Ť Recordaron al último bohemio con motivo de la presentación de su Obra literaria
Sin proponérselo, Renato Leduc se convirtió en poeta nacional y testigo de nuestro tiempo
Ť Abominaba la demagogia y la corrupción de la clase política, señaló Gutiérrez Vega
Ť Quirarte: su literatura, ''continua rebelión, un aire que siempre quiso ser adolescente''
ANGEL VARGAS
El último gran bohemio llegó al mundo el año de la muerte de Guillermo Prieto, en 1897. Y, como lo hizo el romancero nacional, puso su pluma para registrar el instante que pasa, para hacer la antropología del café, la paráfrasis irreverente y jocosa de los clásicos.
Antisolemne y de humor desenfadado, ése es Renato Leduc, en una semblanza de Vicente Quirarte, quien califica la literatura de aquél como ''una continua rebelión, un aire que siempre quiso ser adolescente".
El escritor y catedrático, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, fungió, al lado de Hugo Gutiérrez Vega y Enrique Serna, como presentador del libro Obra literaria de Renato Leduc, editado por el Fondo de Cultura Económica y de cuya compilación e introducción se encargó Edith Negrín, con prólogo de Carlos Monsiváis.
Traición del destino
La velada -antenoche en el céntrico bar Mancera, que resultó insuficiente para alojar a los concurrentes- puede bien quedar resumida como un colorido e interesante retrato acerca de la vida y el quehacer del autor del célebre poema Tiempo.
Las palabras de los presentadores funcionaron como pinceles que de forma paulatina pasaron del boceto a la obra terminada, del mito y las historias en torno de un personaje a la develación-descubrimiento de un narrador y poeta poco difundido.
Gutiérrez Vega subrayó que no obstante la indiferencia de Leduc para buscar la perdurabilidad de su trabajo, ''el destino lo traicionó y, sin proponérselo, una parte de su obra se convirtió en nacional, aunque, para su fortuna y la nuestra, nunca accedió a la peligrosa categoría de canónica".
Destacó la irreverencia y alegría del escritor y periodista tlalpense quien, aseguró, nunca bajó la cabeza ante cacagrande alguno y se burló de todo sin acrimonia para ejercer la crítica, divertirse y divertir a sus numerosos lectores.
''Eran muchas sus curiosidades y entusiasmos. Amó a la ciudad capital y la vio crecer de manera teratológica; su afición a la fiesta de los toros tenía que ver con su espíritu bohemio, y cultivó una tranquila aceptación de la precariedad de la condición humana, mientras buscaba la belleza y mantenía su alegre apego a todos los 'alimentos terrenales'", enunció el poeta.
De los poemas de Leduc, resaltó que algunos de ellos cumplen la función crítica que, en su tiempo, llevó a cabo el expresionismo alemán y, sobre la faceta de periodista de aquél, comentó que abominaba la superchería, la demagogia y la corrupción de la clase política y sabía burlarse de los autoritarismos de todos los signos.
Gutiérrez Vega enumeró algunos temas recurrentes en Leduc, como las manos inquietas en la penumbra de las salas de cine abriendo braguetas, luchando con ligueros estrictos o descifrando inextricables sostenes:
"Todo esto y mucho más constituye el ser poético de un personaje de la vida pública mexicana que, como López Velarde, nunca tomó en serio los sesos de su cráneo y, sin proponérselo, se convirtió en poeta nacional y en testigo imprescindible de algunos momentos esenciales de nuestro tiempo histórico."
Antes, Quirarte había enfatizado el ''carácter eminentemente conversacional" de la escritura del autor, que, dijo, lo mismo puede apreciarse en sus versos como en sus artículos periodísticos.