Ť Realizan en Brasil el coloquio internacional 2001-La odisea lacaniana
Seguidores de Lacan, en México, recuerdan hoy al psicoanalista en el centenario de su natalicio
Ť Román Zárate ofrece una charla acerca del pensador, en la librería Gandhi
MONICA MATEOS-VEGA
El psicoanalista Jacques Lacan no renegó de la razón, ''es un moderno, un iluminista" y opinaba que no se puede hablar de libertad como de cualquier cosa, pues ello conlleva cierta irresponsabilidad, porque cada uno está libre de morir, en el sentido de que la condición humana supone la libertad de morir y cualquiera que sea el peso de nuestra vida no será eterno, ''de modo que para Lacan, hablar de la libertad implicaba una responsabilidad ética".
Con estas palabras recordó el año pasado Judith Miller a su padre durante los encuentros psicoanalíticos efectuados en Argentina. La presidenta de la Fundación del Campo Freudiano, directora de la publicación L'âne y esposa de Jacques-Alain Miller, continuador de la escuela fundada por Lacan es considerada, con Anna Freud, la otra ''princesa del psicoanálisis", heredera de una teoría que promueve la subversión del sujeto y que hizo de la metáfora paterna el significante supremo.
Encuentro en Río de Janeiro
En el centenario del natalicio de Lacan, que se conmemora hoy, muchos de sus seguidores se reunirán para discutir acerca de su obra. En la ciudad de México, el subdirector del Centro de Investigación y Estudios Lacanianos, Román Zárate, ofrecerá una charla, a las 19:00 horas, en la cafetería de la librería Gandhi (Miguel Angel de Quevedo 134, Chimalistac).
En Río de Janeiro, Brasil, desde el miércoles se realiza un coloquio internacional en el que se debate la contribución y el alcance de la enseñanza lacaniana en el psicoanálisis (en la teoría, en la técnica y en la institución) y sus consecuencias en la sociedad, en la ética, la medicina, en la antropología, en la filosofía, en las artes y en la consideración científica.
Se tratará de responder algunas cuestiones: ¿cómo se inserta el psicoanálisis lacaniano en nuestra contemporaneidad dirigida por los discursos de la ciencia y el capital, promotores de una segregación cada vez más amplia?, ¿cuál es el papel del psicoanalista en la era de la conectividad y de la bioeconomía?
Los lacanianos explican que el discurso del analista ''como reverso del discurso del amo tecno-científico-capitalista" se distingue de otros lazos sociales por ser el único que trata al otro como sujeto; ''pero para eso es necesario que haya analistas y escuelas que garanticen su formación, así como el desarrollo teórico de sus fundamentos. El encuentro conmemorativo para analizar las enseñanzas de Lacan, 2001-La odisea lacaniana propone un verdadero debate de ideas, abierto a psicoanalistas y no psicoanalistas. Su organización versará sobre los tres ejes señalados por Lacan en 1964, en el acta de fundación de su escuela: el psicoanálisis puro, el psicoanálisis y la vuelta a Freud.
Conflicto de filiaciones
Lacan tuvo cuatro hijos. Caroline (1936), Thibaut (1938) y Sibylle (1940) con Marie-Louise Malou Blondin; y Judith (1941), con Sylvia Maklés. En 1940, dos mujeres, simultáneamente, quedaron embarazadas de Lacan. Sibylle ?la hija de Lacan con Malou Blondin? nació pocos meses antes que Judith Sophie, la hija de Lacan con Sylvia que fue registrada en la alcaldía de Antibes el 3 de julio de 1941 bajo el nombre de Judith Bataille, pues su madre aún estaba casada con Georges Bataille.
Judith, impedida de usar el Lacan (la ley francesa prohíbe reconocer a un hijo nacido de otra mujer) llevó, así, el nombre de un padre que no era el suyo. El apellido judío de la madre, Maklés, hubiera sido un trastorno durante el antisemitismo militante.
Lacan mantuvo separadas a sus dos familias de manera tal que Caroline, Thibaut y Sibylle ignoraron durante muchos años la existencia de Judith, su media hermana. A pesar de usar su apellido, ni Caroline ni Sibylle fueron sus preferidas sino Judith. Era con ésta con quien Lacan convivía y revivía ante los ojos de quien quisiera verlo, un idilio intenso y, tal vez edípico, explica el investigador Juan Carlos Volnovich
En 1953, cuando Lacan se casó con Sylvia, inició un lío legal y un conflicto de filiaciones. Sylvia se cambió el apellido Bataille y pasó a ser Sylvia Lacan. Judith, que conservó su nombre Judith Bataille y se convirtió en la hijastra de quién en realidad era su padre y pasó a ser media hermana de la nueva hija de Bataille, Julie, a quien no la unía ningún lazo de sangre.
Cuenta Elizabeth Roudinesco que Lacan tenía verdadera adoración por Judith y que sufría por no haberle dado su apellido. Le consagró, sí, un amor exclusivo mientras, embelesado, la miraba crecer. Desde muy pequeña, Lacan la integró al núcleo de intelectuales que lo frecuentaban y la incorporó al círculo de sus discípulos. Judith, por su parte, correspondió arrobada a ese amor. ''Vivía encandilada por ese dios de una generosidad sin fisuras hacia ella, rindiéndole culto al héroe que valientemente triunfaba sobre sus adversarios, siempre expuesto a ser traicionado por sus alumnos", dice Volnovich.
En 1962, después de la muerte de Georges Bataille, Lacan gestionó ante la justicia el cambio de apellido de Judith. Y lo consiguió ?Judith Bataille pasó a ser Judith Lacan? el mismo día en que pronunció su discurso sobre ''La excomunión''. Es decir, el día que renunció a la Asociación Internacional de Psicoanálisis con su alocución conocida como el último seminario ''Los nombres del padre''. Lacan pudo ponerle su apellido a su hija y fundar la Escuela Freudiana de París. Mientras aquél dictaba su seminario, Judith conoció entre el público a un joven de 19 años: Jacques Alain Miller. En 1980 Lacan nombró a Judith en su testamento como heredera universal de toda su obra, restringiendo los derechos de sus otros descendientes. Su yerno Miller fue designado albacea con plena libertad sobre la edición de los textos de Lacan y control jurídico, financiero y teórico sobre el patrimonio de uno de los pensadores más importantes del siglo XX.