VIERNES Ť 6 Ť ABRIL Ť 2001
Ť Concluyó una de las más prolongadas y resonantes acciones pacíficas de la insurgencia
Retornan los zapatistas a la tierra que les dio color
Ť Algarabía entre comunidades y sociedad civil reunidos en una fiesta en La Realidad
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
La Realidad, chis., 5 de abril. Hoy toca a su fin una de las más prolongadas y resonantes acciones pacíficas del zapatismo. Después de más de 80 actos públicos, una extensa exposición mediática y una intensa argumentación pública, que congregó centenas de miles de personas en 12 entidades federativas y dio fin al último invierno del siglo XX, los 23 comandantes del Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN retornaron a la tierra que les dio color.
Llegan a tiempo para la siembra. Ya venían preocupados de que este es el mero tiempo, pero como vieron que no llovía aún se tranquilizaron, y terminaron de regresar a las comunidades poco sobresaltodos. No hay que olvidar que, antes que comandantes, son campesinos. Detrás de cada pasamontañas de la delegación zapatista está el rostro de un hombre o una mujer indígena, que algunas tierritas ejidales o comunales tiene para ir a milpear, pues ahora es cuándo. Al salir de sus casas, hace casi mes y medio, los comandantes dejaron atrás hijos, pareja y parentela. Hoy regresan.
ƑQué odisea hay en el comandante Tacho, cuando atraviesa el Aguascalientes todavía en pleno baile a las tres de la mañana, y se despide porque todavía le falta el camino a su casa? "Por aquí me voy -señala hacia la oscuridad-; a caminar todavía unas pocas de horas". Es noche de luna, pero el cielo se cerró de nubes.
"Lo bueno que ha llovido poco", comenta un hombre de la comunidad mientras Tacho se pierde en la noche, andando; "no hay mucho lodo en el camino". En similar situación han de estar los comandantes Abraham, Mister, Filemón y Fidelia, que junto con el subcomandante Marcos concluyeron anoche un largo viaje a México en general, y al Congreso de la Unión en particular.
La última parte de la comandancia llegó a La Realidad al filo de la medianoche. Miles de mujeres y hombres tojolabales los esperaban desde hace días para hacerles valla hasta el Aguascalientes gritándoles vivas a los delegados que cerraban el círculo de la marcha por la dignidad indígena, que también se llamó "del color de la tierra".
Del color de la tierra venían los estudiantes y la sociedad civil que los acompañaron desde La Garrucha en camiones de carga y redilas. Nubes de polvo les cubrieron rostro, pelo y ropas durante nueve horas a través de las cañadas en secas. La fiesta que transcurría desde temprano se reanudó con más fuerza; los comandantes de la región y el subcomandante Marcos entraron al Aguascalientes.
Se apagaron los reflectores
En La Realidad, los jóvenes de decenas de comunidades bailaban cumbias en la oscuridad. Sólo estaba encendido un foco en el escenario para que los músicos del conjunto pudieran verse. Lejos se distinguió de pronto una hilera de lucecitas. "Ya vienen por el río Euseba", se corrió la voz. Como estaba tan oscuro, el convoy se distinguía como un gusano de luz. Llovía, pero no lo suficiente pata ahuyentar a los danzantes. "Ƒ'Caso sienten l'agua?" comentó la Elsy.
Se oyeron aplausos y voces de contento; entonces echaron a andar la planta y todo el Aguascalientes se iluminó de golpe. Las mujeres, con sus niños chicos bajo el cobertizo de las gradas, se pusieron de pie. Las muchachas llevan vestidos nuevos, acabados de hacer. En un extremo de la explanada, el mayor Moisés imparte órdenes a un grupo de insurgentes con pasamontañas.
Una voz dijo por el sonido: "compañeros, ya pónganse sus paliacates y pasamontañas. Ya vamos a salir a recibir a los compañeros". Ya no llovía. Las mujeres formaron una larga fila en un lado de la calle que conduce de la carretera al Aguascalientes; los hombres del otro lado. Niños a montones hormigueaban hacia las filas de los adultos. Sonaron los tamborcitos y las flautas de carrizo de las solemnidades.
Pasaron los camionetas suburban con los comandantes a bordo; entraron al Aguascalientes, y tras ellos la gente trazó una espiral hacia el centro de la explanada, mediante una coreografía impecable, y se colocaron para escuchar, dando vivas y consignas: "Marcos, descansa, la gente sí avanza". Los comandantes delegados y el subcomandante Marcos saludaron a los miembros del comité que los acompañaron para subir al escenario. Cartas marcadas en cumbia precedió a la voz del subcomandante comunicando a la gente que él y la caravana del CNI traen de vuelta "a los delegados que ustedes nos entregaron" hace 40 días.
El mayor Moisés entregó al subcomandante Marcos el rifle R 15 y el revólver que había dejado en prenda el 24 de febrero. Marcos los levantó ante la gente, y ante la prensa. Decenas de flashazos.
Terminado el acto postrero de la larga marcha, Marcos y los comandantes descendieron el estrado y atravesaron la explanada rodeados por un enjambre de periodistas, y se perdieron tras una puerta al lado de la tienda comunitaria Nana La Zapatista. Podría decirse que en ese momento se apagaron, formalmente, los reflectores que convocó la marcha indígena.
Ya con la participación de la sociedad civil que llegó en la caravana procedente de La Garrucha, las bases de apoyo de los municipios autónomos San Pedro de Michoacán, Tierra y Libertad, Miguel Hidalgo, Libertad de Pueblos Mayas y Emiliano Zapata se dispusieron a bailar hasta la madrugada. Pasada la impaciencia de la prolongada espera, y con un ciclo concluído, listas para el siguiente, las comunidades zapatistas se internaron sin prisa, bailando, en la siguiente etapa de su resistencia de pueblos.
El sueño de Ruth
Anoche, en la cocina colectiva de las mujeres, Ruth colocó frente a mí una taza de café caliente, se reclinó al otro lado de la mesa y dijo: "Tuve un sueño de que todo iba a salir bien".
"Un sueño con banderas", relató. "El día que los compañeros iban a ir al Congreso soñé banderas de México volando encima de la comunidad y voces que decían que el sub les iba a ganar en política a los políticos. Y también los vi los compañeros que caminan para el lado de San Quintín, que no es por donde se fueron sino por donde iban a llegar. Las banderas daban vueltas en el aire".
Según Ruth, era un buen sueño. Señal de que estaba bien lo que hacían los compañeros, y que iban a tener buen regreso.
Clinton, Rosaura, Blanca y otros niños rondan fuera de la cocina donde varias mujeres sonríen nada más porque sí, porque ya se les quitó la preocupación de que el sub anduviera fuera, "porque no les pasó nada a los compañeros". Dice Ruth: "Vamos a ver qué dice el gobierno, a ver si ya entendió y resuelve. No lo sabemos nosotros todavía. A ver si sí".
"Como quiera, qué bueno que ya vinieron los compañeros. Así estamos más contentos", concluye.
Marcos hace mutis
Pasan las 3 de la mañana. A pocos pasos de la tienda Nana La Zapatista, apoyado en un poste de palo, el subcomandante Marcos fuma pipa y observa el baile. A su lado, el mayor Moisés responde a la pregunta de a qué horas se van a ir a dormir con un: "ora no vamos a dormir" que suena casi inhumano.
Marcos, todo de negro, parece hipnotizado, en un limbo que preludia la mañana siguiente. A través del pasamontañas sus ojos, no muy abiertos, sonríen continuamente. Atrás de él, su escolta parece de piedra. Dialoga con estudiantes del Politécnico, para quienes escribe un mensaje de página y media. Se retrata con ellos. Conversa largamente con una delegada del CNI. Se toma fotos con una familia. En poco tiempo está rodeado de gente. A la vez un número creciente de compas se congrega a observar al sub platicando con la sociedad civil.
Tiene el aspecto de alguien lampareado hasta la extenuación. También de quien de pronto siente aligerados los hombros. No hará declaraciones de ningún tipo. "Orita no puedo decir nada. La pelota está en la otra cancha", se justifica. Espera seguramente noticias de Fernando Yáñez, quien está entrevistándose con la Cocopa. Aunque ya leyó los últimos periódicos, en tono tranquilo confiesa ignorar "qué está pasando".
En su camino a La Realidad hoy fue interceptado y celebrado varias veces por las comunidades. Eso lo tiene sorprendido. Después de dejar La Garrucha esta tarde, los delegados zapatistas se encontraron con la gente de Prado, Champa San Agustín, Betania, Santa Rosa Copán. Les cantaron, echaron confeti, ofrecieron comida. Los abrazaron, las mujeres llorando, dándoles flores. Da la impresión de que, de todo lo acontecido estas semanas, nada lo ha conmovido más que las familias tzeltaleras saludando al paso por la cañada de Patihuitz rumbo a San Quintín y el río Euseba.
"Ya mañana", dice, más allá de todo, incluso de la evasión, antes de ponerse a platicar con dos chavos de la ENAH que lo miran con gesto superserio. Sobre el escenario, al otro extremo del Aguascalientes, el trovador Contreras, que lleva años cantando en parques y plazas corridos sobre la lucha zapatista, y que visita La Realidad por primera vez, interpreta sus más cáusticas e irreverentes composiciones. Centenares de indígenas lo escuchan, en un respiro del baile, mientras el subcomandante Marcos, el mayor Moisés y un grupo de insurgentes desaparecen en el silencio de la noche, antes de que terminen de bailar los compas y amanezca.