DOMINGO Ť 8 Ť ABRIL Ť 2001

Ť Carlos Bonfil

Una relación íntima

Una vez más, la manía de cambiar o "mejorar" los títulos originales de las películas extranjeras desvirtúa la intención de sus realizadores y la naturaleza misma del film. En el caso de Una relación íntima (Une liaison pornographique), del francés Fréderic Fonteyne, esto queda patente desde su primer diálogo. Recordando la experiencia que durante seis meses vivió con un encuentro ocasional (Sergi Lopez), Ella (Nathalie Baye) confiesa a un entrevistador: "Lo nuestro fue una relación pornográfica, en el sentido en que estuvo enteramente basada en el sexo". A través de los anuncios clasificados, Ella lo conoce a El y juntos satisfacen una fantasía erótica que no revelarán jamás. Un acuerdo tácito: no hablarán de nombres, profesión, edad, dirección, ni situación familiar, y cumplirán también con rituales muy precisos: encuentro cada jueves, en el mismo café, para terminar en el mismo hotel, siempre en la habitación 118. A falta de mejor definición, insiste Ella, la relación habrá sido "pornográfica". Lo que la pareja no consigue, justamente, es tener lo que el título en español pretende procurarles: una relación de intimidad.

El asunto es interesante, y ha tenido buen eco en el espectador desde El último tango en París, de Bertolucci, en 1972. Lo más reciente en este tema se presentó el año pasado, en el marco del Festival de Verano de la UNAM: una película coreana impactante, Mentiras, de Jang Sun Woo, con un tratamiento muy explícito de la obsesión sexual de un maestro y una joven encerrados en un hotel. En la cinta de Fonteyne el enfoque es algo distinto: el sexo es siempre una alusión, el espectador se topa casi siempre con una puerta cerrada, los cuerpos apenas revelan su desnudez, y el velo de las sábanas jamás es pretexto para encuadres muy estudiados. Las sábanas sólo protegen el pudor de una mujer de cincuenta años frente a su amante más joven: "No quiero que veas las muecas que hago al momento de gozar".

De un encuentro a otro, la cinta registra alternativamente las audacias verbales de los amantes y su renovado candor frente a la cámara. Una escena notable lo muestra a El llorando en un café y tratando de explicar el motivo de su llanto. Otra, en el interior del metro parisino, revela su desolación ante la posibilidad de un desencuentro definitivo. Lo novedoso en Una relación íntima es el recurso narrativo a un tercer personaje que nunca vemos, el Entrevistador (Jacques Viale, en los créditos), y que habla con ambos por separado, a la manera de un enigmático invitado a la intimidad que se frustró en el momento mismo de haber sido planteada. Un interesante contrapunto narrativo es el episodio del anciano enfermo que se niega a ver de nuevo a la esposa que le ha hecho insoportable la existencia durante cuatro décadas. Un personaje más: la ciudad de París y sus multitudes, posibles réplicas al infinito de experiencias y frustraciones similares.

ƑSe pueden abandonar los encuentros fortuitos, las gratificaciones del placer no controlado, del sexo improductivo, la intimidad entendida como exploración compartida de la cotidianidad, abandonar todo esto, y vivir satisfactoriamente el "acto amoroso"? En el pasado festival de Berlín, la cinta ganadora del Oso de Oro, Intimidad, de Patrice Chéreau, explora en la ciudad de Londres una situación e interrogaciones parecidas. Y la recurrencia del tema informa, acaso, de una crisis más extendida: la dificultad de regular los impulsos sexuales mediante la institucionalización del modelo tradicional de la pareja. Cuando El y Ella ceden a la tentación de "vivir y amar como los demás", se derrumban la ficción romántica y las fantasías sexuales. Con un lenguaje muy sencillo, y con una estupenda interpretación de Nathalie Baye y Sergi López, un actor español con enorme éxito en Francia, Una relación íntima es una cinta original e inteligente, muy bien realizada, que no recurre a soluciones fáciles ni al anzuelo de la pornografía. Una buena opción en la cartelera.