sabado Ť 21 Ť abril Ť 2001

Luis González Souza

De paramilitares, parásitos y parapolitiqueros

El paramilitarismo tiene muchas caras y chiqueros para su recreación. Si su santo y seña es el abuso hipócrita, su desembocadura es la ingobernabilidad

Ya no parece suficiente decir que el reto de Fox y su gobierno radica en edificar un nuevo régimen superior al que derrumbó el 2 de julio del 2000. El tiempo pasa y las frustraciones crecen, sea por un "reformón" fiscal que sólo ellos entienden y aplauden, sea por el "papelón" que aspira a convertirse en la nueva política exterior del país con base en nuevas "agachonerías" ante EU (DEA, Helms, cascos azules, cruzadas democratizadoras, reveladora y vergonzantemente, comenzando contra Cuba), o bien por la incapacidad para imaginar planes menos convertibles en un Plan ca-ca, que el PPP (Puebla Panamá).

Ante esos desatinos y despilfarros de tiempo, ahora es necesario ponerle carne y hueso, contante y sonante, a la meta del nuevo régimen por todos tan anhelado. Antes de que termine de reconstruirse el viejo régimen, ahora es necesario no sólo sepultar sus raíces más profundas sino sus execrencias de última hora: los últimos virus o parásitos que suponemos secreta todo animal antes de morir, para ver "si es chicle y pega", para ver si sirve como último recurso de resurrección.

Y una vez más, esto nos lleva al asunto de Chiapas, porque es en la rebelión de los indígenas zapatistas donde el viejo régimen se probó del todo viejo y moribundo. Y porque es ahí donde, cual estertores de perro rabioso, el viejo régimen secretó sus execrencias principales, mas no únicas. Nos referimos a las execrencias paramilitares, que continúan saboteando todo esfuerzo de paz. Tan sólo hace un par de días, como lo reporta la prensa, el virus paramilitar volvió a hacer de las suyas, ahora en el municipio Venustiano Carranza, donde emboscaron a 10 comuneros y asesinaron a 8, en una barbaridad comparable con las matanzas de El Bosque y Acteal. Pero no es sólo ahí ni así como opera la execrencia paramilitar. También opera a través de la salvaje y sistemática intimidación y hostigamiento asociados a la subcultura caciquil más pestilente. En esto, un ejemplo límite -ya con tufo a otro actealazo- puede encontrarse en el municipio de Tapilula, en al zona norte del propio Chiapas, donde fuentes muy dignas de confianza aseguran que el viejo y asfixiante cacicazgo de la familia López Camacho han hecho algo así como un infierno paramilitar. Lo cual, por cierto, ha llevado a un largo plantón en el Zócalo (desde el 21 de febrero pasado) y a una angustiante huelga de hambre por parte de una treintena de dirigentes naturales y dignos con que todavía cuenta Tapilula. Pero, signo de estos turbios tiempos, esos dirigentes ya conocieron, aunque por accidente, los resortes represivos del poder oficial, mas todavía esperan algo de atención a su lucha contra el caciquismo paramilitar.

Si las execrencias paramilitares siguen creciendo, lo mismo en Venustiano Carranza que en Tapilula, resultará imposible siquiera imaginar o hablar de un nuevo régimen, no digamos en lo fiscal, sino en lo más elemental, que es el de una gobernabilidad nueva, en verdad democrática. Y es que las execrencias mortuorias del viejo régimen tienen la maldita propiedad de multiplicarse como los hongos. Por múltiples conductos, y en los ámbitos más variados, ahora mismo ya es visible la esencia del paramilitarismo, que a nuestro juicio es el uso y abuso de la fuerza de manera no sólo ilegal, sino silenciosa, hipócrita, subrepticia, bajo el cobijo o en paralelo de tal o cual institución: el Ejército por excelencia, pero también instituciones políticas, sociales y hasta educativas. En estos mismos días, estamos a punto de evaluar el crecimiento del paramilitarismo digamos legislativo. Veremos con mucho cuidado -legislador por legislador- si son o no saboteados, a propósito de la ley Cocopa, los nuevos esfuerzos de paz emprendidos por el gobierno de Fox. Esfuerzos de los que, por lo demás, dependen en mucho sus restos de credibilidad como un "gobierno del cambio". En el voto particular de cada legislador(a), podremos distinguir entre políticos realmente interesados en el mejoramiento de nuestro país, y politiqueros sólo interesados en llevar agua a su propia y megalómana agenda, así sea a costa de la paz nacional. Estos últimos también son paramilitares, porque abusan de su investidura legislativa para dar rienda suelta a sus apetitos personales o, en el mejor de los casos, a sus prejuicios ideológicos, incapaces de superar lo mismo elitismos que racismos. Pero no adelantemos vísperas. Esperemos a ver, con la mayor objetividad y rigor posibles, quiénes sabotean -total o parcialmente, directa o indirectamente- la ley Cocopa, única que hasta la fecha ha logrado el consenso de todos: EZLN, gobierno, partidos y una inmensa parte de la sociedad tanto nacional como internacional. Ojalá que los paralegisladores no se impongan a los congresistas, y si lo hacen, pues no habrá más que también desarmarlos (desaforarlos) como a los Chinchulines y demás que operan en Chiapas.

Algo equivalente habrá que hacer con los paraciudadanos o paramilitares de la intolerancia ideológica que, cobijados en organizaciones cívicas como la Unión Nacional de Padres de Familia, ya preparan sus listas de linchamientos tan sólo por el pecado de ser "liberales", "proabortistas" o "anticatólicos". Aquí sí toman distancia de la selectividad inherente a sus lastres racistas y elitistas. Su lista es generosamente amplia, al menos en la versión confeccionada por Jorge Serrano Limón, dirigente de una agrupación llamada Cultura de la Vida. En esa lista caben desde sindicalistas como Miguel Alonso Raya, hasta šfuncionarios del actual gobierno! como Sara Bermúdez, pasando por intelectuales como Carlos Monsiváis y luchadoras de la talla de Rosalbina Garavito, Amalía García y Rosario Robles. Los nuevos inquisidores, como los buenos paramilitares y parapolitiqueros, esconden su móvil de fondo: defender al secretario del Trabajo, Carlos Abascal, ante el alud de críticas que desató por hacerla de sumo pontífice respecto a los libros que deben leer o no, los jóvenes estudiantes de nuestro país.

El paramilitarismo, pues, tiene muchas caras y chiqueros para su recreación. Si su santo y seña es el abuso hipócrita o cobarde del poder bajo las faldas de tal o cual institución, su desembocadura es una y la misma, sin dejar lugar ni a engaños ni a ingenuidades: la ingobernabilidad, el rebasamiento de gobiernos e instituciones por sus propias criaturas mongoloides.

La nueva matanza de campesinos en Chiapas puede ser o no la última llamada. Pero ya no hay mucho tiempo, ni ganas, para verificarlo. Lo cierto es que la paz justa y digna en Chiapas vuelve a confirmarse como la meta motriz de las demás. Su asidero inmediato es doble pero inequívoco: aprobación cabal (sin desfiguraciones) de la ley Cocopa y erradicación del paramilitarismo, ahora incluyendo todos sus tentáculos y antes de que los poderesos espurios y paralelos terminen de hacer un mal chiste eso del "nuevo régimen" en México. Ť