MIERCOLES Ť 18 Ť ABRIL Ť 2001

Alejandro Nadal

Deciles mentiras

El gobierno usa dos argumentos centrales para justificar su propuesta de reforma fiscal. Primero, es necesario incrementar la recaudación para impulsar el desarrollo. Segundo, al aumentar la recaudación, las tasas de interés descenderán. Es fácil demostrar que ambos argumentos están equivocados.

En el modelo neoliberal es el mercado el mecanismo que permite asignar de manera eficiente los recursos, no el sector público. Por eso el impulso al desarrollo económico debe provenir de la inversión privada, nacional y extranjera, y no por el lado del gasto público. Por eso es necesario liberar las fuerzas del mercado.

Las actuales autoridades económicas de México están convencidas de que el gasto debe mantenerse bajo. Ese ha sido el dogma fiscal del modelo neoliberal desde hace doce años. No es por nada que el gobierno anterior y el actual se vanaglorian de que están manteniendo el nivel más bajo de gasto en 20 años (15 por ciento del PIB este año).

Una de las metas centrales en el plano macroeconómico es alcanzar un superávit fiscal para 2003. Esa meta no se podrá alcanzar si se aumenta el gasto, aun con los niveles de recaudación que se espera obtener con la reforma del IVA. La razón es simple: los datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) revelan que los requerimientos financieros del sector público son siete veces mayores que lo señalado en el proyecto de Presupuesto de Egresos presentado al Congreso en 2000 (0.5 por ciento contra 3.5 por ciento del PIB).

Vicente Fox ha prometido que la recaudación generada por su reforma fiscal será canalizada íntegra al gasto social. Prometió aumentar el gasto para educación de 3.7 por ciento a 8 por ciento, cuando la recaudación esperada es de sólo 2.2 por ciento del PIB. Una de las dos: o el Presidente abandona su meta de superávit fiscal para el 2003, o está ofreciendo una promesa vacía. Tomando en cuenta que el verdadero déficit fiscal ya es de 3.5 por ciento del PIB, estas dos alternativas son mutuamente excluyentes. O una o la otra.

Por otra parte, el gobierno sostiene que al aumentar la recaudación las tasas de interés van a descender. Pero eso no es cierto por tres razones. La primera es que en un modelo de economía abierta como México, las tasas de interés dependen en gran medida de los réditos de los mercados internacionales. Si se mantiene el déficit externo, en la balanza comercial y en la cuenta corriente de la balanza de pagos, se requerirá de financiamiento externo para cerrar la brecha de divisas. Parte de esos recursos provendrá de la inversión extranjera directa. Si éstos son insuficientes, será necesario atraer inversión de cartera para alcanzar el financiamiento requerido, y eso se logrará ofreciendo altos rendimientos locales.

Los réditos se han convertido en mecanismo de regulación de las presiones sobre el tipo de cambio. Si los capitales que han ingresado a la economía deciden salir, se convertirán en dólares presionando fuertemente a la divisa mexicana. Si se desea evitar lo anterior, y una eventual fuga de capitales que podría desencadenar una devaluación, las autoridades se verán obligadas a elevar las tasas de interés.

Además, el flujo de capitales que ingresa a México puede convertirse en nuevo circulante. Las autoridades tienen que retirar parte del mismo en un nivel adecuado que permita mantener la oferta monetaria estable. Esta llamada esterilización de capitales se realiza colocando títulos de regulación monetaria en el mercado financiero, entre otros instrumentos disponibles. Para poder colocar esos títulos se tiene que ofrecer una tasa de interés atractiva, pues de lo contrario no se podría llevar a cabo la regulación de la liquidez, en correspondencia con la oferta y la demanda de dinero planeada. Aunque el volumen de los valores puede ser relativamente pequeño ejercerá presiones a la alza en los réditos.

La lucha contra la inflación es otra de las grandes prioridades del gobierno. La meta es alcanzar una tasa de inflación similar a la de Estados Unidos (entre 2 y 3 por ciento) para el año 2003. La teoría dominante en el gobierno y Banco de México es que la única manera de reducir la inflación es mantener la demanda agregada bajo control. Por ello se restringe la oferta monetaria para encarecer el crédito y contener la inversión y el consumo.

La tasa de interés también depende de consideraciones microeconómicas relacionadas con el desempeño de los bancos como negocio. A pesar de que la inflación baja, la tasa de interés sigue elevada porque los márgenes de intermediación que aplican los bancos son exageradamente altos, mientras que la calidad de los servicios que prestan continúan deteriorándose.

El gobierno sostiene que el IVA puede incrementarse porque los que más aportan al IVA son los grupos con mayores ingresos y los pobres serán resarcidos del impacto de la reforma fiscal. La SHCP presentó un estudio al Congreso con el fin de contabilizar el impacto del gasto público en la población mexicana por deciles o niveles de ingreso. Ese estudio usa los datos de la Encuesta Nacional sobre Ingreso Gasto de los Hogares para 1998 (ENIGH-98), pero las estimaciones de la SHCP adolecen de graves defectos metodológicos que anulan sus conclusiones. El supuesto básico es que todos en México tienen el mismo acceso a los servicios públicos en educación, salud, transporte, comunicaciones, desarrollo agropecuario, etcétera. Ese análisis por deciles del ingreso y gasto fiscal está marcado por la mentira. Es una muestra de los extremos a los que llega un gobierno que no tiene elementos para defender su propuesta de reforma fiscal. Deciles mentiras parece ser la única consigna a falta de argumentos.