MIERCOLES Ť 25 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Pobladores de Guadalupe Tepeyac preparan su regreso
Todavía lejanas, la paz y la reconciliación en Chiapas
Ť Retenes y campamentos militares sólo cambiaron de lugar
HERMANN BELLINGHAUSEN
Guadalupe Tepeyac, Chis. 24 de abril. Los pobladores originarios de esta comunidad se preparan para regresar. Primero tienen que limpiar. Luego reconstruir. Hoy bajaron de su nuevo poblado, en las montañas, cerca de un centenar de labriegos tojolabales a chaporrear la vegetación que cubre casi por completo las ruinas de Guadalupe Tepeyac. "Vamos a ver qué quedó de la instalación de agua que teníamos", refiere Fidel, un padre de familia y fundador de la comunidad.
"Tenemos que ver también cómo le vamos a hacer para levantar los techos, hacer las casas que se cayeron y levantar otras más, porque ora somos más familias que cuando nos fuimos al exilio", agrega. "Esperamos el apoyo de la sociedad civil. Nos dijeron que van a participar con nosotros. A ver". Por lo pronto, hace varios días se instaló un campamento de paz, inicialmente con ocho pacifistas estadunidenses, al que se podrán agregar caravaneros y otros buenos brazos. Los campamentistas iniciales enviaron recientemente una carta a la ONU llamando la atención sobre el "caso Guadalupe Tepeyac", como ejemplo de los estragos causados por la militarización del campo chiapaneco.
Los indígenas esperan permanecer aquí unos cuatro días, "limpiando" los terrenos que están a punto de recuperar. "Estamos revisando que no hayan dejado ningún peligro los soldados, que pueda explotar o sea veneno, pues. Lo vamos a investigar bien", dice Fidel al inicio de la faena que llevan esperando seis años, dos meses y 15 días. Desde el 9 de febrero de 1995, los tepeyaqueros han vivido en éxodo y exilio, mientras el Ejército ocupaba sus tierras y su comunidad de manera, se decía, "definitiva".
Los campesinos revelan que no hablarán con los representantes del gobierno federal, tanto de la Sedeso como de la Presidencia. "Todavía no tenemos ese acuerdo en el pueblo", explica Fidel, quien se manifiesta contento, aunque lo dice con una cautela casi triste. Cuando salió de estos parajes de la cañada de Las Margaritas, aquel febrero, era sólo padre de familia. Hoy tiene nuera, yerno y nietos. Por eso, las 82 casas originarias no serán suficientes, se necesitarán otras más.
La tercera fundación de Guadalupe Tepeyac todavía tiene un trecho largo por recorrer. Por lo pronto, los terrenos donde el Ejército construyó su cuartel y su colonia están el poder de la Sedeso, y "legalmente" son del gobierno federal, pues el presidente anterior tuvo a bien expropiar esas tierras por decreto, así que, por lo pronto, no pertenecen a sus verdaderos dueños.
Teniendo como fondo la dromedaria giba del cerro Tepeyac, que se alza detrás del hospital y sirvió de atalaya a las fuerzas de ocupación, los tepeyaqueros le dan al brazo chaporreador con la doble fuerza de la indignación que aún no se disipa y la esperanza que se abre paso en su ánimo. Pero el regreso de la población no es inminente, hay que levantar de nuevo el pueblo, que ya no será el mismo, aunque algunos cascarones de material alcancen a ser recuperados.
El templo será edificado nuevamente, en la misma loma donde estuvo, y la escuela, cuyos recintos han servido estos años de puesto policiaco, campo deportivo para los soldados, burdel de usos múltiples y finalmente basurero, también requiere una completa reconstrucción. "Además, ora tenemos más niños, hacen falta más clases". Cabe agregar que muchos niños y jóvenes deberán recuperar el tiempo consumido en esa otra escuela, la del exilio. La de la vida.
Ahora, las rejas del que fuera cuartel, en las afueras de la comunidad, se abren de par en par a una desolación profusamente reforestada con pinos, que no dejan de resultar extraños en plena selva. Eso, y una calzada ancha, pavimentada en concreto que atraviesa el predio, lleno ahora de caminos de terracería y grandes caries en los terrenos donde fueron desmanteladas y arrasadas las instalaciones castrenses que hubo hasta hace unas semanas, es la herencia de la militarización. Y un edificio de dos plantas y gran tamaño, vacío, con el cual la Sedeso no sabe qué hacer, y afirma que lo "decidirán las comunidades", un interesante plural, pues las tierras pertenecen originariamente sólo a una comunidad.
El lugar se encuentra transformadísimo. Lo que era un paraje abierto, con guayabos, y una explanada, hoy parece un bosque urbano, donde no se reconocen los contornos. Se borró por completo la fisonomía de lo que fue una ladera convertida en graderío de un gran auditorio al aire libre. No queda la menor huella de la biblioteca, del cuarto de cómputo, de los albergues, el escenario y el consultorio que antes hubo en el primer Aguascalientes, que fue entregado por el EZLN a la sociedad civil en agosto de 1994, durante la primera Convención Nacional Democrática, celebrada aquí.
En los alrededores, la selva hierve de grillos, aves y sonidos varios que producen un cierto estruendo, como un coro a la Giorgy Ligeti, señal de tierra viva. Sólo en el Aguascalientes reforestado y urbanizado, la naturaleza guarda silencio. Los basureros que se encuentran no lejos se siguen llenando de zopilotes en horas diurnas.
La colonia habitacional castrense ubicada en dirección al anexo El Carmen es otra cara de la misma desolación. Una calle asfaltada, unas cuantas construcciones de material, una cicatriz de piedra y hierro sobre esta tierra que se despereza y quiere renacer. Cuántos niños pisarán por primera vez el pueblo donde les correspondía nacer. Donde crecerán, una vez que Guadalupe Tepeyac haya sido restituido a sus pobladores y dueños.
En luna nueva, las comunidades rebeldes emprenden otra empresa: recuperar las tierras y las casas de Guadalupe Tepeyac, símbolo de la resistencia que duró más que el gobierno zedillista, causante del sufrimiento de las familias expulsadas por la ofensiva militar con que inauguró formalmente su sexenio.
Como lo pone Fidel: "Todavía no tenemos el tiempo de descansar". Ni lo tendrán en el futuro inmediato.
Tensión y "recalentamiento" social
Mientras la militarización de la zona de conflicto no ha disminuido un ápice, no obstante versiones en contrario de la información oficial y de la oficiosa, los retenes militares, tanto fijos como móviles, han reaparecido en los accesos a la selva y la región fronteriza. Al son de "estamos aplicando la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos", en diversos puntos los soldados controlan día y noche el paso de vehículos.
Se respira un ambiente de tensión, sobre todo en las comunidades de mayoría priísta. De manera inusual, grupos de hombres, jóvenes y mayores, permanecen a orillas del camino, y en actitud grave observan el trasiego de vehículos militares, gubernamentales y civiles que van y vienen de Guadalupe Tepeyac, tanto en dirección a Las Margaritasd como a San Quintín y La Trinitaria.
Hay desasosiego, y además se percibe un "calentamiento" deliberado del partido tricolor, tanto en su prensa local como en el Congreso, las organizaciones patronales y las comunidades, abiertamente hostiles al nuevo gobierno estatal. La matanza de indígenas de la Alianza San Bartolomé de los Llanos, en el municipio Venustiano Carranza, que ya los dirigentes y columnistas del priísmo local reclaman como "su Acteal", así como la liberación de los dirigentes de Paz y Justicia el mismo día, forman parte de este recalentamiento de un estado donde la paz sigue siendo un espejismo. Reportes llegados de Tila refieren que los liberados Samuel Sánchez, Marcos Albino Torres y seguidores llegaron amenazando a las comunidades zapatistas y a los miembros de organizaciones civiles, "por haberlos denunciado".
La paz y la reconciliación aún parecen lejanas. Un afán de revancha del priísmo, derrotado en las elecciones del 20 de agosto, y una "mano negra" que pareciera estar detrás de la emboscada criminal de Carranza, ponen en riesgo los augurios de paz y las promesas del gobierno foxista. En defensa de la impunidad perdida, y con la Contraloría de la Federación pisándoles los talones, los cómplices del alborismo atacan todo lo que pueden para recuperar terreno. Por eso le apuestan a la "ingobernabilidad" en sus declaraciones y acciones.
No ha salido un solo soldado de la zona de conflicto. Se mantienen cuarteles, campamentos, y nuevamente hay retenes; más de 250 posiciones. Y se suceden episodios de tensión entre las tropas federales y la población civil en comunidades tan distantes como Lázaro Cárdenas, en La Trinitaria, y el municipio autónomo Ricardo Flores Magón, mientras en Nicolás Ruiz la mayoría perredista denunció nuevos intentos de crear conflictos entre ellos y la minoría priísta, para variar, atizados por el PRI desde la capital chiapaneca. Los saldos del alborismo no se acaban. Y la militarización permanece, como queda dicho, intacta: los siete puntos demandados por el EZLN sólo fueron reposicionados, dentro de la misma zona de conflicto, a distancias que varían de los cuatro a los cien kilómetros de su ubicación original, no más.