MARTES Ť 17 Ť ABRIL Ť 2001

Ť El pintor mexicano inaugurará exposiciones en Madrid y París

Penetrar en nuestro universo interior permite abolir la cultura de la globalización: Kaminer

Ť Participará con dos obras en la Bienal de escultura de pequeño formato de Eslovenia

MERRY MAC MASTERS

A tres años de haber regresado a vivir en México, después de una estancia de más de dos décadas en París, el pintor y escultor Saúl Kaminer (DF, 1952) asegura que en realidad fue su viaje, en octubre pasado, a Kobel, Ucrania, lugar de nacimiento de su padre y sus abuelos paternos, lo que permitió llegar al fondo de sus sentimientos y, ''por fin'', aterrizar aquí.

Como resultado de este rencuentro con sus raíces, Kaminer realizó la pieza La casa del abuelo que, con La casa y su sombra, participarán en junio próximo en la Bienal de Eslovenia de escultura de pequeño formato con el tema de la arquitectura. La casa del abuelo, de hecho una propuesta de obra urbana, es una especie de Arca de Noé. De acuerdo con Kaminer es una pieza sobre arquitectura porque Noé fue el primer arquitecto en la medida que ''integra su mundo animal, su mundo femenino y su potencial de futuro que son sus hijos, y los hace conscientes''.

Kobel, rencuentro con las raíces paternas

La ida a Kobel, ciudad polaca que a raíz del pacto ruso-alemán pasó a formar parte del territorio de la ex URSS, le permitió al entrevistado ''dejar una piedra -en la tradición judía se deja una piedra en los cementerios- en un lugar significativo de la tumba de mis abuelos que fueron victimados al entrar el ejército nazi''.

En fin, ese viaje constituyó la transmisión de la memoria de toda su filiación paterna. ''Fue un parteaguas en mi vida -dice-. Como que es el momento de empezar a construir, de encuentro con la piedra. La casa del abuelo es eso''.

Y ''ahora tengo un gran deseo de participar, de estar más presente. Oír el discurso de la comandante Esther (en el Congreso de la Unión) me llena de una gran emoción. Me hace sentir que México es abuelo un país posible. O sea, me digo que sí vale la pena vivir acá''.

Pero antes de su participación en la Bienal de Eslovenia, el jueves 19 Kaminer inaugurará la exposición La tierra prometida, de 15 pinturas, en el Instituto Mexicano de Cultura, de Madrid, España. A pesar de ser un título ''muy bíblico'', para el artista la tierra prometida representa una búsqueda de sí mismo: ''Puede parecer algo muy personal, pero creo que es una búsqueda del ser en general''.

Indica que en España hay una sensibilidad para cierto discurso que puede partir de la religión, pero que ''no es religioso''. En este caso, ''hablo de la tierra prometida en tanto ética y estética''.

El cuadro Tierra prometida, dice, relacionado con el viaje a Kobel, ''se pasa por una purificación interior, en que parte uno de lo oscuro y tiene que casarse con su opuesto para poder realizar unas bodas internas para llegar a eso que se llama el proceso de individualización''.

Aprecio por la diferencia

El 25 de abril, pero en París, Kaminer abrirá la muestra Oriente extremo, de una docena de cuadros y seis esculturas, en la Galería Claude Lemand, que lo representa desde hace casi una década. Para el expositor el término significa ''ir a la parte más extrema dentro de mí'', a la vez que le propone al ''otro'' hacer lo mismo.

Dice: ''Todo ser tiene su extremo oriente, a partir del cual uno puede construir su universo, reconocer al otro, saber cuáles son sus diferencias. Me fascina también que la comandante Esther cuando subió al Congreso, fue claro que todos somos iguales en que todos somos diferentes. Es decir, apreciar la diferencia como una dimensión de igualdad en la humanidad''.

Aquí varias obras horizontales funcionan como ''itinerarios'' en este viaje del oeste al este. Otra, en forma de ''T'', e intitulada Oriente extremo, representa el encuentro con el ''estar en la tierra'' y la ''búsqueda de lo espiritual''.

''El arte siempre es una búsqueda espiritual. Es difícil hablar de esto, además, vengo de una educación marxista-althusseriana, pero es como encontrar a Dios dentro de uno mismo. Lo que importa es darnos cuenta de los límites del racionalismo, de la tecnología. Cada vez que uno entra en su universo interior, queda abolida la cultura de la globalización.''