viernes Ť 20 Ť abril Ť 2001

Jaime Martínez Veloz

Una política del no

La economía es para el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, una "cobija" que no alcanza para tapar a todos. Bajo esta visión es válido preguntar: Ƒacaso con la nueva hacienda pública la cobija crecerá? ƑEsperan que aumente esta economía tejida con la sangre de los mexicanos? ƑQué formula es ésa de "favorecer" el desamparo tasando igual el agua en ciudad Neza que en Las Lomas?, por sólo citar una de las incongruencias.

El coordinador de Políticas Públicas, Eduardo Sojo, habla de la naturaleza "catastrófica" de los gastos por accidente, enfermedad y fallecimiento en las depauperadas clases medias que, según él, tenderán a recuperarse con el plan tributario. ƑCuándo?, no lo dice, pero de acuerdo a quienes en el Banco Mundial y el FMI dan los formularios a los gobiernos que dejan de ser Estados nacionales para convertirse en "piloto automático" de las políticas de ajuste estructural, en algunos ciclos generacionales más nuestros hijos y nietos decentemente podrían ser habitantes de un país globalizado.

Se trata de un argumento que su cinismo no le permite ni le interesa atenuar. El gobierno apuesta a una lógica de televidente instalado en su cómoda habitación que ve el espectáculo de sus "hermanos y hermanas" pobres como un consumidor al que se le vende la noticia de la vulnerabilidad entre argumentos moralinos en la línea de Lolita Ayala y anuncios de cerveza.

Sus planes tributarios apuestan a que el país se "recuperará" y que más pronto que tarde esos 40 millones de pobres dejarán de ser la noticia lamentable de todos los días para instalarse en condiciones igualitarias en una cómoda habitación frente a la televisión y al frente de su changarro con su vocho a la puerta. Los foxistas-funcionarios-ejecutivos-gerentes piensan que el pueblo de México va a creer en su evangelio que promete el reino de la buena onda, del éxito y, Ƒpor qué no lo dicen?, del apantalle de que ya estamos en la democracia y la justicia.

Las cifras de la vulnerabilidad social son precisas; están en sus computadoras, y eso sin considerar que sus registros son puestos en duda, como demuestra un reporte de la CIA que considera no 10 sino 30 por ciento de la población mexicana con predominio indígena.

El pobre es aquél que vive menos y es menos, y esta definición se expresa recurrentemente en los procesos de enfermedad y accidente en los grupos vulnerables, o sea, en familias sin seguridad social y no necesariamente pobres extremos, sino comerciantes de clase media, técnicos y hasta profesionistas que trabajan por su cuenta o desempleados en economía informal.

Lo pobre para los foxistas y la clase de académicos, que ya cobran por estudiar la pobreza desde hace varios años, está en la franja de lo extremo, en la geografía imaginaria; antes están los "pobres moderados", que de cualquier modo es difícil que consuman medicamentos cruciales para recuperar la salud o alargar la vida. A estos jóvenes rozagantes y sus tutores no les es dado pensar que México tiene una unidad familiar afortunadamente muy sólida, y que este valor sostiene todo lo que en los países desarrollados cubre la red solidaria del altruismo y la participación voluntaria en auxilio individual y desarrollo comunitario.

Destinar una cuota económica para millones de depauperados extremos tiene una absurda lógica de seguridad desfondada, Ƒrealmente con cien pesos más para esas familias en condiciones de miseria se espera "construir prosperidad"? ƑCreen ustedes que esos millones de familias esperarán ciclos generacionales para alcanzar esa "cobija"? Díganlo claramente: el hoy, hoy, es un afortunado sonsonete, no una preocupación verdadera.

Gustavo Esteva en una exposición sobre su experiencia en una organización social informa del avance que significa la teoría y la práctica de la política del no. Explica: en una colectividad cada vez es más difícil, si no imposible, ponerse de acuerdo. La pluralidad de organismos políticos, la fragmentación social, la diversidad de intereses, la variedad de culturas, la variedad genérica, las densas escalas de los rangos de edad, entre otros factores que definen y dividen o unen, hacen muy complejo el alcance de consensos.

Es muy difícil llegar a acuerdos --dice Esteva--, pero sí es posible alcanzarlos de manera masiva y nacional, a partir de lo que no queremos. No queremos que se deprede nuestra riqueza natural, nuestros bosques, selvas, ríos, lagos, lagunas, mares. No queremos la devastación ambiental y territorial de procesos industriales y urbanos que importan el destino de las siguientes generaciones. No queremos que la vida nacional la dicten los intereses de las trasnacionales, Wall Street ni los gobiernos de las naciones poderosas que siendo 20 por ciento de la población mundial, consumen 80 por ciento de la energía. Esa cobija no crecerá con sus propuestas, señores foxistas, ese tejido está plenamente señalado como un hurto a nuestros países.

Y argumentan (Sojo, Abascal, Fox) que esto se debe a errores del pasado y que dicha iniciativa de ley no tiene nada que ver con los recursos del IPAB, Ƒno ven que se trata de borrón y cuenta nueva?

La alta complejidad de la transición mexicana nos llama a invocar la política del no como principio de unidad y condición de resistencia ante el virulento embate foxista que desprecia una condición popular, que ahora, más que nunca, requiere los cuidados que se le ofrecen a un convaleciente para el que la ley fiscal suena a recitación fúnebre o a un diagnóstico rigor mortis. Ť

 

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