JUEVES Ť 19 Ť ABRIL Ť 2001
Orlando Delgado
El 2 de julio y el productazo fiscal
El primer round ha terminado: la Cámara de Diputados ha decidido no discutir el asunto fiscal en este periodo de sesiones; claramente, la propuesta presidencial para construir una "nueva" hacienda pública perdió el primer episodio; quedan, por supuesto, muchas batallas por delante. La pelea está pactada a todos los rounds que resulten necesarios: el próximo periodo extraordinario o, incluso, llevarla hasta septiembre.
El ring se ha ubicado en distintas arenas: la principal ha sido la de medios --impresos para buena parte de los opositores y electrónicos para el gobierno--el Congreso apenas está calentando músculos.
Los pronósticos se modifican: se pensaba que la bancada entera del PAN, 207 diputados, respaldaría el "productazo" fiscal, "la propuesta que se había venido esperando por años" (Sojo, El Economista, 16/4/01), pero las encuestas, tan caras a los panistas, indican que hay diferencias importantes que llevarían a algunos diputados blanquiazules a votar en contra; la bancada priísta, en principio, parece inclinada a rechazarla, proponiendo modificaciones que la alterarían sustancialmente; el PRD ha actuado consistente y unificadamente en contra, planteando una reforma fiscal distinta, recibida por los funcionarios como declarativa y, en consecuencia, poco relevante. Fuera del Congreso, casi todas las opiniones planteadas coinciden en el rechazo a la propuesta foxista; ni siquiera las agrupaciones empresariales han aceptado el "productazo" fiscal, sólo han advertido la necesidad de incrementar los ingresos tributarios.
Las tres intervenciones del Presidente de la República (2, 4 y 16 de abril) fueron in crescendo hasta llegar al reconocimiento de las razones de su elección. Aceptó que recibió 16 millones de votos para cambiar las cosas, "no para repetir y perpetuar más de lo mismo"; el mandato electoral respaldó las múltiples propuestas planteadas durante la larga campaña. Es cierto que pocos pensaban que el modelo económico iba a cambiar; sin embargo, muchos pensaron que se corregirían las inequidades extremas provocadas por una instrumentación dogmática de la liberalización de los diferentes mercados. Quienes votaron por él confiaron en que se buscaría reconstruir un país devastado por privatizaciones fracasadas, por impresionantes fraudes y corruptelas, cuyo costo ha sido asumido por el erario público.
Vicente Fox mereció la mayor confianza que una población puede dar: ser elegido en una votación democrática; es el primero que puede decir que llegó a Los Pinos por la decisión de millones, no la de un elector indisputado. Esa confianza no es, ni podría serlo, eterna, tiene que ratificarse a diario; puede perderse poco a poco o dilapidarse abruptamente. Las sucesivas intervenciones electrónicas del Presidente ilustran la modificación de su estrategia publicitaria ante la persistencia del punto de vista contrario a la propuesta de una nueva hacienda pública redistributiva.
Los expertos en la oficina de imagen presidencial de Los Pinos pensaron que con el primer golpe, el clásico descontón, dado antes de que sonara la campana, la reforma fiscal sería aprobada. Pensaron que bastaba con que Fox dijese que los opositores a su propuesta fiscal eran mentirosos para que el país entero reconociera las "bondades" de ella; sin embargo, el golpe efectista no tuvo ningún efecto: no provoco ni siquiera una caída de la oposición. Contrariamente, hasta los panistas se ofendieron por la falta de modales y advirtieron que el pleito tendría que darse civilizadamente, con base en las reglas vigentes en el país surgido el 2 de julio. El uso de técnicas típicas del priísmo presidencial están prohibidas: el árbitro puede descalificar los excesos y en la próxima elección aplicar los castigos a que se hagan acreedores. Frente a esta respuesta al primer movimiento gubernamental, lo siguiente fue convencer, a punta de golpes publicitarios reiterados, de que la propuesta es justa; en realidad, se argumentó, es redistributiva: se regresará a los pobres lo que paguen por IVA, más un copete, el que se entregará en efectivo. Los propagandistas oficiales le concedieron capacidades casi mágicas: con reforma todo será mejor, habrá nuevos empleos, mejor educación, menor inflación, crecimiento, en fin, hasta el crédito se reactivará; sin reforma, en cambio, el caos.
La tercera intervención, a medio minuto del fin del primer round, cambió radicalmente el tono: de la prepotencia pasó a cierta desesperación. La demanda de confianza fue lo central: pidió que aceptáramos el "golpe de timón", el "inicio de una nueva historia", "jalando parejo"; los excesos verbales no son, ciertamente, nuevos, aunque resultan desmedidos; las promesas, tampoco. Lo nuevo es que está a la defensiva. La pelea continúa y promete ser larga.