Ť Antes, comunidad levantada con base en la cooperación; hoy, pueblo fantasma
Guadalupe Tepeyac: un mal que duró 6 años
Ť Vázquez Mota recibió una construcción de 2 niveles, que será un centro de desarrollo
LUIS HERNANDEZ NAVARRO ENVIADO
Guadalupe Tepeyac, chis., 20 de abril. Cuando la última partida de soldados a bordo de 30 vehículos dejó el antiguo cuartel militar de Guadalupe Tepeyac, quince minutos antes de las cinco de la mañana de este viernes 20 de abril, habían transcurrido seis años, dos meses, diez días, cinco horas y quince minutos entre el inicio de la ocupación militar de la localidad y su retirada. Años, meses, días, horas y minutos en los que una comunidad levantada sobre la base de la cooperación y la solidaridad se convirtió en un pueblo fantasma.
Un día antes, el jueves 19 de abril de 2001, el general Prado había entregado "las instalaciones militares para el adiestramiento de destacamentos del Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos y el desarrollo de actividades castrenses", a Josefina Vázquez Mota, titular de la Secretaría de Desarrollo Social. Desde el 16 de marzo de 2001, por decreto oficial del presidente Fox, las instalaciones se transformaron en centros para el desarrollo de las comunidades indígenas.
El 19 de abril, juntos, militares y funcionarios del gobierno federal dedicaron el día a visitar las instalaciones y el terreno. La secretaria recibió una construcción de dos niveles, sin mobiliario, pintada mayoritariamente en su exterior de color verde soldado, a la que se le había echado, parcialmente, una apresurada mano de pintura blanca.
Terminado el recorrido, sin documentos ni firmas de por medio, el general se retiró con algunos de sus hombres. El resto lo siguieron en la madrugada del día siguiente. Al salir la comunidad seguía siendo un pueblo desierto; sus habitantes seguían sin ocupar sus casas y sus tierras. Tal y como fue desde el 10 de febrero de 1995.
La ocupación militar
Faltando 15 minutos para las 10 de la mañana del 10 de febrero de 1995 se oyó el sonido de los primeros helicópteros del Ejército sobrevolando Guadalupe Tepeyac. Primero fueron cuatro, luego 20. Ninguno aterrizó en ese momento.
Los ancianos, las mujeres y los niños se resguardaron entonces en el hospital. Allí se encontraba una delegación de la Cruz Roja Internacional, con Katherine Hansen al frente.
Muchos de los hombres del poblado se habían internado en la selva desde las nueve de la noche del día anterior, después de escuchar al presidente Zedillo decir en su mensaje Un paso hacia la paz definitiva en Chiapas: "Hoy mismo se han librado órdenes de aprehensión en contra de las siguientes personas: Rafael Sebastián Guillén (a) Marcos..." Sabían que eso significaba la guerra. Sus órdenes eran replegarse.
Desde temprano, por la carretera que parte de Las Margaritas rumbo al centro de operaciones zapatistas, se desplazaron ese día alrededor de 2 mil 500 soldados, en unos 100 vehículos blindados y artillados, con el apoyo de helicópteros y aviones.
Pasadas las 10 de la mañana llegaron a Guadalupe Tepeyac los primeros soldados. Cerca de dos horas después, arribó el general Ramón Arrieta Hurtado, jefe de la Sección de Paracaidistas y responsable de la operación. Se encontró con un pueblo desolado, con parte de sus habitantes refugiados en el hospital. Hacia allí se dirigió.
Dentro de la clínica, el general Arrieta habló a los pobladores. Les dijo cómo se llamaba. Insistió en que todos eran mexicanos, que no tenían de qué preocuparse y que estaba para ayudarlos. "Les doy mi palabra de honor --afirmó-- como soldado y como mexicano, de que todos serán respetados y de que nadie bajo mis órdenes realizará detenciones arbitrarias ni forzará su entrada a la casa de nadie". Les pidió que volvieran a sus casas.
Nadie se movió.
Cuarenta minutos después regresó con un equipo de periodistas con cámaras de video y fotografía, acompañados de soldados con el rostro pintado de negro que prácticamente forzaron la entrada al hospital. Insistió en que se regresaran a sus hogares.
La gente les dijo que sin el Ejército estaban bien.
La representante de la Cruz Roja Internacional gestionó la salida de la población. Más adelante, en acatamiento del principio de neutralidad, la institución se retiró del lugar. Los militares la responsabilizarían del inicio del nuevo éxodo tojolabal.
El 12 de febrero, al explicar su proceder, el general Ramón Arrieta dijo al periodista Alonso Urrutia: "es la guerra". Allí estaba también Jaime Coutiño, el agente del Ministerio Público responsable de las investigaciones y de detener a Marcos. Según el procurador panista Antonio Lozano Gracia el Ejército era tan sólo coadyuvante de la Procuraduría General de la República.
Cinco años después, el presidente Zedillo buscó "legalizar" esa ocupación de las tierras ejidales. El 23 de febrero hizo publicar el decreto expropiatorio de casi 66 hectáreas del ejido a favor de la Sedena en el Diario Oficial de la Federación.
Adiós a las armas
Este 20 de abril, en una ceremonia austera ante integrantes de la Cocopa e invitados de los medios de comunicación nacionales, sin los tradicionales acarreados de los actos priístas, con la comunidad ausente, Josefina Vázquez aseguró: "en este momento invito a quienes se fueron a que regresen a sus hogares y a que juntos construyamos los caminos para que estas tierras sean productivas."
Más adelante, Pablo Salazar, gobernador de Chiapas, bordaría sobre esta misma idea: "espero que pronto volvamos a ver las casas, que han estado desocupadas por siete años en este pueblo fantasma, otra vez ocupadas por sus dueños originales. Sus únicos dueños".
Momentos antes, el comisionado para la paz, Luis H. Alvarez, el correo del EZLN Fernando Yáñez, Rodolfo Elizondo, la secretaria de Desarrollo Social e integrantes de la Cocopa, recorrieron las antiguas instalaciones castrenses. Al terminar la inspección se juntaron en un cuarto para tratar de convencer al arquitecto Yáñez de cambiar el programa convenido de antemano, a fin de que escuchara no sólo la intervención del comisionado sino que permaneciera en el lugar durante toda la conferencia de prensa. Pablo Salazar zanjó la discusión al preguntar cuál era el acuerdo previo y opinar que debía de respetarse.
Luis H. Alvarez fue el primer orador del acto. Informó del retiro del Ejército de las siete posiciones militares, señalando que el gobierno federal avanzaba en el cumplimiento de las señales solicitadas por el EZLN para la reanudación del diálogo, y que se ponía de manifiesto la voluntad de las partes para cumplir su compromiso ante la nación para alcanzar una paz justa, digna y verdadera.
Al concluir, Rodolfo Elizondo explicó que Fernando Yáñez se iba a retirar en ese momento. Una nube de periodistas siguió hasta su camioneta al correo zapatista, mientras la titular de Sedeso daba a conocer su mensaje. Comenzó diciendo: "estamos aquí por el compromiso del presidente Vicente Fox con la paz". Terminó afirmando, con lenguaje de ONG: "¡reconstruyamos el tejido social!"
El coordinador de la Cocopa en turno Félix Castellanos, Xóchitl Gálvez y Pablo Salazar tomaron la palabra sucesivamente. El diputado del PT anunció acciones firmes para lograr la liberación de los presos políticos y de conciencia y anunció que la comisión legislativa viajaría la próxima semana a Tabasco y Querétaro.
"Mis padres me decían que uno tiene que morir donde se ha enterrado el ombligo", aseguró Xóchitl Gálvez, para a continuación señalar que la llenaba de gusto que los pobladores de esa comunidad pudieran retornar a sus casas, e insistir en que el nuevo gobierno debía ganarse la confianza de la gente.
El gobernador del estado comenzó su intervención doliéndose de la "maldita violencia que por décadas se ha instalado en Chiapas" y que apenas había visitado una comunidad de Venustiano Carranza. Dijo que Guadalupe Tepeyac era la prenda de mayor valor que las partes se ha-bían concedido en la negociación: "Guadalupe Tepeyac es un símbolo. Tiene un lugar especial en la historia construida en estos siete años. Puerta de ingreso o de salida de la selva. Corazón político para los indígenas zapatistas en 1994. Punto de encuentro de iniciativas con la sociedad civil (...) Ahora, otra vez, Guadalupe Tepeyac vuelve a marcar el rumbo del conflicto".
El éxodo
Hace más de 43 años que el ejido Guadalupe Tepeyac se fundó oficialmente como parte del municipio de Las Margaritas ?los zapatistas lo rebautizaron en diciembre de 1994 como San Pedro Michoacán. El 1o. de marzo de 1957, mediante resolución presidencial de Adolfo Ruiz Cortines, se dotó al núcleo agrario con una superficie de mil 400 hectáreas. En 1968 se le concedió su primera ampliación y en 1996 la segunda. Sus habitantes originarios, que se presentaron al mundo durante la entrega del general Absalón Castellanos Domínguez en 1994, como la mayoría de los pobladores de las Cañadas, fueron migrantes que buscaban colonizar la selva. Su traslado fue un verdadero éxodo. El 10 de febrero de 1995 iniciarían uno nuevo.
Esa noche la gente se metió al monte a oscuras, cargando apenas unas cuantas lámparas. En el grupo había unos 80 ancianos. Hacía frío, no comían nada. La gente empezó a enfermarse. A la segunda noche se presentaron tres partos. Al tercer día llegaron a un pueblo donde los recibieron bien. Pero, al fin tan pobres como ellos, estuvieron allí tan sólo cuatro días. Salieron de nuevo a caminar. Hasta que la solidaridad de los suyos les otorgó techo y suelo para resistir en otras tierras.
Perdieron casa, aperos de labranza, animales, ropa, utensilios de cocina. Dejaron en promedio diez bultos de café por familia y el resto de la cosecha en la mata.
Mientras tanto, un mensaje radial que se transmitía cada hora anunciaba: el Ejército viene a lograr la paz, no la guerra, y está en Chiapas para que todos regresen a sus lugares, "los que se fueron antes y los que se fueron hoy sufren en el monte porque no les dicen la verdad".
A pesar de ello Guadalupe Tepeyac que-dó desierto. Rodolfo Elizondo, que era entonces integrante de la Comisión Legislativa, declaró el 17 de febrero de 1995, después de una visita a las comunidades de la selva: "es muy triste ver las poblaciones que hemos visitado, particularmente Guadalupe Tepeyac, desoladas, sin actividad de ningún tipo, obligando a la población a retirarse a otros lados de la selva".
Otro miembro de esa comisión, el hoy gobernador de Chiapas, Pablo Salazar, dijo: "por las noches bajan de la Selva los llantos de niños y mujeres escondidas. Esto no es un juicio de valor de la comisión, es algo que nos duele y nos lastima".
Heberto Castillo, también parte del grupo de legisladores, declaró: "Estamos desolados, como Guadalupe Tepeyac. Eso de llegar a un pueblo fantasma y ver el terror. Es desalentador que se hayan ido y revela que mientras esté aquí el Ejército Mexicano, ellos (la población) no van a bajar".
Tuvo razón Heberto: los habitantes de Guadalupe Tepeyac siguen sin llegar a su pueblo.
De la nave al centro
Algo ha de tener Guadalupe Tepeyac que se ha convertido en punto de encuentro entre las comunidades indígenas y la sociedad civil. Allí edificó e inauguró Carlos Salinas, rodeado de cientos de zapatistas vestidos de campesinos, un hospital para tratar de frenar el levantamiento armado. Allí se levantó durante julio de 1994, en 28 días y con un costo de 60 mil pesos de antes de la devaluación, ese barco pintado con los colores de la esperanza que fue el primer Aguascalientes. Allí también, la Sedeso quiere formar ahora, según su titular, "espacios para el desarrollo humano, económico y social" en los que "los grupos organizados de la sociedad civil serán bienvenidos a colaborar de acuerdo con las decisiones" de las comunidades.
Guadalupe Tepeyac fue el lugar en que cerca de 6 mil delegados de casi todos los rincones del país realizaron en agosto de 1994 la Convención Nacional Democrática, una apuesta para transitar a la democracia y abrir veredas a la paz. Allí estuvo Carlos Payán, quien entre 1997 y 2000 fue parte de la Cocopa y este 20 de abril atestiguó la salida del Ejército de la comunidad al lado de muchos otros periodistas.
Como símbolo de este encuentro entre el zapatismo armado y la sociedad organizada pacífica quedó el Aguascalientes. Dotado de una biblioteca con obras como La comedia humana de Balzac y los Diálogos de Platón, un centro de cómputo, tarimas, bancas, fogones y edificaciones de madera que, vistas desde el cielo, trazaban un caracol, fue rápidamente destruido por las fuerzas armadas.
El 23 y 24 de febrero de 1995 decenas de soldados bajo el mando del general Guillermo Martínez Nolasco demolieron la edificación. El agente del Ministerio Público José Luis Cossío Flores levantó un inventario de los objetos recogidos a fin de que "quienes los quieran reclamar pasen y comprueben que son los suyos para que se les entreguen". En ese mismo lugar se levantó un cuartel militar.
Pero no hay mal que dure cien años. Este sólo llegó a seis. El 26 de marzo de 2001 el Diario Oficial de la Federación publicó el decreto presidencial que desmantela el cuartel militar construido en tierras expropiadas al ejido, considerando: "Que como parte de las acciones para lograr la solución del conflicto, he determinado transformar las instalaciones militares de 'Guadalupe Tepeyac' y 'Río Euseba', en Centros desde los cuales las comunidades, con apoyo del Estado y de las instituciones de la sociedad civil, lleven a cabo las acciones integrales conducentes a su desarrollo social..."
El futuro del centro es un enigma. Concebido como parte de una estrategia de distensión, enfrenta el hecho de que nació de una decisión gubernamental no consultada con la comunidad y se encuentra en tierras que le fueron arrebatadas sin su consentimiento. La ausencia de los habitantes de Guadalupe Tepeyac en la ceremonia del 20 de marzo habla por si misma; la reiterada referencia de los funcionarios a ese vacío, también.
Sin embargo, el hecho simple y llano es que el Ejército se retiró de Guadalupe Tepeyac y de los otros seis puntos demandados por el EZLN como una de sus condiciones para restablecer el diálogo. El significado simbólico de esta medida en la moral de las comunidades zapatistas puede imaginarse fácilmente. Su resistencia y dignidad dio frutos.
Durante la Convención Nacional Democrática, Marcos afirmó el 6 de agosto de 1994, a propósito del Aguascalientes: "Este barco ha recorrido mares de todo tipo y condición, su velamen ha sido acariciado por vientos de orígenes diversos, ha naufragado en todas las islas y su amenazante emblema ha conquistado todos los puertos. ¿Por qué habría de preocuparnos este huracán sureño?"
Ese barco, en efecto, conquistó este 20 de marzo un nuevo puerto: uno donde la paz está un poco más cerca que antes.