viernes Ť 20 Ť abril Ť 2001

Silvia Gómez Tagle

El PRD en la hora de la refundación

El sexto Congreso Nacional del PRD abre una disyuntiva fundamental: renovarse o morir. En 1988 Cárdenas fue capaz de unir a una izquierda que carecía de perspectivas en un país donde la Revolución de 1910 y el cardenismo persistían en la memoria histórica del pueblo. Hoy que la transición a la democracia está en proceso, en gran medida gracias a la lucha que encabezó Cárdenas en contra del régimen autoritario, es paradójico que el PRD se encuentre ante esta disyuntiva.

Hay quienes atribuyen la derrota del 2 de julio a las divisiones y a la lucha entre las corrientes al interior del partido; otros la achacan al protagonismo de Cárdenas; y es probable que ambos tengan razón, en parte, dado que los líderes fuertes dificultan la institucionalización de la vida interna de los partidos, pero también es cierto que los líderes fuertes son indispensables para darle vida a los partidos y proyectarlos en la sociedad, sobre todo cuando se producen cambios políticos importantes. Sin embargo, en cualquier caso la autocrítica es indispensable para definir un nuevo camino con perspectivas de éxito.

La imagen que prevalece en la opinión pública, según una encuesta recientemente contratada para la fracción parlamentaria del PRD en el Senado, es la de un partido "rijoso y desordenado", quizás a veces más un conjunto de tribus inconformes, que un partido político capaz de convertirse en opción de poder. Esta imagen negativa en parte ha sido generada por una campaña permanente de los medios de comunicación en su contra, pero también sus dirigentes han contribuido a crearla. Y lo cierto es que sin una reflexión crítica sobre las causas de la crisis, será imposible salir adelante.

A veces las interpretaciones erróneas de la realidad han generado estrategias políticas equivocadas. Por ejemplo, está comprobado que en la elección presidencial de 1988 hubo un gran fraude electoral, pero no hay evidencias claras de quién ganó las elecciones. Sin embargo, en el PRD se ha sostenido casi como dogma de fe que Cárdenas triunfó en 1988; y se ha actuado como si ese triunfo se pudiera repetir con sólo eliminar el problema del fraude electoral, sin necesidad de construir un partido político sólido y eficaz en todo el territorio nacional.

Al comparar el promedio nacional de votos en 1997 con el PAN, se podía afirmar que los dos partidos estaban al parejo en 1997, pero mientras este último se preocupó por consolidar una estructura nacional, cuando menos en las zonas urbanas más importantes del país, el PRD ha desatendido grandes regiones. Ha prevalecido una especie de desinterés por elecciones locales y municipales, como si no fuesen importantes, se ha desatendido la formación política de los dirigentes y los candidatos; y en los lugares en donde el PRD sí ha triunfado, ha faltado una supervisión de la dirección del partido sobre el ejercicio de gobierno, por lo que muchos espacios ganados en una elección se han perdido en la siguiente.

Quizás éstas sean algunas de las razones por las que Fox cosechó un triunfo en las elecciones presidenciales del 2000, que fue posible gracias a las reformas electorales, que en gran medida se lograron por la intensa lucha que sostuvieron el PRD y el propio Cuauhtémoc Cárdenas durante todo el sexenio salinista.

En este crucial momento es indispensable orientar el interés de los líderes perredistas a la conquista del poder en la sociedad, con un trabajo de todos en equipo para fortalecer al partido, en vez de concentrarse la competencia entre ellos mismos por los cargos de dirección. Hacer del partido una escuela de cuadros, atractiva para los jóvenes, porque una de sus demandas más sentidas es la educación política. Erradicar el clientelismo, que degrada la dignidad de los pobres, para fortalecer prácticas que alienten la formación de los ciudadanos. Practicar una democracia que facilite la emergencia de nuevos líderes, en vez de que la burocracia partidaria expulse a todo militante o simpatizante que destaca, porque se le percibe como un competidor no deseado.

También es necesario acercarse a la sociedad para invitarla a participar en política (no necesariamente como militante), conquistando su apoyo electoral con un proyecto claramente diferenciado del PAN y del PRI, porque en México no se podrá consolidar la democracia sin un partido de izquierda fuerte, que tenga la capacidad de mirar al futuro. Una izquierda que pueda ofrecer alternativas para participar en la globalización con proyectos que tiendan a resolver la gran desigualdad que el neoliberalismo ha fomentado, que promueva la equidad, la participación de la sociedad en las decisiones sobre su propia forma de vida, el respeto a la diversidad, a la libertad y a la naturaleza. Ť

 

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