Don Julián, un hombre que platicaba de Dios y las sirenas con sus muñecas
MARIANA NORANDI ESPECIAL
En
la zona chinampera donde se instaló no vivía ni vive nadie.
Es tierra fértil pero lodosa, y la temperatura baja extremadamente
en las noches. Eran pocos los visitantes que llegaban, una por la lejanía,
y otra, porque en aquella época la invasión de lirio acuático
dificultaba el acceso. Hasta el día que le sorprendió la
muerte, Don Julián no tuvo más vecinos que urracas, patos
silvestres, garzas, pelícanos, carpas y todo habitante del ecosistema
xochimilca. Pocos ruidos se oían en su chinampa. Tan sólo
de aves, del suave oleaje que el viento produce en los canales y, eso sí,
al atardecer, zumbidos procedentes de las nubes de moscos que invaden la
isla. Don Julián se mimetizó en el paisaje ecológico
de Xochimilco.
En la chinampa construyó su choza de chinami, carrizo, ramas de ahuejote y zacatón. No recibía más visita que la de su sobrino Anastasio y de vez en cuando de su hermana. Su sobrino era el encargado de llevarle comida y de vender sus hortalizas en el mercado. Poco a poco, Don Julián comenzó a colgar de las ramas de los ahuehuetes muñecas. Cuando le preguntaban por qué colgaba todas esas muñecas de las ramas de los árboles, él se desligaba del asunto y decía que esas muñecas aparecían de repente sin que él tuviera nada que ver. Su amigo Sebastián Flores dice que con uno que otro pulquecito ya decía que colgaba las muñecas porque ahuyentaban los malos espíritus que rondan los canales y chinampas, lo acompañaban en las noches de posibles espantos, a lo que añade "Don Julián era un hombre tremendamente místico. Hablaba de Dios y de las sirenas que viven bajo los canales. Solía platicar con sus muñecas y le gustaba vivir en la naturaleza".
Cuando
en 1991 llega el rescate ecológico de Xochimilco, una de las misiones
de este proyecto fue acabar y controlar la plaga del lirio acuático
que cubría los lagos. Se logró frenar la invasión
y despejar la circulación por los canales. Esta abertura significó
para Don Julián un posible contacto exterior, pues comenzaron a
llegar algunos turistas extranjeros, visitantes locales y reporteros atraídos
por el curioso habitante de los lagos xochimilcas. Cuando llegaba gente
a visitarlo, él les obsequiaba con una planta o verdura, que remuneraban
de forma voluntaria con algunas monedas. Finalmente se dedicó a
vender sus cultivos a los paseantes en vez de venderlos en el mercado.
El día que murió nada en él hacía
sospechar que había llegado su final. Todo parecía que iba
a ser un día más en la vida de Don Julián. Se levantó
temprano como era su costumbre, y en cuanto llegó su sobrino Anastasio
a la chinampa se pusieron a sacar agualodo del fondo de los canales para
preparar la tierra y después sembrar calabazas. A eso de las diez
de la mañana almorzaron, y mientras descansaban, Don Julián
se dispuso a hacer una de sus actividades favoritas: pescar. Parece ser
que había un pez que le estaba dando trabajo capturarlo, se le había
escapado en dos ocasiones, pero finalmente logró pescarlo y se lo
enseñó a su sobrino. Era un pez de por lo menos 4 kilos.
Después, Don Julián le comentó a Anastasio que ese
día las sirenas lo habían estado llamando porque se lo querían
llevar, así que cantaría, porque otras veces cantando había
evitado que se lo llevaran. Esas fueron sus últimas palabras. El
sobrino se retiró a darle de comer a las vacas y cuando llegó
a eso de las 11 de la mañana, encontró el cuerpo sin vida
de su tío flotando en el agua. "No lo meneé porque dicen
que eso es malo, lo arrinconé con una ramita y fui a dar parte a
la familia y a los bomberos". A las 17:35 el cadáver fue rescatado
de las aguas del canal y fue turnado a la 27 agencia investigadora del
Ministerio Público en Xochimilco. El acta de defunción afirma
queJulián Santana Barrera murió a la edad de ochenta años
de una insuficiencia cardíaca.
La
noticia conmocionó a todos los habitantes de Xochimilco, especialmente
a la familia y amigos que solían frecuentarlo en su chinampa. El
cuerpo fue velado en casa de su hermana el pasado miércoles en el
barrio de Xaltocan. En la mañana del jueves fue trasladado a la
iglesia del barrio que lo vio nacer, y a las once se realizó una
misa donde el padre elogió la sencillez y bondad de Don Julián.
Tras la misa, el féretro fue paseado por el barrio de la Asunción
hasta la casa donde nació Julián, en el callejón de
Tlaxcalpan número 9. Allí, se vivieron momentos muy emotivos
protagonizados por los familiares más cercanos al difunto y tras
unos quince minutos de duelo, fue trasladado por las calles de Xochimilco
en coche fúnebre hasta el Panteón Municipal, acompañado
por decenas de amigos que caminando portaban varias coronas y arreglos
florales. Fue sepultado en la cripta familiar a la una de la tardey despedido
con unas breves pero cariñosas palabras emitidas por uno de sus
sobrinos, quién homenajeó a su tío y afirmó
que van a continuar trabajando en el valle de las muñecas siguiendo
el ejemplo de Don Julián. Su sobrino Anastasio comentó que
piensan elevar un busto con la imagen de su tío en la chinampa de
las muñecas. Tras el funeral, la familia pidió a los presentes
que los acompañaran a la casa para comer unos frijoles adobados.
Muchos fueron, pero otros preferimos visitar la chinampa de las muñecas.
Tras
algo más de media hora en lancha motorizada, atravesando el impresionante
paisaje xochimilca, llegamos a la isla de las muñecas. Además
de cuatro perros esqueléticos, una manta plastificada da la bienvenida
a los visitantes. En ella se puede leer: "Bienvenido, se encuentra usted
en la internacionalmente famosa isla de las muñecas de Don Julián,
Wellcome". A lo lejos ya se divisan varias muñecas colgadas de las
ramas de los árboles, pero estando ya en la isla, el panorama se
torna entre dantesco, onírico y surrealista. Cientos de muñecas
penden de los árboles o de las chozas. Muñecas de más
de treinta años, otras más recientes, mutiladas, enlodadas,
desnudas, despeinadas, de trapo, de plástico, pintadas... de inimaginable
procedencia. Allí están todas, como testigo fiel de una vida
insólita, de un personaje sin igual. Tres chozas edificó
Don Julián. Dentro de cada una hay infinidad de objetos amontonados.
Guitarras sin cuerdas, fotos, cuadros, restos de muebles, mulitas de hoja
de maíz que él mismo construía, objetos de mimbre,
colchones, botellas vacías, telarañas. Los cultivos aún
están húmedos, las flores y plantas que cultivaba dan color
y vida a la isla. El viejo azadón arrinconado, el maíz a
medio desgranar, una damajuana todavía con olor a pulque. Su cocina
al aire libre consistía en un tlecuil hecho con lodo, un
comal de hierro y sobre él, colgaban carpas secas que pescaba en
el canal. Nunca contó con luz eléctrica, aunque últimamente
ya le habían instalado agua potable. Estando allí, llegó
un grupo de muchachos a traerle una media botella de tequila. Según
nos contaron, hace quince días estos jóvenes habían
prometido a Don Julián que le iban a llevar una botella y ya no
les dio tiempo de entregársela. Allí quedó la botella
con una dedicatoria que decía: "Recuerdo de Antonio, Oscar, Juan
Carlos, Roberto, Miguel y Moras. Descanse en Paz. 19 de abril del 2001."
La isla quedó muy sola sin Don Julián. Ya nadie acude a recibir a los visitantes de la isla de las muñecas, más que cuatro perros flacos. La zona chinampera perdió a uno de sus personajes. Alguien que vivió la mayor parte de su vida solo, como ermitaño, nunca se casó ni tuvo hijos, ni se le conoció romance alguno. Vivió en el misterio de la soledad, inmerso en los enigmas y leyendas de Xochimilco, rodeado de juncos, aves y peces. Acompañado de sus muñecas y su pulque. Testigo de un México que desaparece, portador de un conocimiento que se fue con él.