MEXICO Y EL ACUERDO ENERGETICO DEL TLC
En el contexto de la tercera Cumbre de las Américas,
que concluyó ayer en Quebec, Canadá, los mandatarios de los
tres países integrantes del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte dieron inicio formal a los trabajos para conformar un acuerdo
trilateral de cooperación energética. En este ámbito,
la complementariedad de las tres economías es evidente --Estados
Unidos es un importador neto de hidrocarburos y energía eléctrica,
mientras que Canadá y México son naciones exportadoras--,
pero ese dato no debe ser tomado como el único elemento de juicio
para comprender la perspectiva de un convenio regional de integración
energética. Es preciso, además, tomar en cuenta otras circunstancias
políticas y económicas trilaterales y bilaterales que entrarán
en juego a la hora de las negociaciones.
En este sentido, el primer factor que debe considerarse
es la asimetría política que caracteriza las relaciones mexicano-estadunidenses,
que representa una desventaja de inicio para nuestro país y que
suele expresarse, a la hora de las negociaciones bilaterales, bajo la forma
de presiones diplomáticas y comerciales por parte del vecino del
norte. La conciencia de esa desigualdad es fundamental para evitar que,
en el caso presente, se repita la firma de términos lesivos e inconvenientes
para nuestro país, como ocurrió en 1993 con el Tratado de
Libre Comercio.
En el ámbito energético es mucho y muy importante
lo que podría ponerse en riesgo en una negociación trilateral,
empezando por la soberanía nacional sobre la industria petrolera
y eléctrica, y el carácter de propiedad pública y
estratégica de las industrias respectivas. Como constante histórica,
Washington ha presionado al Estado mexicano para que desista de esa soberanía
y de esa propiedad pública, y no hay razones para suponer que en
esta ocasión adoptará una actitud diferente. Si las autoridades
nacionales pretenden llegar a las negociaciones energéticas con
el respaldo social que requieren, es necesario que establezcan claramente
su compromiso de defender la soberanía y el carácter público
del sector energético.
En otro sentido, es claro que la cooperación energética,
que es un tema fundamental para Estados Unidos, ofrece a México
una excelente oportunidad para poner sobre la mesa el asunto de la libertad
de tránsito entre ambos países, pugnar por condiciones de
vida y trabajo dignas y justas para los connacionales que acuden a la nación
vecina en busca de trabajo, y corregir uno de los aspectos más aberrantes
del TLCAN en sus términos actuales, que es la pretensión
del libre intercambio de capitales y mercancías con una simultánea
prohibición de tránsito para los seres humanos.
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