viernes Ť 13 Ť abril Ť 2001
Jorge Camil
Democracia y cuarto poder
En días pasados, CNN entrevistó al ministro francés del Interior en relación con el escandaloso affaire Elf-Acquitaine (el supuesto soborno a Roland Dumas, ex ministro de Relaciones Exteriores y amigo personal de François Mitterrand). El entrevistado reconoció que las acusaciones contra los más importantes implicados habían sido perseguidas con inusual diligencia por los altos tribunales merced a una prensa poderosa que los estaba empujando a ser más inquisitivos: "a comportarse más como las cortes de los países sajones que como el Poder Judicial de los países latinos".
En realidad, la prensa latinoamericana ha hecho más que eso. En países como México ha sido factor esencial para la toma de conciencia de la sociedad civil y el advenimiento de la democracia. Pero no todos están contentos con el nuevo papel del llamado "cuarto poder"; Peter Hakim, especialista en asuntos latinoamericanos, reveló en días pasados una creciente preocupación del gobierno de Washington: la certeza de que no obstante las buenas relaciones entre México y Estados Unidos, el proceso mexicano para la toma de decisiones se hará cada día más lento y complicado (o sea, más democrático) por el escrutinio que ejercerán sobre el Poder Ejecutivo "un Congreso plural y una prensa cada vez más libre y segura de sí misma".
Nadie que haya seguido de cerca las circunstancias de la reciente comparecencia del EZLN en el salón de plenos de la Cámara de Diputados podría negar el importante papel que jugaron en la distensión del conflicto zapatista los medios de comunicación y las resoluciones de un Poder Legislativo dividido, pero dispuesto a negociar.
El estrepitoso desmoronamiento del triunfalismo salinista hizo que el régimen bajara la guardia y ofreciera a la prensa su primera oportunidad para incursionar en los secretos del Estado: Chiapas y los asesinatos políticos del cardenal Posadas Ocampo, Luis Donaldo Colosio, virtual presidente de México, y de José Francisco Ruiz Massieu, presentaron oportunidades extraordinarias para revelar la descomposición del sistema sin atacar directamente a la figura presidencial. Finalmente, el inusitado arresto de Raúl Salinas de Gortari, hermano del ex presidente, abrió de par en par las puertas de la información. La necesidad de hablar, opinar, de investigarlo todo, se convirtió desde ese momento en una catarsis nacional. Hubo, inclusive, quienes "aprovecharon el viaje" y exigieron la instalación de una Comisión de la Verdad para investigar, "hasta sus últimas conclusiones", las masacres del 68, de Aguas Blancas y Acteal. šMéxico se integraba a pasos agigantados a la era de la defensa de los derechos humanos! Ya nada era sagrado. Y así, los mexicanos aprendimos que en el país, donde nunca pasaba nada, pasaba todo; que el narcotráfico estaba enquistado en las más altas esferas del gobierno y del Ejército; que el país había dejado de ser botín de la "familia revolucionaria" para convertirse en botín de la familia presidencial, y que la celebrada apertura económica había sido una manera perversa para diseminar la pobreza. Las privatizaciones amañadas, la quiebra estrepitosa de la banca, el Fobaproa, etcétera, fueron presentados por los medios de comunicación en cámara rápida ante el tribunal de la opinión pública. Por momentos, parecía que los mexicanos vivíamos en carne propia las vertiginosas escenas finales de Z, el estupendo filme de Costa Gavras, cuando los coroneles griegos, participantes y encubridores del cobarde asesinato de un diputado de la oposición, son sorpresivamente desenmascarados y obligados a comparecer atropelladamente para enfrentar los cargos y recibir las sentencias correspondientes.
Los medios lograron el milagro de la alternancia, pero el equilibrio en el poder es responsabilidad de Vicente Fox. Porque la prensa, ironías de la vida, tiene ahora la responsabilidad de criticar al poder. Democracia es transparencia, información; es el libre debate público de las ideas, el estar hoy a favor y mañana en contra. Aplaudir los aciertos y apuntar los errores; presentar, con seriedad y profesionalismo, las diferentes opciones políticas. Pero, šatención!, siendo ambos esenciales para el desarrollo de la democracia, no se debe confundir el reportaje con el artículo de opinión. Aquél tiene la obligación de ser estrictamente objetivo: un recuento puntual y oportuno de los hechos. Este, en cambio, puede, y debe ser, el resultado de un cuidadoso análisis del entorno político a la luz de las opiniones honradas del autor. Ninguno de los dos, sin embargo, tiene el derecho de falsear la verdad o inducir al error. Es cierto que medios y lectores tenemos mucho por hacer y mucho que aprender, pero, por ahora, reconozcamos los enormes beneficios del importante avance de la libertad de información en el corto lapso del último sexenio presidencial.