jueves Ť 19 Ť abril Ť 2001
Sergio Zermeño
La reforma del PRD
El PRD llevará a cabo en la última semana de abril su sexto Congreso Nacional. Con un mes de anticipación, distribuyó un encarte en La Jornada con una gaceta de 78 hojas en la que propone un nuevo programa, organización y línea política.
Entresacamos algunas ideas, que aquí parafraseamos: la caída electoral de julio último se explica por varios errores; primero, las elecciones del 99 para renovar su dirigencia evidenciaron la lucha entre "corrientes" y sacaron a la luz ilegítimos mecanismos propios de una cultura política que creíamos en retirada; segundo, el gobierno de Cárdenas en el Distrito Federal no se convirtió "en un fuerte ariete opositor"; tercero, el movimiento zapatista a partir de 94, y también de alguna forma el movimiento universitario en 99, pusieron el dedo en la llaga del burocratismo partidista, los nuevos cacicazgos ("las corrientes") y su alejamiento de las bases; y, en fin, resultó un golpe durísimo para la izquierda el que su candidato presidencial obtuviera 17 por ciento de los votos en julio de 2000 siendo que tres años antes recibió 47 por ciento de las preferencias electorales.
Prácticamente todas las voces del PRD han llamado a rectificar con urgencia las causas que condujeron a dicha crisis y han destacado como tareas inmediatas: primero, la lucha contra "las prácticas internas... de grupos facciosos (corrientes) que buscaron beneficios políticos particulares... cancelando los espacios de discusión y análisis"; segundo, y derivado de ahí, la necesidad de establecer ligas más estrechas y orgánicas con los movimientos sociales y con la sociedad civil, ya que "los partidos, incluso los socialistas, han dejado de combatir la explotación... y se han convertido en parte de la clase política de sus naciones" (p. 47).
Este será, sin duda, un punto polémico, pues para muchos militantes y observadores es difícil aceptar que las corrientes y la fuerza de sus liderazgos sean el efecto de una separación con respecto a sus bases; muy por el contrario, la proliferación de clanes, de pandillas y sus alianzas, y la erosión que provocan en las intermediaciones institucionales, particularmente en los partidos, son un efecto concomitante y consustancial de la masificación de la pobreza y el desorden acarreados por el actual modelo abierto y de competencia salvaje. En efecto, la mayoría de las llamadas corrientes, o al menos las más poderosas, mantienen fluidas y cotidianas relaciones con las organizaciones urbano populares, en el comercio informal, transporte, actividades deportivas, etcétera, al grado que cada vez más legisladores surgen de las cuotas que desde ahí se imponen. Por ello mismo, la reforma que viene debería centrarse más bien en el tipo de articulación que se quiere con la sociedad civil.
En el documento que comentamos se detectan, al menos, cuatro concepciones poco compatibles entre sí de articulación partido-sociedad:
1. "Cada afiliado o afiliada al partido debe ser inscrito en un comité de base de carácter territorial (colonias, barrios, poblados, pueblos, unidades habitacionales...), que elegirá un comité ejecutivo... y formará una Brigada del Sol. Habrá igualmente secciones por centro de trabajo, sindicato, ejido, cultura, jóvenes, indígenas..." (p. 24). 2. El partido debe constituir "una alternativa de poder popular y de acumulación de fuerza... Promover la articulación de campesinos, obreros, indígenas, colonos, maestros, estudiantes... Un cambio de rumbo que tenga como prioridad la confrontación con el régimen, la construcción de un proyecto de sociedad socialista, democrática y libertaria..." (p. 48-51). 3. El PRD buscará acuerdos con otras fuerzas políticas nacionales (y con el gobierno mismo circunstancialmente), sobre temas y proyectos específicos, para alcanzar la transición democrática (p. 18). 4. "La nueva cultura política significa la independencia de las organizaciones sociales respecto a los partidos políticos y el Estado...".
ƑSe está hablando aquí de un aparato a cierta distancia de los comités vecinales, de los movimientos y las luchas sociales, de las amplias alianzas revolucionarias o electorales? Esto implicaría una innovación; significaría que el objetivo a fortalecer o a empoderar no sería tanto el aparato del partido, el vértice, sino las colectividades sociales, las identidades colectivas más o menos circunscritas territorial, ocupacional, étnicamente... Los referentes centrales serían entonces: la autoorganización (Ƒautonomías?), la distancia y el respeto desde las fuerzas políticas, la consolidación de una cultura cívica, horizontal, basada en el reforzamiento de la confianza, la cooperación, la reciprocidad... Un partido político, sin embargo, tiene que bregar con su entorno: la crisis y el tremendo desempleo crean cacicazgos por doquier, luchas sociales que requieren acompañamiento, alianzas irrenunciables... Y a pesar de la complejidad tiene que haber estrategia. Por el bien de todos, que el debate sea rico.