Ť Desde el siglo IV de nuestra era se compusieron obras sobre el vía crucis de Jesucristo
Las pasiones según Mateo y Juan son las más recurrentes en la música
Ť Más que una forma, se trata de un tema, aclaran Sergio Vela, José Areán y Juan Manuel Lara
Ť Las partituras más relevantes son de Johann Sebastian Bach y George Philipp Telemann
ANGEL VARGAS
La pasión de Jesucristo ha sido tema recurrente de diversos compositores. La historia registra que desde el siglo IV de nuestra era se había creado ya una obra basada en uno de los cuatro evangelios que relatan los tormentos y la muerte del nazareno, práctica que alcanzó su cima durante el Barroco y que disminuyó de forma considerable en el siglo XX.
Si bien canónicamente son cuatro pasiones: Mateo, Marcos, Lucas y Juan, de "manera curiosa" la mayor parte de la pasiones musicales se basan en el primero y en el último de los evangelistas mencionados, subraya Segio Vela.
''Ello obedece a que ambos son quienes cuentan con mayor sentido dramático, menos de narración y más de acontecimiento, aunque no podemos soslayar la existencia de pasiones contemporáneas, como la según San Lucas de Penderecki, que es formidable. Pero si se habla de pasiones, obligadamente nos remitimos a Juan Sebastián Bach, con la según San Mateo y la según San Juan."
Aclara el especialista que la pasión es un tema y no una forma musical, juicio que comparten el director orquestal José Arean y el musicólogo Juan Manuel Lara. Por consiguiente, agregan, en la evolución de la música ha adoptado diversas formas, desde recitativo hasta oratorio, entre otras, pero siempre dentro del ámbito litúrgico, salvo algunas excepciones contemporáneas.
El triunfo de la polifonía
Según sea el evangelio al que se aluda, el rito católico asigna un día especial para que una pasión sea interpretada dentro de Semana Santa, y de esta forma al relato de Mateo le corresponde el Domingo de Ramos; al de Marcos, el martes; al de Lucas, el miércoles; y al de Juan, el del Viernes Santo; siguiendo el orden de aparición en la Biblia.
Como parte de la música escr ita ex profeso con fines litúrgicos, se pueden encontrar pasiones desde la etapa monofónica, por ejemplo en los cantos ambrosianos y gregorianos, aunque la mayoría sea de origen anónimo.
Sin embargo, el detonante para el desarrollo de este tipo de obras, explica Sergio Vela, fue el ''triunfo de la polifonía", el cual a su vez marcó el destino de la música religiosa, y de ese arte en general, en dos grandes corrientes: las escuelas italiana y alemana.
El director escénico y melómano habla del sentido dramático que, como texto, tienen las pasiones, del cual, dice, no están exentas las versiones musicales y que lo motivan a considerarlas antecedente directo de la ópera.
''La misa en sí es una gran representación teatral y particularmente las pasiones tienen un sentido dramático: hay personajes, diálogos, un conflicto brutal, un desenlace trágico y, después, un epílogo glorioso", sostiene.
Juan Manuel Lara, por su parte, apunta que con la polifonía, surgida en el Renacimiento, ''todo relato de la pasión se siguió cantando con la misma tonada del canto antiguo, pero las partes de las multitudes, por ejemplo la de los judíos pidiendo la muerte de Cristo, se hizo en polifonía para dar, precisamente, la sensación de multitud.
''Con el tiempo, esa forma se convirtió en oratorio y entonces aparecieron arias, coros y acompañamiento instrumental. De estas pasiones, los ejemplos más relevantes son las de Johann Sebastian Bach, George Philipp Telemann y otros compositores sobre todo alemanes".
Si bien no cuentan con una estructura determinada, este tipo de piezas se caracteriza por manejar ciertas convenciones, sobre todo desde el Barroco, entre ellas nunca usar un tenor para encarnar a Jesucristo sino a un cantante de voz profunda y emplear música lenta para subrayar la divinidad.
José Areán alude a la profunda experiencia emocional que significa escuchar cualquier pasión, pero, al igual que los otros dos especialistas, recalca las dos compuestas por Bach, a las cuales se les califica de emblemáticas.
''La Pasión según San Mateo ?dice Vela? se considera uno de los monumentos capitales de la historia de la música. Es una de las partituras que marcan un hito y se convierten en punto de referencia, en un antes y un después. Prácticamente toda la estructura de Bach está evidenciada en ella: su riqueza orquestal, la línea instrumental, la línea vocal, el dominio del coral, el cromatismo y el sentido de flujo dramático discursivo. Es una de esas partituras, como podrían ser Tristán e Isolda (de Wagner) o La consagración de la primavera (de Stravinsky), sin las cuales no puede explicarse la historia de la música."
Wagner, intento frustrado
Crear obras musicales a partir de la divinidad o la religión, en particular la pasión de Cristo, es una empresa que generalmente se ha abordado mediante oratorios, como el de Ludwig van Beethoven, Cristo en el Monte de los Olivos; por consiguiente, no ha llegado al mundo de la ópera ?salvo el músical-rock de Andrew Lloyd Weber Jesucristo Superestrella.
Sólo Richard Wagner se aventuró a comenzar la escritura de una puesta en escena con tal tema, pero tuvo que desistir al considerarlo inasible.
Lo más que se aproximó a esa idea fue su ópera Parsifal, en la cual si bien nunca se menciona el nombre de Cristo ni de Jesús, sí se alude a símbolos religiosos y hay un momento en que se hace referencia al Viernes Santo.
La composición de pasiones decayó sensiblemente con la llegada del siglo XX. La lista de autores incluye unos cuantos, entre ellos, Heinrich von Herzogenberg, Hugo Distler, Ernst Pepping, Eberhard Wenzel, Herbert Collum, Krzysztof Penderecki y Arvo Pärt.
José Areán opina que tal actitud de los compositores responde a la reticencia generalizada vivida en el siglo pasado en relación con los temas religiosos:
''En general la música tendió a alejarse de lo grandioso y traer todo a un ámbito mucho más íntimo. Hay reticencia, también, a hablar de redención; ése no fue el tema del siglo.
''Olivier Messiaen fue el que quizá más se acercó a un tema bíblico con su última ópera, San Francisco de Asís; era un compositor profundamente religioso, pero ni siquiera así logró escribir alguna pasión".
El mundo colonial hispano, en particular la Nueva España, no fue indiferente a las pasiones, y varios de los autores locales cuentan en su catálogo cuando menos con una de estas piezas.
Comenta Juan Manuel Lara que, de acuerdo con indicios conservados en los archivos catedralicios y conventuales novohispanos, los músicos que trabajaban
en las iglesias se veían obligados a producir e interpretar música para cada tiempo litúrgico, como villancicos para navidad y motetes para diferentes celebraciones del año:
"He investigado en los archivos de las catedrales de México y de Puebla, entre otros acervos, y me he encontrado con que los músicos que llenaron con su vida los tres siglos del virreinato tienen, todos, cuando menos una pieza dedicada a la Semana Santa: motetes para la bendición de los ramos, para la imposición de la ceniza, para conmemorar la institución eucarística el jueves santo, para celebrar la adoración de la santa cruz y el viernes santo; lamentaciones para jueves, viernes y sábado santos; y por supuesto, también pasiones".
Sin embargo, aclara que estas últimas no han trascendido, al igual que muchas otras de las composiciones de aquella época, por estar aún dentro de su fase de rescate. Entre los autores novohispanos que cuentan con una pasión cuando menos, menciona a Francisco López y Capillas, Juan Gutiérrez de Padilla, Antonio Rodríguez de Mata, Antonio Salazar, Manuel de Sumaya, Juan García de Céspedes, Francisco Vidales. "Los compositores de los siglos XVI y XVII, en sus pasiones, siguieron el modelo de Giovanni Pierluigi da Palestrina y de Tomás Victoria".
En la actualidad todavía se desconoce si músicos modernos o contemporáneos cuentan con alguna pasión, no obstante se sabe que el michoacano Miguel Bernal Jiménez creo en 1952 una pieza intitulada Siete palabras, inspirado, como en su tiempo lo hizo Joseph Hayden, en las últimas siete frases que pronunció Jesucristo en la cruz.
El musicólogo Antonio Robles Cahero habla del músico jaliscience Vicente Ortiz, que si bien no realizó una pasión, sí escribió en el siglo XVIII una obra para ser interpretada en viernes santo: Dúo con flautas y bajo para el decendimiento de nuestro amavilísimo redentor Jesús, cuyo manuscrito se encuentra en la biblioteca del Conservatorio Nacional de Música.