JUEVES Ť 26 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Decepción de organización no gubernamental

Acepta la Corte Suprema rusa que la "delación anónima" es encomiable

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 25 de abril. Preocupante en tanto confirma los vientos que soplan aquí desde el Kremlin, la Suprema Corte de Rusia desestimó la demanda presentada por la prestigiada organización no gubernamental local Movimiento por los Derechos Humanos, en el sentido de que la "delación anónima", promovida como algo encomiable por el Servicio de Seguridad del Estado, el FSB, se presta a arbitrariedades y es violatoria de las libertades individuales.

La decisión echa por tierra la resolución del Soviet Supremo de la Unión Soviética, que en 1988 había establecido que los órganos de seguridad del Estado no podían to-mar en consideración denuncias cuyos au-tores no se identificaran debidamente, co-mo elemental medida para evitar abusos.

A partir de ahora, 13 años después del franco declive soviético, cualquier ciudadano puede delatar a su vecino, con razón o sin ella, haciéndole la vida de cuadritos has-ta que el FSB determine, tras una investigación que resultará extenuante, que la sospecha carece de fundamento.

Este aspecto, sumado al amplio margen que deja a la imaginación del propio aparato represivo del Estado para encontrar un pretexto que permita perseguir a cualquier individuo, motivó que los defensores rusos de los derechos humanos apelaran a la Su-prema Corte.

Su petición es tan sencilla como, al parecer, inalcanzable, y se reduce a anular la normativa interna del FSB, que sanciona iniciar una investigación "a partir de una denuncia anónima sobre un crimen que se va a cometer o ya se cometió, o sobre personas que van a cometer, están cometiendo o cometieron un crimen".

En otras palabras, basta con una llamada anónima para que cualquier ciudadano se convierta en potencial sospechoso, estiman defensores rusos de los derechos humanos.

La Suprema Corte no piensa lo mismo y le da la razón al FSB, que considera que las delaciones anónimas contribuyen a combatir la delincuencia y a prevenir atentados, en la medida en que cualquier denuncia merece ser verificada.

Quien se oponga a esta tesis, corre el riesgo de ser catalogado de potencial cómplice de los terroristas chechenos, por ejemplo.

Vasili Shegela, representante del FSB an-te la Suprema Corte de Rusia, afirmó que el año pasado el Servicio Federal de Seguridad recibió 592 denuncias anónimas, de las cuales 168 resultaron ciertas y permitieron esclarecer delitos graves.

Shegela no dijo que pasó con las 424 personas que sufrieron una persecución injusta y, de hecho, fueron víctimas de infundadas calumnias.

No hace falta ser un gran conocedor de la historia de este país para que vengan a la memoria los excesos que pueden derivarse de las delaciones anónimas.

Como prototipo extremo de lo que ya su-cedió, emerge la "hazaña" de Pavlik Morozov. Presentado por la propaganda estaliniana como "símbolo de lealtad a la patria, de honestidad y de valentía en la lucha contra los enemigos del poder soviético", el pequeño Pavlik denunció a su propio padre.

Pionero ejemplar, de creer la versión oficial, Pavlik no pudo soportar que su padre fuera kulak, campesino que acabó fusilado por negarse a compartir con otros habitantes rurales unos cuantos costales de harina que había escondido para dar de comer a sus hijos, Pavlik incluido, en los tiempos de la hambruna.

El 3 de septiembre de 1932, otros kulaks asesinaron al "valiente pionero" y miles de niños se sumaron a su noble causa, se decía. Casi 70 años más tarde, bienvenido sea quien siga los pasos de Pavlik Morozov, parece exhortar el FSB.

Actitudes como ésta, hacen que los rusos, adictos al sentido del humor como válvula de escape a sus preocupaciones, endilguen a los servicios de seguridad incluso las ma-niobras más inverosímiles.

De este modo, y según uno de los rumores --o bromas, tal vez-- que más se escuchan estos días en Moscú, la creciente presencia del FSB fue determinante en la elección de la flamante Miss Rusia 2001, como supuesto capricho del presidente Vladimir Putin. La ganadora del concurso de belleza, Oksana Fiodorova, resultó ser teniente del Ministerio del Interior y originaria de San Petersburgo, la ciudad natal de Putin.

Desde los 177 centímetros de su estatura, la curvilínea Fiodorova niega cualquier in-tervención del presidente en su triunfo y dice, con la candidez de una reina camino de convertirse en modelo, que "el único Vladimir que conozco es un empresario".

Las bromas se originan en un contexto insoslayable. Y eso ya es menos gracioso. Lo quiera o no, Oksana Fiodorova es uno de los "personajes positivos" que, a juicio del Kremlin, deben personificar el ejemplo a seguir por las nuevas generaciones.

A cambio, también por casualidad, no es malo que en términos de imagen la mujer más bella del país proclame que Putin "es muy inteligente, decidido, joven y trabajador incansable".