jueves Ť 19 Ť abril Ť 2001

Sami David

Los pasos a seguir

La voluntad democrática se mide por la capacidad para conducir, con responsabilidad, la marcha del cambio. Sin embargo, esta cuestión volitiva no debe bifurcarse en dos ópticas diferentes: renacimiento o total metamorfosis. Las iniciativas presentadas en relación con la renovación del PRI deben multiplicarse a fin de que se amplíe el horizonte de la expresión democrática y con ello fortalecer la dinámica política al interior del mismo. Por supuesto que más allá de los extremos o simplezas de las propuestas, conviene reflexionar sobre el amplio espectro del debate.

El Consejo Político Nacional del PRI se reunirá en breve con el propósito de examinar la composición de la convocatoria para realizar la 18 Asamblea Nacional en noviembre y sus mecanismos de conducción.

La controversia va en el sentido de la necesidad de escuchar el mandato popular para determinar la participación de los grupos con representatividad capital necesaria a fin de conseguir nuevos espacios de discusión y remontar una nueva etapa, aunque sin disgregar nuestro acervo conseguido durante muchas décadas de actividad en los asuntos públicos.

El PRI atraviesa momentos decisivos; aunque es evidente que conviene conservar lo esencial de nuestras raíces, escuchar a la militancia y a la sociedad para estar a la altura de los desafíos en curso.

Más allá de diferencias coyunturales propias de una organización, como es el Partido Revolucionario Institucional, se debe buscar un consenso fundamental, compartido por todos los sectores y grupos del cuerpo político-social.

La disyuntiva es clara: revitalizamos al partido o los espacios democráticos ganados se nos disgregan. Nos unificamos con un fin común, la preservación del partido, o éste se debilita más hasta llegar a la inexistencia.

La diversidad de las propuestas políticas al interior del mismo sobre el futuro de nuestra institución es indicativa de la trascendencia que el PRI tiene en el país para conformar los equilibrios indispensables en el examen de la agenda nacional. Lo central es, justamente, no la inmediatez, sino la revisión de las formas actuales de aplicar la política con responsabilidad y fortaleza.

Los temas presentes, como son la ley indígena y la reforma fiscal integral, demuestran la sustantividad de este aserto y eso evidencia la necesidad de buscar múltiples mecanismos de interlocución con la sociedad a la cual representamos.

Los resultados de la amplia polémica realizada el mes pasado en torno a la presencia de los zapatistas chiapanecos en el Congreso demuestran la calificada responsabilidad de nuestros representantes populares. Dichos espacios de representación política, ganados por el PRI mediante el sufragio, manifiestan la acreditada expresión que el partido tiene en su conjunto.

En ese mismo orden de ideas, el análisis legislativo sobre los derechos y cultura indígenas, así como la reforma tributaria que afecta a diferentes sectores de la vida nacional, constituye el más claro sello de pluralidad y de compenetración social lograda por el PRI.

Actuar con responsabilidad y compromiso ético. Esa debe ser la premisa de la representación parlamentaria del Revolucionario Institucional. Pero también hay que exigir que los demás partidos asuman lo que les corresponde. La vinculación con la ciudadanía se puede conseguir porque creemos en la fuerza de las ideas, en el diálogo y en el respeto mutuo. Y en el proyecto de nación que defendemos. Fomentemos la vocación de paz y también el combate democratizador. Sabemos de nuestra fortaleza y madurez. Pero cobremos conciencia de nuestras insuficiencias, de nuestros errores. Y aprendamos de ello.

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