miercoles Ť 25 Ť abril Ť 2001
Luis Linares Zapata
Reciclaje de políticos
Los cuatro contendientes por la Presidencia de la República tratan de encontrar nuevas posiciones dentro del panorama político del país. Uno, el triunfador de la elección, por rellenar el trascendente y complicado perfil de presidente y bajar el conjunto de sus promesas de campaña al terreno de las concreciones. El meollo de su nueva trayectoria se encuentra, por ahora, y con precisión cada vez más nítida, en su habilidad para agenciarse lo que más falta le hace para cumplir con su cometido: los recursos financieros que le permitan dar inicio y sostener los programas que rellenen el cambio de régimen entrevisto y deseado por los votantes.
Otro, Cárdenas, el tercero en la disputa, hace todo su esfuerzo por volver a ocupar el centro alrededor del cual pueda girar, de nueva cuenta, su partido, el que fundó con el auxilio de otros varios. Renuente a dejar el papel protagónico que juzga propio por méritos en campaña, la actualidad lo encuentra peleando, a brazo partido, por alcanzar la avanzada que definirá, en estos días, la ruta ideológica de los perredistas.
El que fuera segundón en la disputa por el favor ciudadano, el gran perdedor de la competencia, el que puso punto final a la continuidad priísta en el Poder Ejecutivo federal, trata, en un rejuego continuo de pantallas, fintas, forcejeos y grillas, de erigirse en el factotum tras bambalinas de su partido. A la más añeja usanza de la cultura que lo medio formó, Labastida emite intermitentes, indirectas, pero inconfundibles señales de querer ocupar aquel mando indisputado del cual emanaban las instrucciones terminales para el PRI. Las que provenían del líder nato, del primer priísta, del número uno, y ahora ser él quien posea la luz que tire la línea, que marque destinos personales y defina caminos para la que sigue siendo la mayor fuerza política de México en estos días.
Y, por último, el colero, Rincón Gallardo, el que estuvo a punto de sobrepasar esa mínima raya de 2 por ciento, de hacer la chica y obtener para el PSD su registro definitivo, se ocupa ahora de rehacer sus esperanzas y comerse esa ambicionada tajada del pastel electoral que se forma en el centro izquierda del espectro social de la nación. Poco caso le hace a las tajantes señales dadas por los electores de no aceptar más de tres partidos, de apostarle sólo a aquéllos que tienen real oportunidad de manejar los asuntos nacionales. Las comparsas, los buscadores de alianzas ventajosas, los goznes en los empates legislativos, por mandato inequívoco van quedando fuera.
Armado con su reformón, Fox se lanzó, como verdadero cruzado, a la búsqueda simultánea de apoyos en tres frentes cruciales: los votos legislativos, la aprobación y la voluntad de los ciudadanos y al encuentro de las burocracias partidarias que podrían apoyarlo en su firme intento de recaudar fondos. Fondos que le permitieran, como Presidente del cambio, contar con los recursos indispensables para hacerlo una realidad actuante y no sólo un espejismo derivado de los ardores de aquella su rampante campaña, ya tan lejana como el dilatado lapso de los cuatro agitados y confusos meses de su administración.
A pesar de contar con la venia del mercado (y lo que ello signifique), que da por descontado el pase de la reforma fiscal, su marcha ha sido interrumpida por la intemperancia de los perredistas, el desconcierto de los priístas y las mohínas de no pocos de sus colegas panistas que no quieren aceptar, y menos cargar, con el pesado fardo de los costos políticos que ella implica.
La parte medular de su estrategia, el recurrir directamente, sin intermediarios, a la simpatía y apoyo de los mexicanos a través de los medios y la propaganda, no le dio a Fox el resultado esperado. La reforma está siendo destrozada y las pretensiones de exprimir a sólo a una parte de los contribuyentes, los de siempre, sufrirá modificaciones de consideración. Pero, aun si Fox llegara a conseguir todos los ingresos fiscales que pretende, el monto de los compromisos adquiridos por los errores pasados es de tal magnitud que requerirá de esos haberes, y otros adicionales, para hacerles frente.
Ahora los panistas, y Fox con ellos, tendrán que sufrir las consecuencias de los apoyos otorgados al neoliberalismo vigente desde hace 18 años, al Fobaproa, a las modificaciones a la seguridad social (IMSS), al costo de atraer divisas a como dé lugar, a subsidiar a grandes grupos, solapar errores y a las privatizaciones amañadas. Navegar, como economía, con un déficit fiscal de 4 por ciento del PIB requiere de prontas soluciones y alivios antes de naufragar en crisis recurrentes, porque lo propuesto en el reformón sólo alcanza para reducirlo a 2 por ciento, si bien va.
La suerte tanto de Cárdenas como de Labastida para, cada quien a su modo y posibilidades, seguir en la vida activa de sus respectivos partidos, mucho va a depender de la energía y decisión de los respectivos militantes para volverlos a aceptar como figuras clave, activos indispensables, voces autorizadas o guías morales, que tanto daño han causado a la vida democrática. La diferencia entre ellos es menor. Si acaso el papel del ingeniero sea más abierto, pero ambos, para prevalecer, exigen obediencia y subordinación a sus correligionarios. Dependerá de ellos doblegarse.