COLOMBIA: LA URGENCIA DE LA PAZ
En Colombia la violencia supera día tras día
sus propias cotas. El pasado fin de semana el grupo paramilitar de ultraderecha
Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) asesinó a 25 campesinos en
la zona del Alto Naya; posteriormente, un numeroso contingente de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tomó por asalto la población
de La Caucana, en Antioquia, considerado bastión de los paramilitares,
y dio muerte a medio centenar de personas.
Los saldos de esta clase se han vuelto parte del escenario
informativo cotidiano de Colombia. Después de décadas de
conflictos armados, de guerras de diversos signos y de una proliferación
de actores bélicos y agentes de la violencia --las organizaciones
guerrilleras, el propio Ejército, sus paramilitares, los cárteles
de la droga y otros estamentos de la delincuencia común--, la sociedad
colombiana se encuentra atrapada entre confrontaciones cruzadas e incluso
sobrepuestas en las que se dirimen, a su vez, intereses de muy distintas
especies: desde las formulaciones ideológicas de justicia social
que inspiran, mal que bien, a las guerrillas, hasta los designios geopolíticos
de Washington; desde el afán militar y paramilitar de perpetuar
las desigualdades y la corrupción, hasta las intrigas de personajes
oscuros y delictivos como Vladimiro Montesinos, cuyos empeños por
atizar la violencia en Colombia han sido recientemente documentados.
Ante esta conjugación de factores internos y externos
de violencia, resulta fundamental una respuesta de los actores interesados
en construir la paz en Colombia. Esa tarea no sólo atañe
a los negociadores del gobierno de Andrés Pastrana y de las FARC
--a los cuales podrían sumarse en breve los del Ejército
de Liberación Nacional, ELN--, sino también a los gobiernos
y a las diplomacias de América Latina. La inclusión anterior
no sólo tiene como fundamento una consideración ética
y humanitaria básica, sino, también, un cálculo de
preservación de intereses nacionales, ya que un ahondamiento de
los conflictos colombianos tendría, obligadamente, consecuencias
desestabilizadoras para los países vecinos y, acaso, para toda la
región. |