Espejo en Estados Unidos
México, D.F. viernes 27 de abril de 2001
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Editorial
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 POWELL: SINCERIDAD E INCOHERENCIA

SOLEl secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, reconoció ayer, ante una subcomisión del Congreso de su país, que "el verdadero problema" de los países andinos productores y exportadores de droga, especialmente cocaína, "es causado por lo que ocurre en las calles de nuestras grandes ciudades", en alusión al enorme mercado que los consumidores estadunidenses representan para los estupefacientes ilícitos y para las mafias que los producen, refinan y transportan. 

El funcionario destacó que el uso de drogas no se circunscribe a jóvenes ni a sectores pobres, sino que permea todo el espectro social de Estados Unidos, incluidos el próspero gremio de los abogados y el mundillo de los actores famosos. 

Si se considera que en el entorno político de Powell, conservador y republicano, el problema del narcotráfico suele ser percibido en forma paranoica, como si se tratara de una conspiración extranjera para envenenar a la juventud estadunidense, las declaraciones de ayer del secretario de Estado constituyen una notable expresión de honestidad y lucidez, por más que sea posible detectar en sus palabras cierto dejo de sesgada reprimenda moralista contra el actor Robert Downey, quien esta semana protagonizó en Los Angeles un escándalo por consumir drogas en plena calle. 

La sinceridad, sin embargo, no parece dar paso a la congruencia. Si el jefe de la política exterior estadunidense reconoce que el componente central del tráfico de drogas es el elevado consumo en su país, cabe preguntarse qué sentido tiene el empeño policiaco-militar de Washington contra los cultivos de hoja de coca en tierras sudamericanas. 

Si, como lo admite Powell, el problema fundamental se encuentra en las calles de Estados Unidos, la aplicación del Plan Colombia es improcedente y el Departamento de Estado tendría que retirar su apoyo a ese programa peligroso, desestabilizador e injerencista. 

Si ello no ocurre tal vez se deba a que dicho plan y, en general, la política antidrogas que Washington proyecta hacia América Latina, tiene como propósito real ejercer un control político inconfesable para preservar una hegemonía geopolítica que no se justificó nunca y que, desde la extinción del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, ha perdido toda argumentación.

 

 

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