JUEVES Ť 19 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Como en tiempos de la URSS, hay molestia por críticas
Los tres canales nacionales rusos de televisión, en manos del Kremlin
JUAN PABLO DUCH CORREPONSAL/II Y ULTIMA
Moscu, 18 de abril. La intolerancia del presidente Vladimir Putin ante la crítica de los medios es un rasgo consustancial a lo que algunos politólogos locales, al hacer una balance de su gestión desde que despacha en el Kremlin, llaman "régimen de simulación".
En este modelo de gobierno, prendido de los alfileres de los muy favorables precios de los energéticos y que considera normal convertir Rusia en basurero nuclear a cambio de 20 mil millones de dólares, el discurso político toca fibras sensibles en amplios sectores de la población y, para mantener la apariencia de que la situación es cada día mejor, no admite cuestionamientos.
En la lógica del Kremlin, como en los tiempos soviéticos, cualquier señalamiento crítico atenta contra los pilares de la elite gobernante y refleja una realidad que, cuando es adversa, sólo existe en la medida en que los medios la transmiten a la sociedad.
Por ejemplo, hablar de éxitos en materia de política económica es tan cierto, como lo es que la coyuntura petrolera permitió el año pasado un superávit de 60 mil millones de dólares en la balanza comercial, y también que en ese mismo periodo se registró una fuga de capitales de 25 mil millones de dólares, 10 mil millones más que en 1999.
Para los asesores de Putin, los excesos contra la población civil en Chechenia, la tragedia del submarino nuclear Kursk, la aplicación selectiva de la justicia y la co-rrupción rampante son algunas de las mu-chas piedras en el zapato, que hacen cojear una imagen que se pretende perfecta.
Por ello, se observa estos días lo que se anticipó desde septiembre del año pasado. En ese sentido, no es poco lo logrado por el Kremlin hasta la fecha: los tres canales de televisión con cobertura nacional están ya en sus manos.
Al coro del canal RTR cien por ciento del Estado, se sumó primero ORT, cuando Bo-ris Berezovsky fue forzado a vender sus acciones (49 por ciento) al magnate Roman Abramovich, que las puso en bandeja a Pu-tin y obtuvo como premio luz verde para convertirse en gobernador de Chukotka.
Tras meses de escándalos y persecuciones, siguió el canal NTV, cuyo nuevo director general, el estadunidense Boris Jordan, anunció este miércoles que las noticias no son negocio y se dará preferencia a programas de entretenimiento.
En medios impresos, el cierre del diario Segodnia y del semanario Itogui fue posible cuando Dmitri Biriukov, poseedor de 25 por ciento de las acciones del consorcio Siete Días, se inclinó del lado de Gazprom, el monopolio estatal del gas, que consiguió 25 por ciento más una acción, en pago por uno de los múltiples adeudos del magnate Vladimir Gusinski.
Gusinski convirtió a sus periodistas en rehenes de su peculiar manera de hacer fortuna desde que se embarcó, creyendo que siempre tendría la complicidad del Kremlin, en la aventura de operar satélite propio.
El Bonum-1 debía apuntalar su ambicioso proyecto NTV-Plus, que incluye canales de paga y extranjeros con señal codificada. Para ello, contrajo importantes deudas con bancos foráneos y, cuando no pudo pagar y con la mirada complaciente de Yeltsin, ce-dió a Gazprom 30 por ciento de las acciones de NTV, que asumió el respectivo pago.
Con Putin en el Kremlin, comenzó el acoso de Gusinski, que había recibido más dinero de Gazprom, entregado por órdenes de Yeltsin sin que ahora, dicho sea de paso, se investigue qué beneficios obtendría el Estado de esas inyecciones financieras.
En noviembre pasado, el grupo de Gu-sinski y Gazprom convino saldar la primera parte de la deuda, 211 millones de dólares, mediante la entrega de otro 16 por ciento de las acciones de NTV, además de 25 por ciento más una acción del resto de los me-dios pertenecientes al grupo. Otro 19 por ciento de NTV, y un adicional 25 por ciento más una acción de los otros medios, quedaron como garantía de pago de la segunda parte de la deuda, 262 millones de dólares, que vence el próximo mes de julio.
Hasta ahora, en su empeño por acallar la crítica, el Kremlin suma triunfos, pero le falta impedir que éstos se vuelvan en su contra, de estallar una nueva guerra de me-dios. La Audiencia Nacional de España, co-mo se esperaba, arruinó este miércoles lo que el entorno de Putin concebía como el golpe definitivo a los medios hostiles: denegó la extradición a Rusia de Gusinski, que ahora tendrá más margen de maniobra para fortalecer su alianza con Berezovsky.
Desde 1996, cuando los medios fueron determinantes tanto en la relección de Yeltsin como en la abierta lucha por la privatización de los consorcios estatales más atractivos, las guerras mediáticas han sido una constante del quehacer político ruso.
Ahora, empieza a prevalecer la sensación de que se está viviendo una historia ya co-nocida, con los mismos actores representando personajes esta vez distintos, como si todo se hubiera puesto de cabeza.
La esencia de la trama: dos acérrimos enemigos, Gusinski y Berezovsky, peleados a muerte por la privatización del gigante de las telecomunicaciones que finalmente quedó en manos de otro magnate, Vladimir Potanin, se reconcilian sin otra finalidad que luchar contra Putin, de quien se distanciaron por diferentes razones.
Es más: la ruptura de Gusinski con el Kremlin fue propiciada por Berezovsky. Se produjo en el otoño de 1999, cuando Gusinski apostó por la opción sucesoria de Yeltsin, que le parecía más segura, y se equivocó. La fórmula electoral del ex primer ministro Evgueni Primakov y el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, fue sepultada con toneladas de lodo por los medios de Berezovsky, quien además aportó la idea y el dinero para fundar de la nada la coalición parlamentaria Unidad.
Para hacer más tragicómicas las cosas, Primakov se sumó ayer a Unidad y a otras dos fracciones parlamentarias que aseguran una cómoda mayoría a Putin en la Duma.