DOMINGO Ť 15 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Unos 100 mil jóvenes escucharon el mensaje en el Azteca

Exhorta el Papa a edificar una sociedad justa para el hombre

Ť En una carta les pide participar en la nueva evangelización

JOSE ANTONIO ROMAN

Ante unos cien mil jóvenes católicos que casi llenaron el estadio Azteca por segundo año consecutivo, el papa Juan Pablo II, a través de una carta, hizo un exhorto a edificar, bajo los principios cristianos, una sociedad más digna, y a comprometerse con la tarea de la nueva evangelización.

Leída por el nuncio apostólico Giussepe Bertello, la carta enviada por la secretaría de Estado de la Santa Sede alienta a los jóvenes a ser testigos de los valores evangélicos en "la querida nación mexicana", para que retomando sus raíces cristianas, edifiquen una sociedad justa de hombres y para el hombre, en la plenitud de sus derechos y en convivencia fraterna.

"También los exhorto a colaborar en la nueva evangelización, tarea siempre presente de la Iglesia", dice la misiva leída por el representante papal, quien desde un templete en el centro de la cancha de futbol se mostró complacido por la generosa respuesta juvenil al encuentro con Jesucristo.

Durante su intervención, con la cual dio inicio la larga jornada, Bertello agradeció estar en el mismo escenario donde el papa Juan Pablo II vivió uno de los momentos más emotivos de su cuarta visita a nuestro país, en enero de 1999, cuando vino a entregar la carta posinodal Ecclesia en América. Fue en el estadio Azteca donde el mismo Juan Pablo II, ante las expresiones de simpatía, manifestó que él ya era un "Papa mexicano".

Más tarde, cerca del mediodía, cuando los miles de jóvenes portaban ya camisetas blancas con la imagen de Jesús al frente -color predominante en todas las tribunas- arribó al lugar monseñor Carlos Aguiar Retes, secretario general del Consejo del Episcopado Latinoamericano (Celam) y obispo de Texcoco, diócesis donde se encuentra la sede de los misioneros servidores de la palabra, con su fundador el padre Luis Buttera.

Durante casi una hora, el prelado advirtió a los jóvenes sobre la tentación del dinero, del poder y del placer, los cuales, según dijo, se generan desde el corazón del hombre, pues es ahí donde se forjan los "buenos y malos sentimientos, las buenas y malas acciones".

Respecto del dinero, abundó, debe ser visto como un medio para vivir, pero no es ahí donde debe estar el corazón del hombre; del poder, que debe ser visto como una ocasión de servicio a los semejantes, y del placer, donde con frecuencia caen los jóvenes. Es mejor deleitarse en la palabra de Dios, pues es ahí donde se construye el porvenir.

El encuentro juvenil transcurrió entre cánticos y testimonios y la jornada concluyó con la intervención del arzobispo primado de México, cardenal Norberto Rivera Carrera, quien dijo: "En esta tarde la Iglesia proclama que la palabra, que se hizo carne y habitó entre nosotros, está viva y continúa marcando el sentido de la historia de la salvación y nos invita a vivir con pasión el presente y abrirnos con confianza al futuro: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre".

Desde el templete en el centro del campo, con una enorme cruz y una Biblia abierta, colocados sobre el césped, el cardenal recordó que este encuentro se da en la primera Pascua del nuevo milenio. Ahí mismo, hizo mención a la reciente carta apostólica de Juan Pablo II, titulada "Nuovo milenio ineunte", en la cual se presenta una reflexión sumaria de lo que ha significado para la Iglesia católica la celebración de los 2000 mil años del nacimiento de Jesús, y nos anima a aprovechar el tesoro de gracia recibido, traduciéndolo en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas hacia el compromiso espiritual y pastoral.

En un mensaje que se asemejó mucho al que diría horas después en la Catedral Metropolitana, durante la Vigilia Pascual, el cardenal dijo que el año jubilar dejó su huella de un modo especial entre los jóvenes. Lo hemos visto, en la alegría de la juventud, pero con la inquietud de hacer algo por los demás, de hacer algo por sí misma, y deseosa de orar, en una búsqueda seria del sentido de su vida y abierta a Jesús.