán ver estos días en Moscú, sin demérito de las restantes.

Se esperan con gran expectación La gaviota, de Antón Chejov, en la lectura del director francés Luc Bondi y actores del Burgtheater, el Akademietheater y otras compañías de Viena; A dream play, de August Strindberg, con el elenco estelar del Stadsteatern de Estocolmo, dirigidos por el estadunidense Robert Wilson; Hamlet, de William Shakespeare, con actores de compañías rusas y alemanas, bajo la dirección del alemán Peter Stein.

El director británico Declan Donellan ofrecerá su versión de Boris Godunov, de Aleksandr Pushkin, con cantantes de ópera rusos, ingleses y franceses; el maestro ja-ponés Tadashi Suzuki también montará una ópera, Visión de Lear, del compositor Toshio Kosokawa e inspirada en la obra de Shakespeare, y adicionalmente hará una adaptación de Edipo rey, de Sófocles.

Dos obras que asimismo centran el interés del público local son Hércules furioso, de Eurípides, dirigida por el griego Theodoros Terzepoulos con el Teatro Athis de Atenas, y Otelo, de Shakespeare, con el teatro lituano Meno Fortas de Vilnius, bajo la dirección de Eimuntas Nyacrosius.

En el capítulo de teatro experimental, es mucho lo que se podría destacar como El maestro y Margarita, de Mijail Bulgakov, por el teatro búlgaro La Strada de Sofía; Crónica de una muerte anunciada, de Ga-briel García Márquez, por el Teatro Nacional de Bogotá; y Hashirigaki, de Heiner Goebbels, por el Vidy-Lausanne E.T.E, el Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo y el Teatro Hebbel de Berlín.

Paralelamente, calles y plazas de la ciudad se vuelven escenario para espectáculos callejeros a cargo del grupo catalán Els Comediants y otras 26 compañías extranjeras, habrá un magno desfile de artistas, payasos y conjuntos de danza que recorrerá la céntrica calle Tverskaya, y en el parque Kolomenskoye, antigua residencia de los zares, el Teatro Ecuestre Zíngaro, del francés Clement Marti, mostrará un espectáculo, calificado de "homenaje a la belleza del caballo", con música de Igor Stravinsky y Pierre Boulez.

También, como es obvio, tendrán presencia destacada los mejores exponentes del teatro de Rusia, de larga tradición, tanto de la capital como de provincia, que harán una importante contribución a que se viva en Moscú el ambiente de una verdadera fiesta de teatro.