DOMINGO Ť 8 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Nikita Mikhalkov, en busca de nuevos derroteros para la cinematografía de su país

En Rusia es imposible hacer arte sin amor

Ť Tras la Perestroika, los directores interpretaron la nueva libertad como hacer cualquier cosa, pero ese no es el camino correcto, lamenta Ť El barbero de Siberia, su reciente filme

JORGE CABALLERO

El director ruso Nikita Mikhalkov considera que el principal problema del cine de su país es que durante años se obligó a los realizadores a rodar buenas películas; ahora, la mayoría de ellos sólo muestra lo malo: la mafia y la marginación, por ejemplo.

En entrevista con La Jornada, dice que la industria de su país debe intentar sobrevivir a los momentos difíciles, como Italia después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se consolidó el neorrealismo.

Mikhalkov asistió al Festival Internacional de Mar del Plata para presentar El barbero de Siberia, única película que ha superado en Rusia la recaudación de Titanic, pues la mayoría de su público, jóvenes de entre 12 y 38 años, la ha visto cuatro veces.

El barbero de Siberia, explica el cineasta, muestra la posibilidad de que en esa nación aún hay personas con buena nikita2voluntad y dispuestas a ayudar sin ningún interés.

La cinta se desarrolla a finales del siglo XIX y principios del XX. Un inventor contrata a una dama que gusta relacionarse con la aristocracia para que seduzca a un general, a fin de que éste subvencione una máquina taladora de árboles siberianos con la eficiencia de un barbero. Pero ella termina en coloquio amoroso con un aspirante a militar.

"En el cine actual -continúa Mikhalkov- se presenta el análisis de las debilidades humanas, pero sin conmover, sin mostrar amor a la gente que sufre, y en Rusia es imposible hacer arte sin amor".

Cinta para extranjeros, es decir, rusos

-¿Qué opina de que su cinta es el rodaje más yanqui que se haya hecho en Rusia, con un presupuesto de 40 millones de dólares?

-No tengo comentarios al respecto. Cuando periodistas "con buena voluntad" me preguntaban que si había filmado mi película para el extranjero, les respondía que sí: para los 150 millones de habitantes de mi país. Esto produjo una reacción bastante negativa, pero es así, por desgracia; nos olvidamos muy pronto de nuestra historia, de nuestra dignidad.

-A pesar de que el rodaje tiene gags inteligentes, el público no se rió con ellos, ¿a qué cree que se deba?

-Stanislavski decía que había que buscar lo serio en lo humorístico y lo humorístico en lo serio; en esta película el humor tuvo mucha importancia. Es importante que el espectador pueda reírse mediante las lágrimas. En este sentido la película es muy importante.

''Respondiendo a tu primer pregunta de que si mi película era hecha para los extranjeros, la respuesta la dio el público ruso; creía que tenía como espectador principal a una generación adulta, y que para los jóvenes no resultaría interesante, pero el público de entre 12 y 38 años ha ido a verla entre tres y cuatro veces. He recibido cartas muy interesantes. En una de ellas, una niña de 16 me decía: 'desde hace tres años tengo deseos de irme de Rusia, pero gracias a su película comprendí que tengo una patria'; la niña ha vivido en la Rusia moderna, y el hecho de que esta película le haya impedido abandonar su patria para mí es importante''.

-¿Por qué decidió encarnar al zar?

-¿Tiene alguna observación de cómo actué en ese papel? Soy un artista de profesión y tengo más de 60 películas como actor; si hubiera encarnado a un cocinero me resultaría bastante extraño. Sólo es un personaje histórico de uno de los mejores zares que tuvo Rusia.

-¿Qué lectura le da a la escena donde hay un joven militar de origen ruso enrolado en el ejército de Estados Unidos, que no es doblegado por sus superiores, mientras otro soldado ruso es fustigado por la milicia de su país?

-A veces, cuando inicio un rodaje, me preguntan de qué es la película; les respondo: "sabes, los periodistas te van a explicar".

-¿Se considera sucesor de la filmografía de Eisenstein, Tarkovski o Konchalovski?

-No correría ese riesgo. Como regla general, la etiqueta la ponen los periodistas. No sé cómo es aquí, pero en Rusia los periodistas escriben lo que ellos quieren; al final poco importa lo que uno dice.

-¿Qué ha cambiado de la forma de hacer cine antes y después de la Perestroika? En la película hay una frase: "un poco Rusia no existe", ¿actualmente sigue siendo así?

-Si respondo a tu primer pregunta sería una larga conversación y merece un tratamiento mucho más serio; no se reduce a una pregunta que se responde a si hubo un cine antes y después de la Perestroika, y no tengo tiempo. Todo está relacionado entre sí; después de 1917 nació una generación educada en el poder soviético y esto por supuesto influyó y determinó por muchos años la idiosincrasia de varias generaciones que no pueden levantarse de un día para otro y olvidarse de su pasado y decir: "hoy soy rojo, mañana de tres colores". Actualmente muchas personas interpretan la nueva libertad como una posibilidad de hacer cualquier cosa; pero ese no es el camino correcto. Por un lado se acabó la censura y podemos trabajar más fácil, pero con la caída del sistema perdimos muchas cosas sin las cuales no se puede hacer buen cine. Mucho dependió, depende y dependerá de qué representa cada persona como ser.

''Muchos directores rusos comenzaron a hacer dinero con la pornografía o una cantidad inmensa de películas comerciales, pero el dinero hecho de esa manera tarde o temprano se acaba. Lo más importante es mantenerse firme en tu propio camino; varios compañeros estamos en esa vía, no caemos deslumbrados con la ilusión de esa libertad. Yo estoy muy orgulloso de haberme mantenido fiel en mi senda, fiel a mí mismo. No siento ninguna sensación de vergüenza, respondo por todas mis películas. Por suerte, el tiempo actual no define si tienes razón o no. He filmado lo que me parecía y nunca las he realizado para que tengan éxito, ni para servir a el poder, ni por el dinero.

''Un amigo me comentaba: 'lo que decían de nosotros en occidente, antes de la caída del muro, eran puras mentiras, pero desgraciadamente lo que nos decían del capitalismo, todo, absolutamente todo, es verdad'".

Mastroiani y yo nos olíamos y trabajábamos

-¿Cómo recuerda a Marcelo Mastroiani en Ojos negros?

-Era absolutamente genial. Al final de nuestro trabajo no necesitábamos palabras para comunicarnos; nos llevábamos como los perros, simplemente nos olíamos y continuábamos trabajando. De él recibí el halago más grande que me han hecho: "tú no me dejas envejecer; me haces sentir como me sentía de joven con Fellini". La frase se puede interpretar de muchas maneras, pero para mi representaba una alegría, porque él se sentía libre conmigo. Vivimos tantas historias en Rusia que si te las relatara acabaría el festival de cine y seguiría contándote anécdotas; cada una de esas historias es ya una película terminada.