LUNES Ť 23 Ť ABRIL Ť 2001
Los derechos imprescriptibles del lectorŤ
1. EL DERECHO A NO LEER. Como cualquier enumeración de derechos que se respete, la de los derechos a la lectura debería empezar por el derecho a no hacer uso de ellos -y en este caso con el derecho a no leer- sin lo cual no se trataría de una lista de derechos sino de una trampa viciosa (aunque) es una tristeza inmensa, una soledad en la soledad, estar excluido de los libros -incluidos aquellos de los que se puede prescindir.
2. EL DERECHO A SALTARSE PAGINAS. Si tienen ganas de leer Moby Dick pero se desaniman ante los desarrollos de Melville sobre el material y las técnicas de la pesca de ballenas, no es menester que renuncien a su lectura sino que salten, salten sobre esas páginas y, sin preocuparse del resto, persigan a Ahab como él persigue su blanca razón para vivir y para morir.
3. EL DERECHO A NO TERMINAR UN LIBRO. Hay treinta y seis mil razones para abandonar una novela antes del final: la sensación de que la hemos leído, una historia que no nos agarra, nuestra desaprobación total de la tesis del autor, un estilo que nos eriza el cabello, o por el contrario una ausencia de escritura a la que ninguna otra razón compensa para que justifique ir más lejos... Inútil enumerar las otras 35 mil 995, entre las cuales sin embargo hay que colocar una caries dental, las persecuciones de nuestro jefe de departamento o un cataclismo del corazón que petrifica nuestra cabeza.
4. EL DERECHO A RELEER. Releer lo que había rechazado antes, releer sin saltarse una línea, releer desde otro ángulo, releer para verificar, sí... nos concedemos todos los derechos.
5. EL DERECHO A LEER CUALQUIER COSA. Hay, pues, "buenas" y "malas" novelas. A menudo son las segundas las que primero encontramos en nuestro camino. Y a fe mía, tengo el recuerdo de haberlas encontrado divertidísimas cuando pasé por ellas. Una de las grandes alegrías del "pedagogo" es -cuando está autorizada cualquier lectura--ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar donde el amigo Balzac.
6. EL DERECHO AL BOVARISMO (ENFERMEDAD TEXTUALMENTE TRANSMITIBLE). A grandes rasgos, el bovarismo es esa satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación se inflama, los nervios vibran, el corazón se acelera, la adrenalina salta, la identificación opera en todas direcciones, y el cerebro confunde (por un momento) el gato de lo cotidiano con la liebre de lo novelesco... Para todos es nuestro primer estado de lectura. Delicioso.
7. EL DERECHO A LEER EN CUALQUIER PARTE. Decir que leí entero a Gogol en la letrina.
8. EL DERECHO A PICOTEAR. Es la autorización que nos concedemos para tomar cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo en cualquier parte y meternos en él por un momento porque sólo disponemos de ese momento. Dicho esto, se pude abrir a Proust, a Shakespeare o la Correspondencia de Raymond Chandler por cualquier parte y picotear aquí y allá, sin correr el menor riesgo de resultar decepcionados.
9. EL DERECHO A LEER EN VOZ ALTA. El hombre que lee de viva voz se expone de manera absoluta a los ojos que lo escuchan. Si lee de verdad, si pone en ello su saber y domina su placer, si su lectura es un acto de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de escribir y despierta nuestra más oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipita en ella tras él.
10. EL DERECHO A CALLARNOS. Nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para reclamarnos cuentas sobre esta intimidad.
Ť Fragmento del capítulo IV, ''El qué se leerá. Los derechos imprescriptibles del lector'', del libro Cómo una novela, de Daniel Pennac, incluido en la Biblioteca para la Actualización del Maestro, editado por la SEP.