DOMINGO Ť 22 Ť ABRIL Ť 2001
Ť A raíz de Porque parece mentira... surgió el interés por el autor oriundo de Mexicali
Tusquets redita la novela Albedrío, de Daniel Sada
CESAR GÜEMES
Desde siempre estuvo ligado al estudio de la palabra y, ciertamente, lo primero que quiso hacer en las letras fue poesía. Su trabajo inicial, Los lugares, publicado por la UNAM en 1977, así lo denotaba. Pero a Daniel Sada le ganó la prosa y en 1980 daba a conocer su novela Lampa vida, en el cada vez más lejano sello de Premiá.
El resto ya es parte clara de su historia: Un rato, Juguete de nadie, Albedrío, Tres historias, Registro de causantes, Una de dos, El límite y Porque parece mentira, la verdad nunca se sabe.
Precisamente su amplia obra Porque parece mentira... redespertó el interés que desde sus primeros trabajos había generado el autor, oriundo de Mexicali y con estudios de periodismo y literatura. Es por ello que ahora Tusquets rescata Albedrío, novela que fue editada por la también casi inconseguible casa Lega en el 89.
Si nos guiáramos tan sólo por los múltiples comentarios que su labor dentro de las letras ha despertado, ya podríamos establecer el nivel y el respeto que ha venido obteniendo Sada. Dice de él Carlos Fuentes, por ejemplo: "Va a ser una revelación en los próximos años para los escritores españoles y para la literatura mundial". Alvaro Mutis lo definió como "un artesano impecable, un narrador profundamente cercano a la esencia del hombre". Y ya que iba conformando una escritura aparte dentro de su generación, Elena Poniatowska escribió: "Al igual que Rulfo, tiene su mundo propio y lo habita a lo largo y a lo ancho".
Daniel Sada nunca dejó en realidad la poesía de lado. La hay en su prosa. Pero también hay métrica. Su necesidad de escribir en octosílabos, que en Porque parece mentira... fue llevada al extremo, venía ya de Albedrío, que inicia con grupos de ocho sílabas bien contadas: "De ayer es la historia de hoy, de ayer la malversación. En Castaños, en invierno, pocas son las diversiones que entretienen a la gente. El acurruque es mejor, el gozo junto al fogón".
La interactividad entre lector y autor es solicitada por éste último: no hay manera de no entrar en el ritmo que propone. Además, no hace falta romper con una lectura forzada, lineal, sin cadencia, ese edificio de palabras que Sada ha ido acumulando poco a poco a lo largo de sus varios libros.
La historia dentro de Albedrío no es menor a su factura lingüística: un menor de nombre Chuyito se une a cierta caravana de húngaros trashumantes en el norte de México, y el hecho desata rivalidades, malquerencias, enamoramientos y conjuros dentro de esa sociedad cerrada que vive y malvive de la magia y la adivinación. Una metáfora de la soledad, una road-fiction a golpes de octosílabos rescatada para los asiduos a las filigranas de Sada.